sábado, 14 de mayo de 2011

AMANTE ETERNO/CAPITULO 1 2 3

Capítulo 1


       -Ah, infiernos, V, me estás matando. - Butch O'Neal rebuscó  a través del cajón de los calcetines, mientras buscaba los de seda negra, encontrando los de algodón blanco. 
       -No, espera.-Él sacó un calcetín de vestir. No  fue exactamente un triunfo. 
       -Si quisiera matarte, poli, entonces el calzado sería la última cosa en tu mente. 
      Butch miró fijamente a su compañero de cuarto. Su compañero fan de los Red Sox. Su… bien, uno de sus dos mejores amigos. 
      Ambos, por así decirlo, casualmente eran vampiros. 
       Fresco de la ducha, Vishous tenía una toalla envuelta  alrededor de su cintura, exhibiendo su musculoso pecho y sus gruesos brazos .Estaba poniéndose un guante de cuero, que cubría completamente su mano izquierda tatuada. 
      -¿Tienes que ir vestido con mi traje?
       V le sonrió, sus colmillos destellaban en medio de su perilla -Me sientan bien.  
      -¿Por qué no le pides a Fritz que te consiga algunos?
      -Él está demasiado ocupado saciando nuestros deseos  para tus ropas, hombre.
      De acuerdo, tal vez recientemente Butch consiguió  un contacto interno en  Versace, y quién habría  pensado que lo habría tenido, pero ¿cuán difícil puede ser el meter una docena de sedas adicionales en la casa?
      -Las pediré para ti.
      -No eres un caballero. - V retiró  hacia atrás su cabello oscuro. Los tatuajes de su sien  izquierda aparecieron  y luego quedaron encubiertos otra vez. -¿Necesitas el Escalade esta noche?
     
       -Sí, gracias. - Butch metió  sus pies en sus mocasines de  Gucci, sin sentarse.
     
       -¿Entonces vas a ir a ver a Marissa?
     
       Butch asintió.  -Necesito saberlo. De una  u otra manera.
     
      Y él tenía el presentimiento de que iba a ser la otra.
     
       -Ella es una buena mujer.
     
       Ella seguro  por todos los infiernos que lo era, por lo cuál  probablemente era por lo que no le  devolvía sus llamadas. El ex-policía quien como buen escocés no era exactamente buen material para relacionarse con las mujeres,  humanas o vampiras. Y el hecho de que él no era una de esas  cosas  no lo ayudaba en  la situación.
     
      -Bien, poli, Rhage y yo estaremos relajándonos en el One Eye. Vienes y nos buscas  cuando lo hayas hecho.
     
      Un golpe, como si alguien golpeara la puerta principal con un ariete, hizo que giraran sus cabezas.
     
      V se subió  la toalla. –Maldita sea, el chico volador tiene que aprender a usar el timbre de la puerta.
     
       -Intenta hablarle. Él no me escucha.
      -Rhage no escucha a nadie. – V bajó corriendo   hacia  vestíbulo.
     
       Cuando el estruendo se silenció, Butch  fue hacia  su extensa colección de corbatas. Escogió una Brioni azul claro, volvió el cuello de su  blanca camisa, y colocó  la seda alrededor de su cuello. Cuando salió de la  sala de estar, pudo  oír a Rhage y a V hablando sobre ¿”RU still down” de Tupac?
     
      Butch tuvo que reírse. Hombre, su vida le había llevado a  un montón de lugares, muchos de ellos peligrosos, pero  nunca había pensado que terminaría viviendo  con seis vampiros guerreros. O estando en los alrededores de las  peleas para  proteger su decreciente especie oculta.  En cierta forma, sin embargo, él tenía un lugar  con la Black Dagger Brotherhood.  Y Vishous,  Rhage y él  formaban  un trío impresionante.
     
       Rhage vivía  en la mansión  cruzando el patio con el resto de los Brotherhood, pero el triunvirato estaba  fuera de la casa del guarda, donde V y Butch cayeron. El Pit, como era conocido el lugar, era un dulce alojamiento comparado con la casucha en la que Butch había vivido. Él y V tenían  dos dormitorios, dos cuartos de baño, una cocina, y una sala de estar que estaba  decorada con un atractivo estilo, Sótano de casa de Fraternidad Un par de divanes de cuero, TV de pantalla de plasma de alta definición, un futbolito, y bolsos de gimnasio por  todas partes.
     
       Cuando  Butch entró en el cuarto principal,  obtuvo una vista del conjunto de Rhage para la noche: trinchera negra de cuero que caía desde sus hombros hasta  sus tobillos. Remera negra metida en los pantalones de cuero .Botas de combate, lo hacían sobrepasar los 2,05 m. Así vestido, el vampiro era sin ninguna duda, extremadamente atractivo. Aun para un hetero reconocido como Butch.
     
       El hijo de puta realmente doblaba las leyes de la física, era muy  atractivo. El cabello rubio estaba  cortado  corto atrás y  más largo en la frente. El azul de sus ojos eran del color del agua del mar de las Bahamas. Y la cara hacía que  Brad Pitt se viera como un candidato para The Swan.
     
     
       Pero él no era un  niño de mamá, pese a ser  fascinante. Algo oscuro y  letal hervía detrás de un relumbrante exterior, y tú lo sabías al minuto de verlo. Él emitía las vibraciones  de un tipo que mientras sonreía, hacía la aclaración directamente con sus puños, incluso  si  escupía entre dientes mientras se encargaba del asunto.
     
       -¿Qué estás haciendo, Hollywood?-Preguntó Butch.
     
       Rhage sonrió, mostrando  un espléndido set perlado con esos largos caninos. -Haciendo tiempo para salir, poli.
     
      -Maldición, vampiro ¿no tuviste bastante anoche? Esa pelirroja parecía un asunto serio. Y también su hermana.
     
      -Ya me conoces. Siempre hambriento.
     
       Sí, bien, afortunadamente para Rhage, había  una corriente interminable de mujeres más que felices para complacer sus necesidades. Y dulce  Jesús, el tipo las tenía. No bebía. No fumaba. Pero él corría entre  las damas como Butch nunca había visto.
     
       Y no es que Butch conociese a muchos niños del coro.
     
