Capítulo 1
-Ah, infiernos, V, me estás matando. - Butch O'Neal rebuscó a través del cajón de los calcetines, mientras buscaba los de seda negra, encontrando los de algodón blanco.
-No, espera.-Él sacó un calcetín de vestir. No fue exactamente un triunfo.
-Si quisiera matarte, poli, entonces el calzado sería la última cosa en tu mente.
Butch miró fijamente a su compañero de cuarto. Su compañero fan de los Red Sox. Su… bien, uno de sus dos mejores amigos.
Ambos, por así decirlo, casualmente eran vampiros.
Fresco de la ducha, Vishous tenía una toalla envuelta alrededor de su cintura, exhibiendo su musculoso pecho y sus gruesos brazos .Estaba poniéndose un guante de cuero, que cubría completamente su mano izquierda tatuada.
-¿Tienes que ir vestido con mi traje?
V le sonrió, sus colmillos destellaban en medio de su perilla -Me sientan bien.
-¿Por qué no le pides a Fritz que te consiga algunos?
-Él está demasiado ocupado saciando nuestros deseos para tus ropas, hombre.
De acuerdo, tal vez recientemente Butch consiguió un contacto interno en Versace, y quién habría pensado que lo habría tenido, pero ¿cuán difícil puede ser el meter una docena de sedas adicionales en la casa?
-Las pediré para ti.
-No eres un caballero. - V retiró hacia atrás su cabello oscuro. Los tatuajes de su sien izquierda aparecieron y luego quedaron encubiertos otra vez. -¿Necesitas el Escalade esta noche?
-Sí, gracias. - Butch metió sus pies en sus mocasines de Gucci, sin sentarse.
-¿Entonces vas a ir a ver a Marissa?
Butch asintió. -Necesito saberlo. De una u otra manera.
Y él tenía el presentimiento de que iba a ser la otra.
-Ella es una buena mujer.
Ella seguro por todos los infiernos que lo era, por lo cuál probablemente era por lo que no le devolvía sus llamadas. El ex-policía quien como buen escocés no era exactamente buen material para relacionarse con las mujeres, humanas o vampiras. Y el hecho de que él no era una de esas cosas no lo ayudaba en la situación.
-Bien, poli, Rhage y yo estaremos relajándonos en el One Eye. Vienes y nos buscas cuando lo hayas hecho.
Un golpe, como si alguien golpeara la puerta principal con un ariete, hizo que giraran sus cabezas.
V se subió la toalla. –Maldita sea, el chico volador tiene que aprender a usar el timbre de la puerta.
-Intenta hablarle. Él no me escucha.
-Rhage no escucha a nadie. – V bajó corriendo hacia vestíbulo.
Cuando el estruendo se silenció, Butch fue hacia su extensa colección de corbatas. Escogió una Brioni azul claro, volvió el cuello de su blanca camisa, y colocó la seda alrededor de su cuello. Cuando salió de la sala de estar, pudo oír a Rhage y a V hablando sobre ¿”RU still down” de Tupac?
Butch tuvo que reírse. Hombre, su vida le había llevado a un montón de lugares, muchos de ellos peligrosos, pero nunca había pensado que terminaría viviendo con seis vampiros guerreros. O estando en los alrededores de las peleas para proteger su decreciente especie oculta. En cierta forma, sin embargo, él tenía un lugar con la Black Dagger Brotherhood. Y Vishous, Rhage y él formaban un trío impresionante.
Rhage vivía en la mansión cruzando el patio con el resto de los Brotherhood, pero el triunvirato estaba fuera de la casa del guarda, donde V y Butch cayeron. El Pit, como era conocido el lugar, era un dulce alojamiento comparado con la casucha en la que Butch había vivido. Él y V tenían dos dormitorios, dos cuartos de baño, una cocina, y una sala de estar que estaba decorada con un atractivo estilo, Sótano de casa de Fraternidad Un par de divanes de cuero, TV de pantalla de plasma de alta definición, un futbolito, y bolsos de gimnasio por todas partes.
Cuando Butch entró en el cuarto principal, obtuvo una vista del conjunto de Rhage para la noche: trinchera negra de cuero que caía desde sus hombros hasta sus tobillos. Remera negra metida en los pantalones de cuero .Botas de combate, lo hacían sobrepasar los 2,05 m . Así vestido, el vampiro era sin ninguna duda, extremadamente atractivo. Aun para un hetero reconocido como Butch.
El hijo de puta realmente doblaba las leyes de la física, era muy atractivo. El cabello rubio estaba cortado corto atrás y más largo en la frente. El azul de sus ojos eran del color del agua del mar de las Bahamas. Y la cara hacía que Brad Pitt se viera como un candidato para The Swan.
Pero él no era un niño de mamá, pese a ser fascinante. Algo oscuro y letal hervía detrás de un relumbrante exterior, y tú lo sabías al minuto de verlo. Él emitía las vibraciones de un tipo que mientras sonreía, hacía la aclaración directamente con sus puños, incluso si escupía entre dientes mientras se encargaba del asunto.
-¿Qué estás haciendo, Hollywood?-Preguntó Butch.
Rhage sonrió, mostrando un espléndido set perlado con esos largos caninos. -Haciendo tiempo para salir, poli.
-Maldición, vampiro ¿no tuviste bastante anoche? Esa pelirroja parecía un asunto serio. Y también su hermana.
-Ya me conoces. Siempre hambriento.
Sí, bien, afortunadamente para Rhage, había una corriente interminable de mujeres más que felices para complacer sus necesidades. Y dulce Jesús, el tipo las tenía. No bebía. No fumaba. Pero él corría entre las damas como Butch nunca había visto.
Y no es que Butch conociese a muchos niños del coro.
Rhage miró hacia V. -Ves a vestirte, hombre. A menos que ¿Estás pensando en ir al One Eye con una toalla?
-Deja de cronometrarme, mi hermano.
-Entonces mueve el culo.