       Rhage miró hacia  V. -Ves a vestirte, hombre. A menos que ¿Estás pensando en ir al  One Eye con  una toalla?
     
       -Deja de cronometrarme, mi hermano.
     
       -Entonces mueve el culo.
     
      Vishous se levantó de detrás de la  pesada mesa  donde estaba el equipo informático  que podía dar a Bill Gates una erección. Desde este centro de mando, V ejecutaba y supervisaba los sistemas de seguridad del recinto del  Brotherhood, incluyendo la casa principal, las instalaciones subterráneas de entrenamiento, el Tomb y su Pit, así como también el sistema de túneles subterráneos que interconectaban los edificios. Él controlaba todo: las contraventanas  replegables  de acero que había instaladas en cada ventana; las cerraduras en las puertas de acero; la temperatura en las habitaciones; la iluminación; las cámaras de seguridad; las verjas.
     
      V había preparado el equipo entero  por sí mismo antes de que el Brotherhood se hubiese  movido hacía  tres semanas. Los edificios y  túneles estaban preparados desde principios de 1900, pero en su mayor parte no habían sido utilizados. Después de los acontecimientos en julio, no obstante, la decisión había sido tomada  para consolidar las operaciones de los Brotherhood, y todos ellos  habían venido aquí.
     
       Mientras V se dirigía  a su dormitorio, Rhage sacó un  Tootsie Roll Pop de su bolsillo, desgarró el rojo envoltorio, y se lo metió en la boca. Butch podía sentir como el tipo miraba fijamente. Y no se sorprendió  cuando el hermano conectó con  él.
     
      -De manera que  no puedo creerme que te  vistas de la mejor manera  para hacer un viaje al One Eye, poli. Supongo, éste es un servicio peligroso, incluso para ti. La corbata, los gemelos  de los puños de la camisa son todos nuevos, ¿Verdad?
     
      Butch alisó la Brioni sobre  su pecho y alargó la mano para coger la chaqueta de Tom Ford que hacía juego con sus amplios pantalones negros. Él no quería comentar lo de Marissa. Solo hablar del  tema con V había sido suficiente. Además, ¿qué podía  decirle  él?
     
       Ella me cerró las puertas cuando me la encontré, y  me evita desde hace tres semanas. Así  que en lugar de tomar la indirecta,  me encabezono y mendigo como un perdedor desesperado.
     
      Bien, él realmente quería  sacar a relucir eso delante del Sr. Perfecto, incluso aun cuando el tipo era  un buen camarada.
     
       Rhage dio la vuelta a la piruleta en su boca. -Dime una cosa. ¿Por qué pierdes  el tiempo con las ropas, hombre? No tienes que hacer nada con tu  mojo. Me refiero, te veo siempre rechazando a las mujeres en la barra. ¿Estás intentando salvarte del matrimonio?
     
      -Yup. Tienes razón. Tienen que llevarme atado para que camine por ese pasillo.
     
      -Vamos, Realmente tengo curiosidad. ¿Estás reservándote para alguien? -Cuando sólo hubo  silencio, el vampiro se rió suavemente. -¿La conozco?
     
       Butch entrecerró los ojos, sopesando si la conversación terminaría  más rápidamente  si él cerrase la boca. Probablemente no. Una vez que Rhage empezaba, no lo dejaba  hasta que él decidía que se había acabado. Hablaba de la misma forma que mataba.
     
       Rhage negó con la cabeza tristemente. -¿Ella no te necesita?
     
       -Lo sabremos esta noche.
     
       Butch verificó su nivel de dinero en efectivo. Dieciséis años como  detective de homicidios  no habían forrado mucho  sus bolsillos que digamos. Ahora  estaba colgado del  Brotherhood. Tenía muchos  verdes, posiblemente no podría gastarlos lo suficientemente rápido.
     
      -Que tengas suerte, poli.
     
       Butch lo miró de arriba abajo. ¿Cómo lo comprendes?
     
      -Siempre me he preguntado como sería vivir con una mujer que valiese  la pena.
     
       Butch se rió. El tipo era  un dios sexual, una leyenda erótica en su raza. V le había contado que historias sobre  Rhage habían  pasado de generación en generación cuando el tiempo era el  correcto. La idea que de podría cambiar  para ser el marido de alguien era absurda.
     
      -De acuerdo, Hollywood, ¿Cuál es el golpe final? Vamos, dámelo.
     
       Rhage se sobresaltó y apartó la mirada.
     
       Por todos los infiernos, el tipo hablaba en serio. ¡So! Escucha, no significa nada.
     
      -Nah, es guay. - La sonrisa reapareció, pero los ojos eran planos. Él caminó  con paso lento hacia el basurero  y tiró el palito de la piruleta a la basura.  -Ahora, ¿Podemos salir  de aquí? Estoy cansado de esperaros niños.

      ******
     
      Mary Luce aparcó en su garaje, apagó el  Civic, y se quedó con la mirada fija en las palas de nieve que colgaban de las  clavijas delante de ella.
       
        Estaba cansada, aunque el día no había sido extenuante. Contestar al teléfono e identificar y archivar los documentos  en una oficina de abogados no era agotador, física o mentalmente. Así es que realmente no debería estar exhausta.
     
       Pero tal vez ese era el punto. Ella no se sentía muy estimulada, de manera que estaba languideciendo.
     
      ¿Tal vez era el momento de volver  a los niños? Después de todo, era para lo que  había estudiado. Lo que amaba. Lo que la alimentaba. Trabajar con sus pacientes autistas y ayudarles a encontrar las formas de comunicarse le habían traído toda clase de recompensas, personal y profesionalmente. Y el intervalo de dos años no había sido  su elección.
     
       Tal vez debería llamar al centro, ver si estaba abierto. Incluso si no estaban, ella podría alistarse como voluntario hasta que hubiese algo disponible.
     
     
       Sí, mañana lo haría. No había  razón para esperar.
      
       Mary cogió  su bolso y salió del coche. Cuando la puerta del garaje se cerró, ella fue hacia  la parte delantera de su casa y recogió el correo. Hojeando las facturas, hizo una pausa para examinar la noche moderadamente fría de octubre con su nariz. Sus senos  nasales zumbaron. El otoño había barrido con todos  los desechos del verano hacía un mes, el cambio de estaciones había conducido una ráfaga de aire frío del Canadá.
     