Vishous se levantó de detrás de la pesada mesa donde estaba el equipo informático que podía dar a Bill Gates una erección. Desde este centro de mando, V ejecutaba y supervisaba los sistemas de seguridad del recinto del Brotherhood, incluyendo la casa principal, las instalaciones subterráneas de entrenamiento, el Tomb y su Pit, así como también el sistema de túneles subterráneos que interconectaban los edificios. Él controlaba todo: las contraventanas replegables de acero que había instaladas en cada ventana; las cerraduras en las puertas de acero; la temperatura en las habitaciones; la iluminación; las cámaras de seguridad; las verjas.
V había preparado el equipo entero por sí mismo antes de que el Brotherhood se hubiese movido hacía tres semanas. Los edificios y túneles estaban preparados desde principios de 1900, pero en su mayor parte no habían sido utilizados. Después de los acontecimientos en julio, no obstante, la decisión había sido tomada para consolidar las operaciones de los Brotherhood, y todos ellos habían venido aquí.
Mientras V se dirigía a su dormitorio, Rhage sacó un Tootsie Roll Pop de su bolsillo, desgarró el rojo envoltorio, y se lo metió en la boca. Butch podía sentir como el tipo miraba fijamente. Y no se sorprendió cuando el hermano conectó con él.
-De manera que no puedo creerme que te vistas de la mejor manera para hacer un viaje al One Eye, poli. Supongo, éste es un servicio peligroso, incluso para ti. La corbata, los gemelos de los puños de la camisa son todos nuevos, ¿Verdad?
Butch alisó la Brioni sobre su pecho y alargó la mano para coger la chaqueta de Tom Ford que hacía juego con sus amplios pantalones negros. Él no quería comentar lo de Marissa. Solo hablar del tema con V había sido suficiente. Además, ¿qué podía decirle él?
Ella me cerró las puertas cuando me la encontré, y me evita desde hace tres semanas. Así que en lugar de tomar la indirecta, me encabezono y mendigo como un perdedor desesperado.
Bien, él realmente quería sacar a relucir eso delante del Sr. Perfecto, incluso aun cuando el tipo era un buen camarada.
Rhage dio la vuelta a la piruleta en su boca. -Dime una cosa. ¿Por qué pierdes el tiempo con las ropas, hombre? No tienes que hacer nada con tu mojo. Me refiero, te veo siempre rechazando a las mujeres en la barra. ¿Estás intentando salvarte del matrimonio?
-Yup. Tienes razón. Tienen que llevarme atado para que camine por ese pasillo.
-Vamos, Realmente tengo curiosidad. ¿Estás reservándote para alguien? -Cuando sólo hubo silencio, el vampiro se rió suavemente. -¿La conozco?
Butch entrecerró los ojos, sopesando si la conversación terminaría más rápidamente si él cerrase la boca. Probablemente no. Una vez que Rhage empezaba, no lo dejaba hasta que él decidía que se había acabado. Hablaba de la misma forma que mataba.
Rhage negó con la cabeza tristemente. -¿Ella no te necesita?
-Lo sabremos esta noche.
Butch verificó su nivel de dinero en efectivo. Dieciséis años como detective de homicidios no habían forrado mucho sus bolsillos que digamos. Ahora estaba colgado del Brotherhood. Tenía muchos verdes, posiblemente no podría gastarlos lo suficientemente rápido.
-Que tengas suerte, poli.
Butch lo miró de arriba abajo. ¿Cómo lo comprendes?
-Siempre me he preguntado como sería vivir con una mujer que valiese la pena.
Butch se rió. El tipo era un dios sexual, una leyenda erótica en su raza. V le había contado que historias sobre Rhage habían pasado de generación en generación cuando el tiempo era el correcto. La idea que de podría cambiar para ser el marido de alguien era absurda.
-De acuerdo, Hollywood, ¿Cuál es el golpe final? Vamos, dámelo.
Rhage se sobresaltó y apartó la mirada.
Por todos los infiernos, el tipo hablaba en serio. ¡So! Escucha, no significa nada.
-Nah, es guay. - La sonrisa reapareció, pero los ojos eran planos. Él caminó con paso lento hacia el basurero y tiró el palito de la piruleta a la basura. -Ahora, ¿Podemos salir de aquí? Estoy cansado de esperaros niños.
******
Mary Luce aparcó en su garaje, apagó el Civic, y se quedó con la mirada fija en las palas de nieve que colgaban de las clavijas delante de ella.
Estaba cansada, aunque el día no había sido extenuante. Contestar al teléfono e identificar y archivar los documentos en una oficina de abogados no era agotador, física o mentalmente. Así es que realmente no debería estar exhausta.
Pero tal vez ese era el punto. Ella no se sentía muy estimulada, de manera que estaba languideciendo.
¿Tal vez era el momento de volver a los niños? Después de todo, era para lo que había estudiado. Lo que amaba. Lo que la alimentaba. Trabajar con sus pacientes autistas y ayudarles a encontrar las formas de comunicarse le habían traído toda clase de recompensas, personal y profesionalmente. Y el intervalo de dos años no había sido su elección.
Tal vez debería llamar al centro, ver si estaba abierto. Incluso si no estaban, ella podría alistarse como voluntario hasta que hubiese algo disponible.
Sí, mañana lo haría. No había razón para esperar.
Mary cogió su bolso y salió del coche. Cuando la puerta del garaje se cerró, ella fue hacia la parte delantera de su casa y recogió el correo. Hojeando las facturas, hizo una pausa para examinar la noche moderadamente fría de octubre con su nariz. Sus senos nasales zumbaron. El otoño había barrido con todos los desechos del verano hacía un mes, el cambio de estaciones había conducido una ráfaga de aire frío del Canadá.
Ella amaba el otoño. Y el norte del estado de New York lo hacía memorable, en su opinión.