      Ella amaba el otoño. Y el norte del estado de  New York lo hacía memorable, en su opinión.
     
       Caldwell, Nueva York, la ciudad donde ella había nacido y probablemente moriría, estaba a más de una hora al norte de  Manhattan, de manera que estaba en lo que técnicamente se consideraba el "upstate"(norte del estado). Partido  por la mitad por el río Hudson, el Caldie, como era  conocido por los  nativos, era una ciudad mediana  en América. Las zonas  ricas, las zonas  pobres, las zonas sucias, las zonas normales. Los Wai-Marts, Targets y  McDonalds. Los museos y las bibliotecas. Las alamedas suburbanas sofocadas por un  centro de la ciudad descolorido. Tres hospitales, dos universidades, y una estatua de bronce de George Washington en el parque.
     
       Ella inclinó la  cabeza hacia atrás y miró las estrellas, pensando que nunca se le  ocurriría  mudarse. Si era  hablar de  lealtad o falta de imaginación, ella no estaba segura.
     
       Tal vez era  su casa,  pensó mientras se dirigía a la puerta principal. El convertido granero  estaba situado en el borde de una vieja propiedad  de la casa granja, y ella había hecho una oferta quince minutos después de haberla examinado con un agente inmobiliario. Dentro, los espacios eran acogedores y pequeños. Era … precioso.
     
       La había comprado hacía cuatro años, inmediatamente después de la muerte de su madre. Necesitaba algo adorable, así como un cambio completo de paisaje. Su granero era  todo lo que su casa durante su  infancia no había sido. Aquí, las tablas de entarimado del pino eran del color de la miel, claro barnizado, no manchadas. Su mobiliario era de Crate  y Barrel, todo fresco, nada usado o viejo. Las alfombras pequeñas eran  de sisal, de piel corta y cuero con ante. Y cada una de las  fundas de  las cortinas para las paredes y los techos eran de un  blanco cremoso.
     
      Su aversión a la oscuridad había influido en la decoración interior. Y escucha, si  todo es una variación del color beige, entonces las cosas combinan, ¿Verdad?
     
       Ella puso las  llaves y su bolso en la cocina y cogió el teléfono. Ella fue informada de que  Tiene… dos mensajes … nuevos.
     
       -Hey, Mary, soy Bill. Escucha, voy a hacerte una  oferta. Si pudieses cubrirme en la línea directa esta noche durante una hora, más o menos  sería genial. A menos que sepa de ti, asumiré que todavía estás libre. Gracias, otra vez.
     
       Ella lo borró con un pip.
      -Mary, ésta es la consulta de la  Dr. Delia Croce. Nos gustaría que viniera para su  reconocimiento médico trimestral. ¿Llamará usted por favor para programar una cita cuando oiga este mensaje? La ingresaremos. Gracias, Mary.
     
       Mary bajó el teléfono.
     
       La sacudida comenzó en  sus rodillas y se abrió camino hacia los músculos de sus muslos. Cuando golpeó su estómago, pensó en correr en busca del cuarto de baño.
     
       Reconocimiento. La ingresaremos.
     
      Ha vuelto, ella pensaba que la leucemia había quedado  atrás.



Capítulo 2


-¿Qué diablos vamos a decirle? ¡Él llegará aquí en veinte minutos!

El Sr. O consideró a su dramático colega con una mirada aburrida, mientras pensaba que  si  el lesser  hiciese algo más que saltar arriba y abajo, el idiota podría ser calificado como un  juguete saltarín.

Maldición, pero E era un jodido. Por qué  su patrocinador le había metido en la Lessening Society  en el primer lugar era  un misterio. El hombre tenía poco impulso. Ninguna concentración. Y ningún estómago para la nueva dirección  en la guerra contra  la estirpe del vampiro.

-Que vamos...

-No vamos a decirle nada. -Dijo O mientras  miraba alrededor del sótano. Cuchillos, navajas  y martillos estaban esparcidos sin orden  en el barato aparador de la esquina. Había charcos de sangre aquí y allá, pero  no debajo la mesa, donde pertenecían. Y mezclado con el rojo había un negro lustroso, gracias a las heridas superficiales de E.

-Pero el vampiro escapó antes de que le sacáramos cualquier información.

-Gracias por el resumen.

Dos de ellos habían comenzado a trabajar sobre el varón  cuándo O salió en busca de ayuda. Cuando  regresó, E había perdido control sobre el vampiro, había cortes en un par de sitios, y fue todo su pequeño sangrado una promesa.

Ese jefe gilipollas suyo  iba a cabrearse, y si bien O despreciaba al hombre, él y el  Sr. X tenían una cosa en común: el descuido era para perdedores.

O miró el baile de E a su alrededor un poco más, mientras encontraba en sus movimientos estúpidos la solución para ambos al inmediato problema y al mismo tiempo a más largo plazo. Cuando  O sonrió, E, el tonto, pareció aliviado.

-No te preocupes por nada. - Murmuró O.  -Le diré que sacamos  el cuerpo y lo dejamos al  sol en el bosque. No es gran cosa.

-¿Hablarás con él?

-Sin problema, hombre. Sin embargo, mejor sales corriendo. Él va a sentirse fastidiado.

E asintió y echó el cerrojo en la puerta. –Demasiado tarde.

Sí, di  buenas noches, hijo de puta, pensó O cuando empezó a limpiar el sótano.

La repugnante casa pequeña dónde trabajaban pasaba desapercibida desde la calle, intercalada entre un desgastado armazón que una vez había sido un restaurante de barbacoas y una ruinosa casa de huéspedes. Esta parte de la ciudad,  una mezcla de miserables residencias y antros comerciales, era perfecto  para ellos. Por aquí, las personas no salían  después del anochecer, pequeños estallidos de pistolas eran  tan comunes como las alarmas de los coches, y nadie decía  nada si alguien dejaba escapar un grito o dos.

También, ir y venir del sito era  fácil. Gracias a los “pesados” del barrio, todas las farolas estaban estropeadas y la incandescencia ambiental de otros edificios era  insignificante. Como un beneficio añadido, la casa tenía  una entrada exterior con una mampara en la entrada de su  sótano. Cargar un cuerpo completo en un saco y salir y entrar no era  problemático.