Caldwell, Nueva York, la ciudad donde ella había nacido y probablemente moriría, estaba a más de una hora al norte de Manhattan, de manera que estaba en lo que técnicamente se consideraba el "upstate"(norte del estado). Partido por la mitad por el río Hudson, el Caldie, como era conocido por los nativos, era una ciudad mediana en América. Las zonas ricas, las zonas pobres, las zonas sucias, las zonas normales. Los Wai-Marts, Targets y McDonalds. Los museos y las bibliotecas. Las alamedas suburbanas sofocadas por un centro de la ciudad descolorido. Tres hospitales, dos universidades, y una estatua de bronce de George Washington en el parque.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás y miró las estrellas, pensando que nunca se le ocurriría mudarse. Si era hablar de lealtad o falta de imaginación, ella no estaba segura.
Tal vez era su casa, pensó mientras se dirigía a la puerta principal. El convertido granero estaba situado en el borde de una vieja propiedad de la casa granja, y ella había hecho una oferta quince minutos después de haberla examinado con un agente inmobiliario. Dentro, los espacios eran acogedores y pequeños. Era … precioso.
La había comprado hacía cuatro años, inmediatamente después de la muerte de su madre. Necesitaba algo adorable, así como un cambio completo de paisaje. Su granero era todo lo que su casa durante su infancia no había sido. Aquí, las tablas de entarimado del pino eran del color de la miel, claro barnizado, no manchadas. Su mobiliario era de Crate y Barrel, todo fresco, nada usado o viejo. Las alfombras pequeñas eran de sisal, de piel corta y cuero con ante. Y cada una de las fundas de las cortinas para las paredes y los techos eran de un blanco cremoso.
Su aversión a la oscuridad había influido en la decoración interior. Y escucha, si todo es una variación del color beige, entonces las cosas combinan, ¿Verdad?
Ella puso las llaves y su bolso en la cocina y cogió el teléfono. Ella fue informada de que Tiene… dos mensajes … nuevos.
-Hey, Mary, soy Bill. Escucha, voy a hacerte una oferta. Si pudieses cubrirme en la línea directa esta noche durante una hora, más o menos sería genial. A menos que sepa de ti, asumiré que todavía estás libre. Gracias, otra vez.
Ella lo borró con un pip.
-Mary, ésta es la consulta de la Dr. Delia Croce. Nos gustaría que viniera para su reconocimiento médico trimestral. ¿Llamará usted por favor para programar una cita cuando oiga este mensaje? La ingresaremos. Gracias, Mary.
Mary bajó el teléfono.
La sacudida comenzó en sus rodillas y se abrió camino hacia los músculos de sus muslos. Cuando golpeó su estómago, pensó en correr en busca del cuarto de baño.
Reconocimiento. La ingresaremos.
Ha vuelto, ella pensaba que la leucemia había quedado atrás.
Capítulo 2
-¿Qué diablos vamos a decirle? ¡Él llegará aquí en veinte minutos!
El Sr. O consideró a su dramático colega con una mirada aburrida, mientras pensaba que si el lesser hiciese algo más que saltar arriba y abajo, el idiota podría ser calificado como un juguete saltarín.
Maldición, pero E era un jodido. Por qué su patrocinador le había metido en la Lessening Society en el primer lugar era un misterio. El hombre tenía poco impulso. Ninguna concentración. Y ningún estómago para la nueva dirección en la guerra contra la estirpe del vampiro.
-Que vamos...
-No vamos a decirle nada. -Dijo O mientras miraba alrededor del sótano. Cuchillos, navajas y martillos estaban esparcidos sin orden en el barato aparador de la esquina. Había charcos de sangre aquí y allá, pero no debajo la mesa, donde pertenecían. Y mezclado con el rojo había un negro lustroso, gracias a las heridas superficiales de E.
-Pero el vampiro escapó antes de que le sacáramos cualquier información.
-Gracias por el resumen.
Dos de ellos habían comenzado a trabajar sobre el varón cuándo O salió en busca de ayuda. Cuando regresó, E había perdido control sobre el vampiro, había cortes en un par de sitios, y fue todo su pequeño sangrado una promesa.
Ese jefe gilipollas suyo iba a cabrearse, y si bien O despreciaba al hombre, él y el Sr. X tenían una cosa en común: el descuido era para perdedores.
O miró el baile de E a su alrededor un poco más, mientras encontraba en sus movimientos estúpidos la solución para ambos al inmediato problema y al mismo tiempo a más largo plazo. Cuando O sonrió, E, el tonto, pareció aliviado.
-No te preocupes por nada. - Murmuró O. -Le diré que sacamos el cuerpo y lo dejamos al sol en el bosque. No es gran cosa.
-¿Hablarás con él?
-Sin problema, hombre. Sin embargo, mejor sales corriendo. Él va a sentirse fastidiado.
E asintió y echó el cerrojo en la puerta. –Demasiado tarde.
Sí, di buenas noches, hijo de puta, pensó O cuando empezó a limpiar el sótano.
La repugnante casa pequeña dónde trabajaban pasaba desapercibida desde la calle, intercalada entre un desgastado armazón que una vez había sido un restaurante de barbacoas y una ruinosa casa de huéspedes. Esta parte de la ciudad, una mezcla de miserables residencias y antros comerciales, era perfecto para ellos. Por aquí, las personas no salían después del anochecer, pequeños estallidos de pistolas eran tan comunes como las alarmas de los coches, y nadie decía nada si alguien dejaba escapar un grito o dos.
También, ir y venir del sito era fácil. Gracias a los “pesados” del barrio, todas las farolas estaban estropeadas y la incandescencia ambiental de otros edificios era insignificante. Como un beneficio añadido, la casa tenía una entrada exterior con una mampara en la entrada de su sótano. Cargar un cuerpo completo en un saco y salir y entrar no era problemático.
Aunque si alguien veía algo, tomaría solo un momento eliminar el descubrimiento. No sería una gran sorpresa para la comunidad, en cualquier caso. La basura blanca tenía un camino para descubrir sus tumbas. Junto con esposas golpeadas y chupar cerveza, morir debía ser probablemente solo otra competencia principal.
O recogió un cuchillo y pasó un paño sobre la negra sangre de E eliminándola de la hoja.
El sótano no era muy grande y el techo era bajo, pero había espacio suficiente para la vieja mesa que usaban como estación de trabajo y para el estropeado aparador dónde conservaban sus instrumentos. De todos modos, O pensaba que no era la instalación correcta. Era imposible guardar seguramente a un vampiro aquí, y eso quería decir que perdían una importante herramienta de persuasión. El tiempo desgastaba las facultades físicas y psíquicas. Si la influencia era la correcta, el paso de los días tenía tanto poder como cualquier otra cosa con la que pudieras romper un hueso.
O quería algo fuera en el bosque, lo suficientemente grande de manera que pudiese conservar a sus cautivos durante un período de tiempo. Como los vampiros se hacían humo con el amanecer, tenían que ser mantenidos protegidos del sol. Pero si los encerrabas en un cuarto, entonces corrías el riesgo de su desmaterialización fuera de tus manos. Él necesitaba una jaula de acero para ellos.
Arriba, se cerró la puerta trasera y unos pasos bajaban por las escaleras.
El Sr. X caminó bajo una bombilla desnuda.
El Fore-lesser medía aproximadamente 1,95 y su constitución era como la de un defensa de fútbol americano. Como al igual que todos los asesinos que habían estado en la Sociedad durante mucho tiempo, era muy pálido. Su pelo y su piel eran del color de la harina, y sus iris eran tan claros e incoloros como el cristal de una ventana. Como O, él se vestía con el equipo estándar de los lessers. Pantalones cargo negros y un jersey negro de cuello alto con las armas escondidas bajo una chaqueta de cuero.
-Entonces, dime, Sr. O, ¿Cómo fue el trabajo?
Como si el caos en el sótano no fuese suficiente explicación.
-¿Yo estoy al cargo de ésta casa? -Preguntó O.
El Sr. X caminó casualmente hacia el aparador y cogió un cincel. -Por así decirlo, sí.
-¿Entonces me permites asegurarla para - él movió su mano alrededor del desorden – qué no ocurra otra vez?
-¿Qué ocurrió?
-Los detalles son aburridos. Un civil escapó.
-¿Sobrevivirá?
-No lo sé.
-¿Estabas aquí cuando ocurrió?
-No.
-Cuéntamelo todo. -El Sr. X sonrió cuando el silencio se extendió. -Sabes, Sr. O, tu lealtad podría llevarte a tener problemas. ¿No quieres que castigue a la persona correcta?
-Quiero encargarme por mí mismo.
-Estoy seguro de que lo harás. Excepto que si no me lo dices, podría tener que sacar el costo del fracaso de tu pellejo de todas formas. ¿Lo vale?
-Si tengo permiso para hacer lo que quiera con el responsable de la fiesta, entonces sí.
El Sr. X sonrió. -Sólo puedo imaginar que podría ser.
O esperaba, mientras miraba la cabeza del afilado cincel cogido suavemente mientras el Sr. X paseaba alrededor del cuarto.
-Te emparejé con el hombre incorrecto ¿verdad? -El Sr. X murmuró mientras recogía un par de esposas del suelo. Él las dejó caer sobre el aparador. -Pensé que el Sr. E podría elevarse a tu nivel. No lo hizo. Y me alegra que vinieras a mí primero antes de que lo disciplinaras. Ambos sabemos cuánto te gusta trabajar independientemente. Y cuánto me disgusta a mí.
El Sr. X lo miraba sobre su hombro, sus ojos fijos en O. -En vista de todo esto, particularmente porque te acercaste a mí primero, puedes tener al Sr. E.
-Quiero hacerlo con audiencia.
-¿Tú escuadrón?
-Y otros.
-¿Tratando de probarte a ti mismo otra vez?
-Elevando el nivel.
El Sr. X sonrió fríamente. -Eres un pequeño bastardo arrogante, ¿verdad?
-Soy tan alto como vosotros.
Repentinamente, O se encontró incapaz de mover sus brazos o sus piernas. El Sr. X había utilizado esa mierda paralizadora antes, por lo que no era totalmente inesperado. Pero el tipo todavía tenía el cincel en su mano y se acercaba.
O se opuso al agarre, sudando mientras luchaba y no lograba nada.
El Sr. X se inclinó de manera que sus pechos se tocaban. O sintió que algo rozaba su culo.
-Diviértete, hijo. -Murmuró el hombre en el oído de O. -Pero hazte un favor a ti mismo. Recuerda que por muy largos que sean tus pantalones, tú no eres yo. Te veré más tarde.
El hombre caminó a grandes pasos por el sótano. La puerta arriba se abrió y se cerró.
Tan pronto como O pudo moverse, metió la mano en su bolsillo de atrás.
El Sr. X le había dado el cincel.
Rhage salió del Escalade y escudriñó la oscuridad alrededor del One Eye, esperando que un par de lessers los asaltasen. No esperaba tener suerte. Él y Vishous habían patrullado durante las horas nocturnas, y no habían conseguido nada. Ni siquiera un vistazo. Era condenadamente extraño.
Y para alguien como Rhage, quien dependía de luchar por razones personales, también era infernalmente frustrante.
Como todas las cosas, sin embargo, la guerra entre La Lessening Society y los vampiros eran cíclicas, y actualmente estaban de baja. Tenía sentido. Allá por julio, La Hermandad de la Daga Negra había atacado el centro local de reclutamiento de la Sociedad , junto con diez de sus mejores hombres. Claramente, los lessers hacían un reconocimiento del terreno.
Gracias a Dios, había otras formas de quemar su frustración.
Él miró hacia el creciente nido de depravación que era actualmente la guarida Descanso y Relajación de La Hermandad. El One Eye estaba al borde del pueblo, por lo que la gente de su interior eran motoristas y tipos que trabajaban en la construcción, tipos duros que tendían a la brutalidad en vez de hacia la suave persuasión. El bar era tu estándar de cuchitril húmedo. Un solo piso construido con alrededor un collar de asfalto. Camiones, sedanes americanos, y Harleys aparcaban en el espacio. Con diminutas ventanas, los signos de la cerveza brillaban rojo, azul y amarillo, el logotipo de Coors y Bud Light y Michelob.