Aunque si alguien veía algo, tomaría solo un  momento eliminar  el descubrimiento. No sería una gran sorpresa  para la comunidad, en cualquier caso. La basura blanca tenía un camino para  descubrir sus tumbas. Junto con esposas golpeadas  y chupar cerveza, morir debía ser probablemente solo otra competencia principal.

O recogió un cuchillo y pasó un paño sobre la negra sangre de E eliminándola  de la hoja.

El sótano no era muy grande y el techo era  bajo, pero había espacio suficiente para la vieja mesa  que usaban  como  estación de trabajo y para  el estropeado aparador dónde  conservaban sus instrumentos. De todos modos, O pensaba que no era la instalación correcta. Era imposible  guardar seguramente a un vampiro aquí, y eso quería decir que perdían una importante herramienta  de persuasión. El tiempo desgastaba las facultades físicas y psíquicas. Si la influencia era la correcta, el paso de los días tenía tanto poder  como cualquier otra cosa con la que pudieras romper un hueso.

O quería algo fuera en el bosque, lo suficientemente  grande de manera que pudiese  conservar a sus cautivos durante un  período de tiempo. Como los vampiros se hacían humo con el amanecer, tenían que ser mantenidos protegidos del sol. Pero si los encerrabas  en un cuarto, entonces  corrías  el riesgo de su desmaterialización  fuera de tus manos. Él necesitaba una jaula de acero para ellos.

Arriba, se cerró la puerta trasera y  unos pasos bajaban  por las escaleras.

El Sr. X caminó bajo una bombilla desnuda.

El Fore-lesser medía aproximadamente 1,95 y su constitución era como la de un defensa de fútbol americano. Como al igual que  todos los asesinos que habían estado en la Sociedad durante  mucho tiempo, era muy pálido. Su pelo y su piel eran del color de la harina, y sus iris eran  tan claros e incoloros como el cristal de una ventana. Como O, él se vestía con el equipo estándar de los lessers. Pantalones cargo negros y un jersey negro de cuello alto con las armas escondidas bajo una chaqueta de cuero.

-Entonces, dime, Sr. O, ¿Cómo fue el trabajo?

Como si el caos en el sótano no fuese suficiente explicación.

-¿Yo estoy al cargo  de ésta casa? -Preguntó  O.

El Sr. X caminó casualmente hacia  el aparador y cogió un cincel. -Por así decirlo, sí.

-¿Entonces me permites asegurarla para - él movió su mano alrededor del desorden – qué no ocurra otra vez?

-¿Qué ocurrió?
-Los detalles son aburridos. Un civil escapó.

-¿Sobrevivirá?

-No lo sé.

-¿Estabas aquí cuando ocurrió?

-No.

-Cuéntamelo todo.  -El Sr. X sonrió  cuando  el silencio se extendió. -Sabes, Sr. O, tu lealtad podría llevarte a tener problemas. ¿No quieres que castigue a la persona correcta?

-Quiero encargarme por mí mismo.

-Estoy seguro de que lo harás. Excepto que si no me lo dices, podría tener que sacar el costo del fracaso de tu pellejo de todas formas. ¿Lo vale?

-Si tengo permiso para  hacer lo que quiera con el responsable de la fiesta, entonces sí.

El Sr. X sonrió. -Sólo puedo imaginar que podría ser.

O esperaba, mientras miraba la cabeza del  afilado cincel cogido suavemente mientras el Sr. X paseaba alrededor del cuarto.

-Te emparejé con el hombre incorrecto ¿verdad? -El  Sr. X murmuró mientras recogía un par de esposas del suelo. Él las dejó caer sobre  el aparador. -Pensé que el Sr. E podría elevarse a tu nivel. No lo hizo. Y me alegra  que vinieras a mí primero antes de que lo disciplinaras. Ambos sabemos cuánto te gusta trabajar independientemente. Y cuánto me disgusta a mí.

El  Sr. X lo miraba sobre su hombro, sus ojos fijos en  O. -En vista de todo esto, particularmente porque te acercaste  a mí primero, puedes tener al  Sr. E.

-Quiero hacerlo con audiencia.

-¿Tú escuadrón?
-Y otros.

-¿Tratando de probarte a ti mismo  otra vez?

-Elevando el nivel.

El Sr. X sonrió fríamente. -Eres un pequeño bastardo arrogante, ¿verdad?

-Soy tan alto como vosotros.

Repentinamente, O se encontró incapaz de mover sus brazos  o sus piernas. El Sr. X había utilizado esa  mierda paralizadora antes, por lo que no era  totalmente  inesperado. Pero el tipo todavía tenía  el cincel en su mano y  se acercaba.

O se opuso al agarre, sudando mientras luchaba  y no lograba nada.
El Sr. X se inclinó de manera que sus pechos se tocaban. O sintió que algo rozaba su culo.

-Diviértete, hijo. -Murmuró el hombre  en el oído de O. -Pero hazte un favor a ti mismo. Recuerda que por muy largos que sean tus pantalones, tú no eres yo. Te veré más tarde.

El hombre caminó a grandes pasos por el sótano. La puerta arriba se abrió  y se cerró.

Tan pronto como  O pudo moverse,  metió la mano en su bolsillo de atrás.

El Sr. X le había dado el cincel.

Rhage salió del  Escalade y escudriñó la oscuridad alrededor del One  Eye, esperando que un par de lessers los asaltasen. No esperaba  tener suerte. Él y Vishous habían patrullado durante las horas nocturnas, y no habían conseguido nada. Ni siquiera un vistazo. Era condenadamente  extraño.

Y para alguien como  Rhage, quien dependía de luchar por razones personales, también era infernalmente frustrante.

Como todas las cosas, sin embargo, la guerra entre La Lessening Society  y los vampiros eran cíclicas, y actualmente estaban de  baja. Tenía sentido. Allá por julio, La Hermandad de la Daga Negra había atacado el centro local de reclutamiento de la Sociedad,  junto con diez de sus mejores hombres. Claramente, los lessers  hacían un reconocimiento del terreno.

Gracias a Dios, había  otras formas de quemar su frustración.