No Coronas o Heinekens para estos chicos.
Cuando cerró la puerta del coche, su cuerpo temblaba, su piel picaba, sus gruesos músculos crispados. Extendió sus brazos, tratando de ganar un poco de alivio. No se sorprendió cuando no hubo diferencia. Su maldición arrojaba su paso alrededor, llevándolo a un territorio peligroso. Si no encontraba algún tipo de liberación pronto, entonces iba a tener serios problemas. Caramba, él iba a ser un serio problema.
Muchas gracias, Scribe Virgin.
Era suficientemente malo haber nacido con demasiado poder físico, un jodido regalo fuerte que nunca había apreciado o explotado. Pero entonces él había disgustado mucho a la mística mujer que tuvo el dominio sobre su estirpe. Hombre, ella solo había estado demasiado feliz de poner otro estrato de mierda en el abono con el que él había nacido. Ahora, si él no se quitaba de encima la cólera de forma regular, entonces se volvía mortífero.
Las peleas y el sexo eran las únicas dos liberaciones que se lo sacaban, y él las usaba como un diabético a la insulina. Una corriente estable de ambas ayudaba a mantenerle a nivel, pero no siempre resolvía el problema. Y cuando lo perdía, las cosas se ponían mal para todo el mundo, incluido él mismo.
Dios mío, él estaba cansado de ser golpeado en el interior de su cuerpo, manejando sus demandas, haciendo un intento para no caer en una inconsciencia brutal. Ciertamente, su despampanante cara y la fuerza eran excelentes y buenas. Pero habría intercambiado ambas por un cuerpo flaco, huesudo y feo, si hubiese tenido alguna paz. Caramba, no podía recordar que era la serenidad. Incluso no podía recordar quién era.
La desintegración de sí mismo se había puesto en marcha bastante rápido. Después de solo un par de años de maldición, había dejado de esperar cualquier alivio verdadero y simplemente había intentado sobrevivir sin herir a nadie. Entonces fue cuando había empezado a morir por dentro, y ahora, unos cien años más tarde, estaba en su mayor parte entumecido, nada más que un escaparate brillante y encanto vacío.
En cada nivel que contaba, había dejado de tratar de fingir que era todo menos una amenaza. Porque la verdad era que nadie estaba a salvo cuando estaba por ahí. Y eso era lo que realmente le mataba, aún más que las cosas físicas por las que tenía que pasar cuando la maldición se manifestaba. Vivía con miedo de herir a alguno de sus hermanos. Y, desde un mes atrás, a Butch.
Rhage caminó alrededor del SUV y miró a través del parabrisa al varón humano. Dios mío, ¿quién habría pensado que alguna vez estaría junto a un Homo Sapiens?
-¿Te veremos más tarde, poli?
Butch se encogió de hombros. -No lo sé.
-Buena suerte, hombre.
-Será lo que sea.
Rhage juró suavemente cuando el Escalade se fue y él y Vishous atravesaron el aparcamiento.
-¿Quién es ella, V? ¿Una de nosotros?
-Marissa.
-¿Marissa? ¿Cómo la anterior shellan de Wrath? -Rhage negó con la cabeza. -Oh, de acuerdo, necesito detalles. V, tú me los vas a dar.
-No hago bromas sobre esto. Y tú tampoco deberías.
-¿No tienes curiosidad?
V no contestó hasta que llegaron a la altura de la entrada delantera del bar. -Oh, bien. ¿Lo sabes, no? -Le dijo Rhage.
-Sabes lo que le va a pasar.
V meramente levantó sus hombros y llegó hasta la puerta. Rhage plantó su mano sobre la madera, deteniéndole. -Oye.
-V, ¿alguna vez sueñas conmigo? ¿Alguna vez has visto mi futuro?
Vishous giró la cabeza. En la brillante luz de neón de Coors, su ojo izquierdo, sobre el que tenía sus tatuajes alrededor, fue todo negro. La pupila se dilató hasta que le comió el iris y la parte blanca, hasta no hubo nada excepto un agujero.
Era como quedar mirando en el infinito. O tal vez en el Fade mientras morías.
-¿De verdad quieres saberlo? -Dijo el hermano.
Rhage dejó caer su mano a un lado. -Solo una cosa me preocupa. ¿Voy a vivir lo bastante para escapar de mi maldición? Tú sabes, ¿Encontrar algo de calma?
La puerta se abrió repentinamente y un hombre borracho tambaleante salió fuera como un camión con la dirección rota. El tipo se dirigió hacia los arbustos, vomitó, y luego cayó boca abajo sobre el asfalto.
La muerte era una forma segura para encontrar la paz, pensó Rhage. Y todo el mundo moría. Incluso los vampiros. Eventualmente.
Él no encontró los ojos de su hermano otra vez. -Retíralo, V. No quiero saberlo
Él había sido maldecido una vez ya y todavía le quedaban otros noventa y un años antes de que fuese libre. Noventa y un años, ocho meses, cuatro días hasta que su castigo hubiese terminado y la bestia ya no formase parte de él. ¿Por qué debería alistarse como voluntario para un golpe cósmico y saber que no viviría durante mucho tiempo, el suficiente como para ser libre de la maldita cosa?
-Rhage.
-¿Qué?
-Te lo voy a contar. Tu destino está llegando. Y ella vendrá pronto.
Rhage sonrió. -Oh, ¿Sí? ¿Cómo es la mujer? La preferiría…
-Ella es una virgen.
Un escalofrío atravesó la columna vertebral de Rhage y se le clavó en el culo. -Estás bromeando ¿verdad?
-Mira en mi ojo. ¿Piensas que estoy jodiéndote?
V hizo una pausa durante un momento y luego abrió la puerta, lanzándose hacia el olor de cerveza y los cuerpos humanos junto con el pulso de una vieja canción de Guns N ' Roses.
Cuando entraron, Rhage masculló, -Eres un freaky de mierda, mi hermano. Realmente lo eres.
Capítulo 3
Pavlov tenía sentido, Mary pensó mientras volvía al centro. Su reacción de pánico por el mensaje de la oficina de la Dr. Delia Croce era por adiestramiento, no por algo lógico. "Más pruebas" podrían ser más cosas. Sólo porque ella asociara cualquier tipo de noticias de un médico con una catástrofe no significaba que pudiese ver el futuro. Ella no tenía ni idea de qué (si era algo), estuviese mal. Después de todo, había remitido hacía ya dos años y ella se sentía bastante bien. Bueno, se cansaba, pero ¿quién no lo hacía? Su trabajo y el trabajo de voluntaria la mantenían ocupada.
-Lo primero que haría por la mañana sería llamar para la cita. Pero ahora ella iba a comenzar el trabajo que había cambiado con Bill en la línea directa para suicidios.
Para disminuir un poco la ansiedad, ella hizo una profunda respiración. Las siguientes veinticuatro horas iban a ser una dura prueba, con sus nervios convirtiendo su cuerpo en un trampolín y su mente en un remolino. El truco era atravesar las fases del pánico y luego reforzarse cuando el miedo se aliviara.
Ella aparcó al Civic en una zona abierta en Tenth Street y caminó rápidamente hacia un edificio desgastado de seis plantas. Estaba en la zona sombría del pueblo, residuo de un esfuerzo allá por
los años setenta de profesionalizar un área con nueve bloques de lo que era entonces un "mal barrio". El optimismo no había funcionado, y ahora el espacio de la oficina se mezclaba con un albergue de baja renta.
Ella se paró en la entrada y saludó con la mano a los dos polis que pasaban en un coche patrulla.
La oficina central de la Línea Directa de la Prevención contra el Suicidio estaba en el segundo piso en el frente, y ella miró hacia las iluminadas ventanas. Su primer contacto con la asociación sin fines de lucro había sido cuando había llamado. Tres años antes, ella atendía el teléfono cada jueves, viernes, y los sábados por la noche. También cubría los días de fiesta y cuando lo necesitaban.
Nadie sabía que ella había marcado el número. Nadie sabía que había tenido leucemia. Y si tenía que volver a batallar con su sangre, entonces iba a tener que mantenerlo de la misma manera.
Habiendo visto morir a su madre, no quería a nadie llorando sobre su cama. Ella ya conocía la impotente rabia cuando la gracia salvadora no llegaba. No tenía interés en repetir un teatro mientras peleaba por respirar y nadaba en un mar de fallo de órganos.
De acuerdo. Los nervios habían vuelto.
Mary escuchó un sonido a la izquierda y cogió el destello de un movimiento, como si alguien se hubiera agachado evitando que lo vieran detrás del edificio. Reaccionando, ella marcó un código en una cerradura, entró, y subió las escaleras. Cuando llegó al segundo piso, llamó al interfono para entrar en las oficinas de la línea directa.
Mientras pasaba por la recepción, saludó con la mano a la directora ejecutiva, Rhonda Knute, quien estaba en el teléfono. Luego saludó con la cabeza a Nan, Stuart, y a Lola, quienes cubrían esta noche, y se instaló en un cubículo vacante. Después de asegurarse que tenía suficientes formularios de entradas, un par de plumas, y el libro de intervenciones de la línea directa, sacó una botella de agua de su bolso.
Casi inmediatamente una de sus líneas sonó, y ella comprobó en la pantalla que llamaba una persona de Idaho. Conocía el número. Y la policía le había dicho que era el número de un teléfono público. En el centro de la ciudad.
La llamaba a ella.
El teléfono sonó una segunda vez y lo cogió, seguidamente dijo el guión de la línea directa. -Línea directa para la prevención del suicidio, soy Mary. ¿Cómo puedo ayudarle?-
Silencio. Ni siquiera una respiración.
Débilmente, ella oyó el zumbido de un motor de un coche y luego se desvaneció en el trasfondo. De acuerdo con el registro llamadas entrantes de la policía, la persona siempre llamaba desde un teléfono público y variaba su posición de manera que no pudiesen rastrearlo.
-Soy Mary. ¿Cómo puedo ayudarle? - Ella bajó su voz y rompió el protocolo. -Sé que es usted, y me alegro que extienda su mano esta noche otra vez. Pero por favor, ¿no me puede decir su nombre o qué le pasa?-
Ella esperó. El teléfono continuó muerto.
-¿Otro de los tuyos? - Le preguntó Rhonda, bebiendo un sorbo de té de hierbas.
Mary colgó el teléfono. -¿Cómo lo has sabido?-
La mujer asintió sobre su hombro. -Oí un montón de llamadas fuera, pero no fue más allá del saludo. Entonces de repente estabas encorvada sobre el teléfono.
-Sí, bueno...
-Escucha, los polis han vuelto hoy. No hay ninguna cosa que puedan hacer para controlar cada teléfono público del pueblo, y no están dispuestos a ir más allá en este punto.
-Te lo dije. No me siento en peligro.
-No sabes que no lo estás.
-Vamos, Rhonda, esto está pasando desde hace nueve meses, ¿de acuerdo? Si iban a saltar sobre mí, entonces ya lo habrían hecho. Y realmente quiero ayudar...
-Esa es otra cosa por la que estoy preocupada. Claramente tienes la impresión de que estás protegiendo a quién quiera que sea. Lo estás haciendo muy personal.
-No, no soy la razón por la que llaman, y sé que puedo encargarme de ello.
-Mary, para. Escúchate. -Rhonda acercó una silla y habló bajo cuando se sentó. - Es … duro para mí decírtelo. Pero creo que necesitas un descanso.
Mary se echó hacia atrás. -¿De qué?
-Estás aquí demasiado tiempo.
-Trabajo el mismo número días que los demás.