Él miró hacia el creciente nido de depravación que era  actualmente la guarida Descanso y Relajación de La Hermandad. El One Eye estaba al borde del  pueblo, por lo que la gente de su interior eran motoristas y  tipos que trabajaban en  la construcción, tipos duros que tendían a la brutalidad en vez de hacia la suave persuasión. El bar era  tu estándar de  cuchitril húmedo. Un solo piso construido con alrededor un collar  de asfalto. Camiones, sedanes americanos, y Harleys aparcaban en el espacio. Con diminutas ventanas, los signos de la cerveza brillaban rojo, azul y amarillo, el logotipo de Coors y Bud Light y Michelob.

No  Coronas o Heinekens para estos chicos.

Cuando cerró  la puerta del coche, su cuerpo  temblaba, su piel picaba, sus gruesos músculos crispados. Extendió sus brazos, tratando de ganar un poco de alivio. No se sorprendió cuando no hubo diferencia. Su maldición arrojaba su paso alrededor, llevándolo a  un territorio peligroso. Si no encontraba  algún tipo de  liberación pronto, entonces iba a tener serios problemas. Caramba, él iba a ser un serio problema.

Muchas gracias, Scribe Virgin.

Era suficientemente malo haber nacido con demasiado poder físico, un jodido regalo fuerte que nunca había apreciado o explotado. Pero entonces él había disgustado mucho a la mística mujer  que tuvo el dominio sobre su estirpe. Hombre, ella solo había estado demasiado  feliz  de poner  otro estrato de mierda en el abono con el que él había nacido. Ahora, si él no se quitaba de encima la  cólera de forma regular, entonces se volvía  mortífero.

Las peleas y el sexo eran las únicas dos liberaciones que se lo sacaban, y él las usaba como un diabético a la  insulina. Una corriente estable de ambas ayudaba a mantenerle a nivel, pero no siempre resolvía el  problema. Y cuando lo perdía, las cosas se ponían mal  para todo el mundo, incluido él mismo.

Dios mío, él estaba cansado de ser golpeado en el interior de su cuerpo, manejando sus demandas, haciendo un intento para no caer en una inconsciencia brutal. Ciertamente, su despampanante cara y la fuerza eran  excelentes  y buenas. Pero habría intercambiado ambas por un cuerpo flaco, huesudo y  feo, si hubiese tenido alguna paz. Caramba, no podía recordar que era la serenidad. Incluso no podía recordar quién era.

La desintegración de sí mismo se había puesto en marcha bastante rápido.  Después  de solo  un par de años de maldición, había dejado de esperar  cualquier alivio verdadero y simplemente había intentado sobrevivir sin herir a nadie. Entonces fue cuando había empezado  a morir por dentro, y ahora, unos  cien años más tarde, estaba en su mayor parte entumecido, nada más que  un escaparate brillante  y  encanto vacío.

En cada nivel que contaba, había dejado de tratar de fingir que era  todo menos una amenaza. Porque la verdad era que  nadie estaba a salvo cuando  estaba por ahí. Y eso era lo que realmente le mataba, aún más que las cosas físicas por las que tenía que pasar  cuando la maldición se  manifestaba. Vivía con   miedo de herir a alguno de  sus hermanos. Y, desde un mes atrás, a Butch.

Rhage caminó  alrededor del SUV y miró a través del parabrisa al  varón humano. Dios mío, ¿quién habría pensado que alguna vez estaría junto a un Homo Sapiens?

-¿Te veremos más tarde, poli?

Butch se encogió de hombros. -No lo sé.

-Buena suerte, hombre.

-Será lo que sea.

Rhage juró suavemente cuando el Escalade se fue y él y Vishous atravesaron el aparcamiento.

-¿Quién es ella, V? ¿Una de nosotros?

-Marissa.

-¿Marissa? ¿Cómo la  anterior shellan de Wrath? -Rhage negó con la cabeza.  -Oh, de acuerdo, necesito detalles. V, tú me los vas a dar.

-No hago bromas sobre esto. Y tú tampoco deberías.

-¿No tienes curiosidad?

V no contestó hasta que llegaron a la altura de la entrada delantera del bar.  -Oh, bien. ¿Lo sabes, no? -Le dijo Rhage.

-Sabes lo que le va a pasar.

V meramente levantó sus hombros y llegó hasta la puerta. Rhage plantó su mano sobre la madera, deteniéndole.  -Oye.

-V, ¿alguna vez sueñas conmigo? ¿Alguna vez has visto mi futuro?

Vishous giró la cabeza. En la brillante luz de neón  de Coors, su ojo izquierdo, sobre el que tenía sus tatuajes alrededor, fue  todo negro. La pupila se dilató hasta que  le comió el iris y la parte blanca, hasta no hubo nada  excepto un agujero.

Era  como quedar mirando en el infinito. O tal vez en el Fade mientras morías.

-¿De verdad quieres saberlo? -Dijo el hermano.

Rhage dejó caer su mano a un lado.  -Solo una cosa me preocupa. ¿Voy a vivir lo bastante para escapar de  mi maldición? Tú sabes, ¿Encontrar algo de calma?

La puerta se abrió repentinamente y un hombre borracho tambaleante salió fuera  como un camión con la dirección rota. El tipo se dirigió hacia los arbustos, vomitó, y luego cayó  boca abajo sobre el asfalto.

La muerte era una forma segura para encontrar la  paz, pensó Rhage. Y todo el mundo moría. Incluso  los vampiros. Eventualmente.

Él no encontró los ojos de su hermano otra vez. -Retíralo, V. No quiero saberlo
Él había sido maldecido una vez ya y todavía le quedaban  otros noventa y un años antes de que fuese  libre. Noventa y un años, ocho meses, cuatro días hasta que su castigo hubiese terminado y la bestia ya no formase parte de él. ¿Por qué debería alistarse como voluntario para un golpe cósmico y  saber que no viviría durante  mucho tiempo, el suficiente como para ser libre de la maldita cosa?

-Rhage.

-¿Qué?

-Te lo voy a contar. Tu destino está llegando. Y ella vendrá pronto.

Rhage sonrió. -Oh, ¿Sí? ¿Cómo es la mujer? La preferiría…

-Ella es una virgen.

Un escalofrío atravesó  la columna vertebral de Rhage y se le clavó en el culo. -Estás bromeando ¿verdad?

-Mira  en mi ojo. ¿Piensas que estoy jodiéndote?

V hizo una pausa durante  un momento y luego abrió la puerta, lanzándose hacia  el olor de cerveza y los cuerpos humanos junto con el pulso  de una vieja canción de  Guns N ' Roses.
Cuando  entraron, Rhage masculló, -Eres un freaky de mierda, mi hermano. Realmente lo eres.


Capítulo 3



Pavlov tenía sentido, Mary pensó mientras volvía al  centro. Su reacción de pánico por  el mensaje de la oficina de la Dr. Delia Croce era por adiestramiento, no por algo lógico. "Más pruebas"  podrían ser más cosas. Sólo porque ella asociara cualquier tipo de noticias de un médico con una catástrofe no significaba que pudiese ver el  futuro. Ella no tenía ni idea de qué (si era algo), estuviese mal. Después de todo, había remitido hacía ya  dos años y ella se sentía bastante bien. Bueno, se cansaba, pero  ¿quién no lo hacía? Su trabajo y el trabajo de voluntaria la mantenían ocupada.

-Lo primero que haría por la mañana sería llamar para la cita. Pero ahora ella iba a comenzar el trabajo que había cambiado con  Bill en la línea directa  para suicidios.

Para disminuir un poco la ansiedad, ella hizo una profunda respiración. Las siguientes veinticuatro horas iban a  ser una dura prueba, con sus nervios convirtiendo su cuerpo en un trampolín y su mente en un remolino. El truco era atravesar  las fases del pánico y luego reforzarse  cuando el miedo se aliviara.

Ella aparcó al Civic en una zona abierta en Tenth Street y caminó rápidamente hacia un edificio desgastado de seis plantas. Estaba en la zona sombría  del pueblo, residuo de un esfuerzo allá por

los años setenta de  profesionalizar un área con nueve bloques de lo que era entonces un  "mal barrio". El optimismo no había funcionado, y ahora el  espacio de la oficina se mezclaba  con un albergue de baja renta.

Ella se paró en la entrada y saludó con la mano a los dos polis  que pasaban en  un coche patrulla.

La oficina central de la Línea Directa de la Prevención contra el Suicidio estaba en el  segundo piso en el frente, y ella miró hacia las iluminadas ventanas. Su primer contacto con la asociación sin fines de lucro había sido cuando había llamado. Tres años antes, ella atendía el  teléfono cada jueves, viernes, y los sábados por la noche.  También cubría los días de fiesta y cuando lo necesitaban.

Nadie sabía que ella había marcado el  número. Nadie sabía  que había tenido leucemia. Y si tenía que volver a batallar  con su sangre, entonces iba a tener que mantenerlo de la misma manera.

Habiendo visto morir a su madre, no quería a nadie llorando sobre su cama. Ella ya conocía la impotente rabia  cuando la gracia salvadora no llegaba. No tenía  interés en repetir un teatro  mientras peleaba por respirar  y nadaba en un mar de fallo de órganos.

De acuerdo. Los nervios habían vuelto.

Mary escuchó un sonido a la izquierda y cogió  el  destello de un movimiento, como si alguien se hubiera agachado evitando que lo vieran  detrás del edificio. Reaccionando, ella marcó  un código en una cerradura, entró, y subió las escaleras. Cuando llegó al segundo piso, llamó al  interfono para entrar  en las oficinas de la línea directa.

Mientras pasaba por la recepción, saludó con la mano a la directora ejecutiva, Rhonda Knute, quien estaba en el teléfono. Luego saludó con la cabeza a  Nan, Stuart, y a Lola, quienes cubrían esta noche, y se instaló  en un cubículo vacante. Después de asegurarse que tenía suficientes formularios de entradas, un par de plumas, y el libro de intervenciones de la línea directa, sacó una botella de agua de su bolso.

Casi inmediatamente una de sus líneas sonó, y ella comprobó en la pantalla que llamaba una persona de Idaho. Conocía  el número. Y la policía le había dicho que era el número de un  teléfono público. En el  centro de la ciudad.

La llamaba a ella.

El teléfono sonó una segunda vez y lo cogió, seguidamente dijo el guión de la línea directa. -Línea directa para la prevención del suicidio, soy Mary. ¿Cómo puedo ayudarle?-

Silencio. Ni siquiera una respiración.

Débilmente, ella oyó el zumbido de un motor  de un coche  y luego se desvaneció en el trasfondo. De acuerdo con el registro llamadas entrantes de la policía, la persona  siempre llamaba desde  un teléfono público  y variaba su posición de manera que no pudiesen rastrearlo.

-Soy Mary. ¿Cómo puedo ayudarle? - Ella bajó  su voz y rompió el  protocolo.  -Sé que es usted, y me alegro que extienda su  mano esta noche otra vez. Pero por favor, ¿no me puede decir  su nombre o qué le pasa?-

Ella esperó. El teléfono continuó muerto.

-¿Otro de los tuyos? - Le preguntó Rhonda, bebiendo un sorbo de té de hierbas.

Mary colgó el teléfono. -¿Cómo lo has sabido?-

La mujer asintió sobre  su hombro.  -Oí un montón de llamadas fuera, pero no fue  más allá del saludo. Entonces de repente estabas encorvada sobre el  teléfono.

-Sí, bueno...
-Escucha, los polis han vuelto hoy. No hay ninguna cosa que puedan hacer para controlar cada teléfono público del pueblo, y no están dispuestos a ir más allá en este punto.

-Te lo dije. No me siento en peligro.

-No sabes que no lo estás.

-Vamos, Rhonda, esto está pasando desde hace nueve meses, ¿de acuerdo? Si iban a saltar sobre mí, entonces ya lo habrían hecho. Y realmente quiero ayudar...

-Esa es otra cosa por la que estoy preocupada. Claramente  tienes la impresión de que estás protegiendo a quién quiera que sea. Lo estás haciendo muy personal.

-No, no soy la razón por la que llaman, y sé que puedo encargarme de ello.

-Mary, para. Escúchate. -Rhonda acercó  una silla y habló bajo cuando se  sentó.  - Es … duro para mí decírtelo. Pero creo que necesitas un descanso.