-Pero te quedas aquí durante horas después de que tu turno llegue al final, y cubres las espaldas de la gente siempre. Estás demasiado involucrada. Sé que estás sustituyendo a Bill ahora mismo, pero cuando él llegue quiero que te marches. Y no te quiero aquí en un par de semanas. Necesitas perspectiva. Esto es duro, reducir drásticamente el trabajo, pero tienes que tener una debida distancia.
-No ahora, Rhonda. Por favor, no ahora. Necesito estar aquí más que nunca.
Rhonda amablemente apretó la tensa mano de Mary. -Éste no es un lugar apropiado para solucionar tus problemas, y lo sabes. Eres una de mis mejores voluntarias que he tenido, y que quiero que vuelvas. Pero sólo después de que hayas tenido algún tiempo para despejar la cabeza.
-No puedo tener ese tipo de tiempo. - Murmuró Mary bajo su respiración.
-¿Qué?
Mary tembló y sonrió a la fuerza. -Nada. Por supuesto, tienes razón. Saldré tan pronto como Bill llegue.
Bill llegó cerca de una hora más tarde, y Mary estuvo fuera del edificio dos minutos después. Cuando llegó a casa, cerró la puerta y se apoyó contra los paneles de madera, escuchando el silencio. El horrible, aplastante silencio.
Dios mío, quería volver a las oficinas de línea directa. Necesitaba oír las suaves voces de los otros voluntarios. Y los teléfonos sonando. Y el zumbido de los fluorescentes en el techo.
Porque sin distracciones, su mente volaba hacia las terribles imágenes: Las camas del hospital. Las agujas. Las bolsas de medicación pendiendo a su lado. En una horrible foto mental, se veía calva, su piel gris y sus ojos hundidos hasta que no pareciera ella misma, hasta que no fuese ella misma.
Y recordó cómo se sentía cuando dejaba de ser una persona. Después de que los doctores iniciaran su tratamiento con quimioterapia, rápidamente se había hundido en la clase marginada de los enfermos frágiles, de los moribundos, convirtiéndose nada más en un recordatorio lastimoso, espeluznante de la mortalidad de otras personas, un póster de la naturaleza terminal de la vida.
Mary pasó velozmente por la sala de estar, atravesó la cocina, y abrió la puerta corrediza. Cuando sus emociones explotaron en la noche, el miedo la hizo jadear, pero el choque del aire frío bajó su respiración.
No sabes qué es lo que puede estar mal. No sabes qué es lo que...
Ella repitió el mantra, tratando de lanzar una red sobre el incesante pánico mientras se dirigía hacia la piscina.
El Lucite de abajo no era más que una bañera grande de agua caliente, y su agua, espesa y lenta como el aceite negro a la luz de la luna. Ella se sentó, se sacó sus zapatos y calcetines, y metió sus pies en las profundidades heladas. Los mantuvo sumergidos incluso cuando se entumecieron, deseando tener el sentido común de saltar y nadar hasta la reja del fondo. Si se aferraba a ello el suficiente tiempo, entonces podría anestesiarse completamente.
Pensó en su madre. Y en cómo Cissy Luce había muerto en su cama en la casa que las dos siempre habían llamado hogar.
Todo sobre ese dormitorio era todavía muy claro: la forma en que la luz atravesaba las cortinas y hacía un patrón de copos de nieve. Esas pálidas paredes amarillas y la blanca alfombra y las mantas. Ese objeto de alivio que había amado su madre, la que tenía las pequeñas rosas con un fondo crema. El olor de nuez moscada y jengibre de un plato con una mezcla de flores secas. El crucifijo en el cabecero y el gran icono de la Madonna en el suelo de la esquina.
Las memorias ardían, obligando a Mary a ver la habitación como había estado después de que todo hubiese terminado, la enfermedad, la muerte, la limpieza, la venta de la casa. Lo había visto antes de mudarse. Limpio. En orden. Los católicos apoyos de su madre empaquetados fuera, la sombra que la cruz había dejado en la pared cubierta con una imagen enmarcada de Andrew Wyeth.
Las lágrimas no se quedarían en su sitio. Llegaron lenta e implacablemente, cayendo sobre el agua. Las miró caer sobre la superficie y desaparecer.
Cuando miró hacia arriba, no estaba sola.
Mary se levantó y tropezó hacia atrás, pero se detuvo, enjugándose las lágrimas. Era solo un niño. Un adolescente. De pelo oscuro y piel pálida. Tan delgado que estaba esquelético, tan bello que no parecía humano.
-¿Qué estás haciendo aquí? - Le preguntó ella, no particularmente asustada. Era difícil estar tan asustada de algo tan angelical. -¿Quién eres?
Él sólo negó con la cabeza.
-¿Te has perdido? - Él miró con seguridad. Hacía demasiado frío para que él llevara puestos sólo unos pantalones vaqueros y una camiseta. -¿Cómo te llamas?
Él levantó una mano hacia su garganta y la movió de un lado a otro negando con la cabeza. Como si fuera un extranjero y estuviera frustrado por la barrera idiomática.
-¿Hablas inglés?
Él asintió y luego sus manos se elevaron al vuelo. El Lenguaje de Signos Americano. Él usaba el LSA.
Mary volvió a su antigua vida, cuando había enseñado a sus pacientes autistas a usar sus manos para comunicarse.
¿Lees los labios o puedes oír? Ella habló por señas tras él.
Él se congeló, como si que ella lo comprendiera fuese lo último que esperara.
Puedo oír muy bien. Solo que no puedo hablar.
Mary lo miró fijamente durante un momento. -Eres la persona que me llamaba.
Él vaciló. Luego asintió con la cabeza. Nunca tuve la intención de asustarle.
Y no llamo para molestarla. Solo me gusta saber que usted está allí. Pero no hay nada extraño en ello, honestamente. Lo juro.
Sus ojos firmes encontraron los suyos.
-Te creo -¿Pero qué iba a hacer ahora? La línea directa prohibía todo contacto con las personas que llamaban.