Mary se echó hacia atrás. -¿De qué?

-Estás aquí demasiado tiempo.

-Trabajo el mismo número días que los demás.

-Pero te quedas  aquí durante horas después de que tu turno llegue al final, y cubres las espaldas de la gente siempre. Estás demasiado involucrada. Sé que estás sustituyendo a Bill ahora mismo, pero cuando él llegue quiero que te marches. Y no te quiero  aquí en un par de semanas. Necesitas perspectiva. Esto es duro, reducir drásticamente el trabajo, pero tienes que tener una debida distancia.

-No ahora, Rhonda. Por favor, no ahora. Necesito estar aquí más que nunca.


Rhonda amablemente apretó la tensa mano  de Mary. -Éste no es un lugar apropiado para solucionar tus problemas, y lo sabes. Eres una de mis mejores voluntarias  que he tenido, y que quiero que vuelvas. Pero sólo después de que hayas tenido algún tiempo para despejar la cabeza.

-No puedo tener ese tipo de tiempo. - Murmuró Mary bajo su respiración.

-¿Qué?

Mary tembló  y sonrió a la fuerza. -Nada. Por supuesto, tienes razón. Saldré tan pronto como Bill llegue.

Bill llegó cerca de una hora más tarde, y Mary estuvo fuera del edificio dos minutos después. Cuando  llegó a casa, cerró la  puerta y se apoyó contra los paneles de madera, escuchando  el silencio. El horrible, aplastante silencio.

Dios mío, quería volver a las oficinas de línea directa. Necesitaba oír las suaves voces  de los otros voluntarios. Y los teléfonos sonando. Y el zumbido  de los fluorescentes en el techo.

Porque sin distracciones, su mente volaba hacia  las terribles imágenes: Las camas del hospital. Las agujas. Las bolsas de medicación pendiendo a su lado. En una horrible foto mental, se veía calva, su piel gris  y sus ojos hundidos hasta que no pareciera ella  misma, hasta que no fuese ella misma.

Y recordó cómo se sentía cuando dejaba de ser una  persona. Después de que los doctores iniciaran su tratamiento con quimioterapia, rápidamente se había hundido en la clase marginada de los enfermos frágiles, de los moribundos, convirtiéndose nada más en un  recordatorio lastimoso, espeluznante de la mortalidad de otras personas, un póster de la naturaleza terminal de la vida.

Mary pasó velozmente por la sala de estar, atravesó la  cocina, y abrió  la puerta corrediza. Cuando sus emociones explotaron en la noche, el miedo la hizo jadear, pero el choque del aire frío bajó su respiración.

No sabes qué es lo que puede estar mal. No sabes qué es lo que...

Ella repitió el mantra, tratando de lanzar una red  sobre el incesante  pánico mientras se dirigía hacia la piscina.

El Lucite de abajo no era más que una bañera grande de agua caliente, y su agua, espesa  y lenta como el aceite negro a la luz de la luna. Ella se sentó, se sacó sus zapatos y calcetines, y metió sus pies en las profundidades heladas. Los mantuvo sumergidos incluso  cuando se entumecieron, deseando tener  el sentido común de  saltar y nadar hasta la reja del fondo. Si se aferraba a ello el suficiente tiempo, entonces podría anestesiarse completamente.

Pensó en su madre. Y en cómo Cissy Luce había muerto en su cama en la casa  que las dos siempre habían llamado hogar.

Todo sobre  ese dormitorio era  todavía muy claro: la forma  en que la luz atravesaba las cortinas y hacía un patrón de copos  de nieve. Esas pálidas paredes amarillas y la blanca alfombra y las mantas. Ese objeto de alivio que había amado su madre, la que tenía las pequeñas rosas  con un fondo  crema. El olor de nuez moscada y jengibre de un plato con una  mezcla de flores secas. El crucifijo en el cabecero y el gran icono de la Madonna en el suelo de  la esquina.

Las memorias ardían, obligando a Mary  a ver la habitación como había estado después de que todo hubiese  terminado, la enfermedad, la muerte, la limpieza, la venta de la casa. Lo había visto antes de mudarse. Limpio. En orden. Los católicos apoyos de su madre empaquetados fuera, la sombra que la cruz había dejado en la pared cubierta con una imagen  enmarcada de Andrew Wyeth.

Las lágrimas no se quedarían en su sitio. Llegaron lenta e implacablemente,  cayendo sobre  el agua. Las miró caer sobre la  superficie y desaparecer.

Cuando miró hacia arriba, no estaba sola.

Mary se levantó  y tropezó hacia atrás, pero se detuvo, enjugándose las lágrimas. Era solo  un niño. Un adolescente. De pelo oscuro y  piel pálida. Tan delgado que estaba esquelético, tan bello que no parecía humano.

-¿Qué estás haciendo aquí? - Le preguntó ella, no particularmente asustada. Era difícil estar tan asustada de algo tan angelical. -¿Quién eres?
Él sólo negó con la cabeza.

-¿Te has perdido? - Él miró con seguridad. Hacía  demasiado frío para que él llevara puestos sólo unos  pantalones vaqueros y una camiseta. -¿Cómo te llamas?

Él levantó una mano hacia  su garganta y la movió de un lado a otro  negando con la cabeza. Como si fuera un extranjero y estuviera frustrado por la barrera idiomática.

-¿Hablas inglés?

Él asintió  y luego sus manos se elevaron al vuelo. El Lenguaje de Signos Americano. Él usaba el LSA.

Mary volvió a su antigua vida, cuando  había enseñado  a sus pacientes autistas a usar sus manos para comunicarse.

¿Lees los labios o puedes oír? Ella habló por señas tras él.

Él se congeló, como si que ella lo comprendiera fuese lo último que esperara.

Puedo oír muy bien. Solo que no puedo hablar.

Mary lo miró fijamente durante un momento. -Eres la persona que me llamaba.

Él vaciló. Luego asintió con la  cabeza. Nunca tuve la intención de asustarle.

 Y no llamo para molestarla. Solo me gusta saber que usted está allí. Pero no hay nada extraño en ello, honestamente. Lo juro.

Sus ojos firmes encontraron los suyos.