Sí, bien, ella no iba a sacar al pobre niño a patadas fuera de su propiedad.
-¿Quieres comer algo?
Él negó con la cabeza. ¿Tal vez podría sentarme con usted un rato? Me quedaré el otro lado de la piscina.
Como si estuviera acostumbrado a que le dijeran que se mantuviera apartado de ellos.
-No- Dijo ella. Él inclinó la cabeza una vez y se marchó dando media vuelta. -Quiero decir, siéntate aquí. Cerca de mí.
Él se le acercó lentamente, como si esperara que ella cambiara de idea. Cuándo todo lo que ella hizo fue sentarse y poner sus pies de nuevo en la piscina, él se quitó un par de zapatillas de lona raídas, enrolló sus holgados pantalones, y se sentó a mas o menos un metro de ella.
Dios mío, él era tan pequeño.
Él puso sus pies en el agua y sonrió.
Está fría, afirmó él.
-¿Quieres un suéter?
Él negó con la cabeza y movió sus pies en círculos.
-¿Cómo te llamas?
-John Matthew.
Mary sonrió, pensó que tenían algo en común. -Dos profetas del Nuevo Testamento.
Las monjas me lo pusieron.
-¿Monjas?
Hubo una larga pausa, como si él debatiera qué decirle a ella.
-¿Estabas en un orfanato? -Ella apuntó amablemente. Ella recordó que había uno en la ciudad, Nuestra Señora de la Gracia.
Nací en un cuarto de baño de una estación de autobuses. El empleado de la limpieza que me encontró me llevó a Nuestra Señora. A las monjas se les ocurrió ese nombre.
Ella contuvo su respingo. -Ah, ¿dónde vives ahora? ¿Te adoptaron?
Él negó con la cabeza.
-¿Padres adoptivos? - Por favor, Dios, deja que tenga padres adoptivos. Padres adoptivos agradables. Que lo resguardaran del frío y lo alimentaran. Buena gente que le dijeran que les importaba incluso cuando sus padres habían desertado.
Cuando él no contestó, ella vio sus viejas ropas, y la vieja expresión en su cara. Él no miró como si hubiera conocido muchas cosas agradables.
Finalmente, sus manos se movieron. Vivo en Tenth Street.
Lo que quería decir que vivía en un edificio no habitable o era el inquilino de una casucha infestada de ratas. Cómo lograba estar tan limpio era un milagro.
-Vives cerca de las oficinas de la línea directa, ¿verdad? Por lo cual tú sabrías que estuve esta tarde a pesar del cambio.
Él asintió. Mi apartamento está enfrente. La observo ir y venir, pero no en una forma furtiva. Creo que pienso en usted como en una amiga. Cuando llamé la primera vez … sabe, fue como un capricho o algo por el estilo. Usted contestó… y me gustó como sonaba su voz.
Él tenía bellas manos, pensó ella. Como las una chica. Graciosas. Delicadas.
-¿Y me has seguido hasta casa esta noche?
Bastantes noches. Tengo una bicicleta, y usted es una conductora lenta. Me figuro que si velo por usted, estará más segura. Siempre se queda hasta tarde, y esa no es una buena zona del pueblo para que una mujer esté sola. Aún si va en un coche.
Mary negó con la cabeza, pensando que era algo extraño. Parecía un niño, pero sus palabras eran las de un hombre. Y considerando las cosas, ella probablemente debería marcharse. Este niño anexándose a ella, pensando que era una especie de protector, aún cuando parecía como si él necesitara que lo rescatasen.
Dígame por qué estaba llorado ahora, él le dijo por señas.
Sus ojos eran muy directos, y era raro ver la mirada de un adulto en la cara de un niño.
-Porque puede que se me haya acabado el tiempo. -Barbulló ella.
-¿Mary? ¿No vas a presentarme a esta visita?
Mary miró sobre su hombro. Bella, su única vecina, había atravesado andando el prado de ocho mil metros cuadrados que había entre sus propiedades y estaba de pie sobre el borde del césped.
-Hey, Bella. Ah, ven a conocer a John.
Bella bajó hasta la piscina. La mujer había llegado a la vieja granja el pasado año y se habían dedicado a hablar por las noches. Con 1,80 metros de altura, y una melena de rizos oscuros que le caían un poco por la espalda, Bella te dejaba K.O. Su cara era tan hermosa que Mary había tardado meses en dejar de mirarla fijamente, y el cuerpo de la mujer era el adecuado para la portada de la edición en traje de baño del Sports Illustrated.
Naturalmente John parecía asombrado.
Mary se preguntó distraídamente como sería provocar esa percepción en un hombre, incluso en un preadolescente. Ella nunca había sido hermosa, entraba dentro de la vasta categoría de mujeres que no eran ni feas ni guapas. Y eso había sido antes de que la quimioterapia la hubiera hecho sobre su pelo y en su piel.
Bella se inclinó con una leve sonrisa y extendió su mano hacia el niño. -Hola.
John se levantó y la tocó brevemente, como si no estuviera seguro de que fuera real. Tenía gracia, Mary a menudo había sentido lo mismo por la mujer. Había algo demasiado … mucho sobre ella. Parecía mayor que la vida, con más vivencias que las que había corrido Mary. Ciertamente más magnífica.
Aunque Bella seguro que no desempeñaba el papel de femme fatale. Ella era tranquila, modesta y vivía sola, aparentemente trabajaba de escritora. Mary nunca la veía durante el día, y nadie nunca parecía verla ir y venir de la vieja granja.
John miró a Mary, sus manos moviéndose. ¿Quieres que me vaya?
Luego, como anticipándose a su respuesta, él sacó sus pies fuera del agua.
Ella puso su mano en su espalda, tratando de ignorar los puntiagudos huesos que había debajo de su camisa.
-No. Quédate.
Bella se sacó sus calcetines y sus zapatillas y dio un golpecito con sus dedos de los pies encima de la superficie del agua. -Sí, vamos, John. Quédate con nosotras.
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