-Te creo -¿Pero qué iba a hacer  ahora? La línea directa  prohibía todo  contacto con las personas que llamaban.

Sí, bien, ella no iba a sacar al pobre niño  a patadas fuera de su propiedad.

-¿Quieres comer algo?

Él negó con la cabeza. ¿Tal vez podría sentarme con usted un rato? Me quedaré el otro lado de la piscina.

Como si estuviera acostumbrado a que le dijeran que se mantuviera apartado de ellos.

-No- Dijo ella. Él inclinó la cabeza una vez y se marchó dando media vuelta. -Quiero decir, siéntate aquí. Cerca de mí.

Él se le acercó  lentamente, como si esperara que ella cambiara de idea. Cuándo todo lo que ella hizo fue sentarse y poner sus pies de nuevo en  la piscina, él se quitó un par de zapatillas de lona raídas, enrolló sus holgados pantalones, y se sentó a mas o menos un metro de ella.

Dios mío, él era tan pequeño.

Él puso sus pies en el agua y sonrió.

Está  fría, afirmó él.

-¿Quieres un suéter?

Él negó con la cabeza y movió sus pies en círculos.

-¿Cómo te llamas?

-John Matthew.

Mary sonrió, pensó que tenían algo en común. -Dos profetas del Nuevo Testamento.

Las monjas me lo pusieron.

-¿Monjas?

Hubo una larga pausa, como si él debatiera qué decirle a ella.

-¿Estabas en un orfanato? -Ella apuntó amablemente. Ella recordó que había uno  en la ciudad,  Nuestra Señora de la Gracia.

Nací en un cuarto de baño de una estación de autobuses. El empleado de la limpieza que me encontró me llevó a Nuestra Señora. A las monjas se les ocurrió ese nombre.

Ella contuvo su respingo. -Ah, ¿dónde vives  ahora? ¿Te adoptaron?

Él negó con la cabeza.

-¿Padres adoptivos? - Por favor, Dios, deja que tenga padres adoptivos. Padres adoptivos agradables. Que lo resguardaran  del frío y  lo alimentaran. Buena gente que le dijeran que les importaba incluso cuando sus padres habían desertado.

Cuando él no contestó, ella vio sus viejas ropas, y la vieja expresión  en su cara. Él no miró como si hubiera conocido muchas cosas agradables.

Finalmente, sus manos se movieron. Vivo en Tenth Street.

Lo que quería decir que vivía en  un edificio no habitable o era el inquilino de  una casucha infestada de ratas. Cómo lograba  estar tan limpio era  un milagro.

-Vives cerca  de las oficinas de la línea directa, ¿verdad? Por lo cual tú sabrías que estuve  esta tarde a pesar del cambio.

Él asintió. Mi apartamento está enfrente. La observo ir y venir,  pero no en una forma furtiva. Creo que pienso en usted como en una amiga. Cuando llamé la primera vez …  sabe,  fue como un capricho o algo por el estilo. Usted contestó… y me gustó como sonaba su voz.

Él tenía bellas manos, pensó ella. Como las una chica. Graciosas. Delicadas.

-¿Y me has seguido hasta casa esta noche?

Bastantes noches. Tengo una bicicleta, y usted es una conductora lenta. Me figuro que si velo por usted,  estará más segura. Siempre se queda hasta tarde, y esa no es una buena zona del  pueblo para que una mujer esté sola. Aún si va en un coche.

Mary negó con la cabeza, pensando que era algo extraño. Parecía un niño, pero sus palabras eran las de un  hombre. Y considerando  las cosas, ella probablemente debería marcharse. Este niño anexándose a ella, pensando que era una especie de protector, aún cuando parecía como si él necesitara que lo rescatasen.

Dígame por qué estaba llorado ahora, él le dijo  por señas.

Sus ojos eran muy directos, y era raro ver la mirada de un adulto en la cara de un niño.

-Porque puede que se me haya acabado el tiempo. -Barbulló ella.

-¿Mary? ¿No vas a presentarme a esta visita?

Mary miró sobre su hombro. Bella, su única vecina, había atravesado andando el prado de ocho mil metros cuadrados que había entre sus propiedades y estaba  de pie sobre el borde del césped.

-Hey, Bella. Ah, ven a conocer a John.

Bella bajó  hasta la piscina. La mujer había llegado a la vieja granja el pasado año y se habían dedicado a hablar por las noches. Con 1,80 metros de altura, y una melena de rizos oscuros que le caían un poco por la espalda, Bella te dejaba K.O. Su cara era tan hermosa que Mary había tardado meses en dejar de mirarla fijamente, y el cuerpo de la mujer era el adecuado para  la portada de la edición en  traje de baño del Sports Illustrated.

Naturalmente John parecía asombrado.

Mary se preguntó distraídamente  como sería provocar esa percepción en un  hombre, incluso en un preadolescente. Ella nunca había sido  hermosa, entraba dentro de la vasta categoría de mujeres  que no eran  ni feas ni guapas. Y eso había sido antes de que la quimioterapia la hubiera hecho sobre su pelo y en su piel.

Bella se inclinó  con una leve sonrisa  y extendió su mano hacia el  niño. -Hola.

John se levantó  y la tocó brevemente, como si no estuviera seguro de que fuera  real. Tenía gracia, Mary a menudo había sentido lo mismo por  la mujer. Había algo demasiado … mucho sobre  ella. Parecía mayor que la vida, con más vivencias que las que había corrido Mary. Ciertamente más magnífica.

Aunque Bella seguro que no desempeñaba el papel de femme fatale. Ella era tranquila, modesta y vivía  sola, aparentemente trabajaba de escritora. Mary nunca la veía  durante el día, y nadie nunca parecía verla ir y venir de la vieja granja.

John miró a Mary, sus manos moviéndose. ¿Quieres que me vaya?

Luego, como anticipándose a su respuesta, él sacó  sus pies fuera del agua.

Ella puso su mano en su espalda, tratando de ignorar los puntiagudos huesos  que había debajo de su camisa.

-No. Quédate.

Bella se sacó sus calcetines y sus zapatillas  y dio un golpecito con sus dedos de los pies encima de la superficie del  agua. -Sí, vamos, John. Quédate con nosotras.

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