Un par de manzanas hacia el oeste, Phury levantaba su copa de Martini y descansaba sobre una banqueta de cuero en el ZeroSum. Él y Butch habían estado bastante silenciosos desde que habían llegado al club hacía más o menos media hora, ambos dedicándose a mirar a la gente desde la mesa de la Hermandad. Dios era testigo que había mucho para ver en ese lugar.
Al otro lado de una pared por la que corría una catarata, la pista de baile del club se retorcía con la música techno mientras los humanos remontaban sobre olas de éxtasis y coca y practicaban sucios actos vestidos con ropa de diseño. Sin embargo, la Hermandad nunca se juntaba con el público en general. La pequeña porción de su propiedad estaba en la sección VIP, una mesa al fondo cerca de la puerta de emergencia. El club era un buen lugar para D&D . La gente los dejaba en paz, las bebidas alcohólicas eran de buena calidad, y estaba situado en el centro, a un paso de distancia de donde la Hermandad hacía la mayor parte de las cacerías. Además era propiedad de un familiar, ahora que Bella y Z estaban emparejados. Rehvenge, el macho que lo dirigía, era su hermano.
Casualmente, también era el proveedor de drogas de Phury.
Tomó un trago largo del borde de su agitado-pero-no-revuelto. No tendría más remedio que realizar otra compra esa noche. Su alijo estaba en baja forma otra vez.
Una mujer rubia se meneó al pasar cerca de la mesa, sus pechos rebotando como manzanas bajo lentejuelas plateadas, la falda del tamaño de un sello de correos relampagueando sobre los cachetes de su trasero y el poco conveniente tanga. El atuendo la hacía ver como algo más que simplemente semidesnuda.
Indecente era la palabra que tal vez estaba buscando.
Era algo típico. La mayoría de las hembras humanas en la sección VIP estaban a una pulgada de ser arrestadas por exhibición indecente, pero bueno, las damas tendían a ser o profesionales o el equivalente civil a prostitutas. Mientras la prostituta se sentaba en la siguiente banqueta, por medio segundo se preguntó cómo se sentiría comprar algo de tiempo con alguien como ella.
Había sido célibe por tanto tiempo, que parecía totalmente fuera de lugar hasta pensar de esa manera, y mucho menos llevar a cabo la idea. Pero tal vez le ayudara a sacarse a Bella de la mente.
—¿Ves algo que te guste? —dijo pausadamente Butch.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Oh? ¿Quieres decir que no has notado a la rubia que acaba de pasar por aquí? ¿O la forma en que te estaba mirando?
—No es mi tipo
—Entonces busca una castaña de cabello largo.
—Lo que sea. —Cuando Phury terminó el Martini, tuvo ganas de tirar la copa contra la pared. Mierda, no podía creer que hubiese pensado en pagar por tener sexo.
Desesperado. Perdedor.
Dios, necesitaba un porro.
—Vamos, Phury, debes saber que todas las chicas de aquí te echan el ojo cuando vienes. Deberías probar alguna.
Vale, demasiada gente lo estaba apremiando esta noche.
—No, gracias.
—Sólo digo que…
—Vete a la mierda y cierra el pico.
Butch maldijo en voz baja pero no hizo más comentarios. Lo que hizo sentir a Phury como un idiota. Como debería.
—Lo siento.
—Nah, está bien.
Phury le hizo señas a una camarera, que acudió enseguida. Mientras se llevaban su copa vacía, murmuró.
—Esta noche trató de engancharme con alguien.
—¿Disculpa?
—Bella. —Phury tomó una empapada servilleta de cocktail y comenzó a doblarla en cuadraditos—. Dijo que había una asistente social en Lugar Seguro.
—¿Rhym? Oh, es muy simpática…
—Pero yo…
—¿No estás interesado? —Butch sacudió la cabeza—. Phury, hombre, se que probablemente me arrancarás la cabeza de un mordisco otra vez, pero ya es tiempo de que comiences a interesarte. ¿Esa mierda contigo y las hembras? Debe terminar.
Phury tuvo que reírse.
—Se directo, ¿por qué no lo haces?
—Mira, necesitas vivir un poco.
Phury señaló a la rubia con la cabeza.
—¿Y crees que comprar sexo forma parte de vivir un poco?
—Con la forma en que te está mirando, no tendrías que pagar —dijo Butch secamente.
Phury forzó a su cerebro para que tratara de imaginar el escenario. Se imaginó a si mismo levantándose y caminando hacia la mujer. Tomándola por el brazo y guiándola hacia uno de los aseos privados. Tal vez le hiciera una mamada. Tal vez la colocara sobre el lavabo, le separara las piernas y bombeara en ella hasta terminar. ¿Tiempo total transcurrido? Quince minutos, como máximo. Después de todo podría ser virgen, pero la mecánica del sexo era bastante simple. Todo lo que su cuerpo necesitaría sería un fuerte apretón, algo de fricción y estaría listo para correrse.
Bueno, en teoría. En ese momento estaba flojo dentro de los pantalones. Así que aunque tuviera la intención de romper con su virginidad esta noche, no iba a suceder. Al menos, no con ella.
—Estoy bien —dijo cuando llegó su nuevo Martini. Después de hacer girar la aceituna con el dedo, se la metió en la boca—. En serio. Estoy bien.
Ambos volvieron a la rutina de guardar silencio, sin ningún sonido entre ellos a excepción del tenue latido de la música que llegaba del otro lado de la pared que tenía la catarata. Phury estaba a punto de sacar el tema de los deportes porque no podía tolerar el silencio cuando Butch se puso rígido.
Una hembra que estaba al otro lado del área VIP estaba mirando en su dirección. Era la jefa de seguridad, la que estaba constituida como un macho y tenía el corte de cabello igual al de un macho. Hablando de tipos duros. Phury la había visto golpear a hombres humanos borrachos como si estuviera azotando perros con un periódico.
Pero espera, no estaba mirando a Phury. Estaba absolutamente concentrada en Butch.
—Whoa, lo has hecho con ella —dijo Phury—. ¿A que si?
Butch se encogió de hombros y tragó el Lag que tenía en el vaso.
—Sólo una vez. Y fue antes de que estuviera con Marissa.
Phury volvió a mirar a la hembra, y tuvo que preguntarse como había sido ese encuentro sexual. Parecía el tipo de mujer que haría ver las estrellas a un hombre. Y no necesariamente de una forma placentera.
—¿Es bueno el sexo anónimo? —preguntó, sintiendo como si tuviera doce años.
La sonrisa de Butch fue lenta. Secreta.
—Solía pensar que lo era. Pero cuando eso es todo lo que conoces, seguro que piensas que la pizza fría es fantástica.
Phury tomo un sorbo de Martini. Pizza fría, huh. Así que eso era lo que le esperaba allí afuera. Que estimulante.
—Mierda, no quiero ser un aguafiestas. Es sólo que es mejor con la persona adecuada. —Butch terminó el Lag de un trago. Cuando la camarera se acercó a levantar el vaso para volver a llenarlo, dijo—. Nah, ahora me detengo en dos. Gracias.
—¡Espera! —dijo Phury, antes de que la mujer se fuera—. Tomaré otro. Gracias.
Vishous supo que estaba dormido, porque estaba contento. La pesadilla siempre comenzaba con él en un estado de gloria. En un principio, siempre estaba enteramente feliz, absolutamente completo, como un cubo de Rubik resuelto.
Luego el arma se disparó. Y una brillante mancha roja brotó de su camisa. Y un grito rasgó el aire que parecía denso como un sólido.
El dolor le golpeó como si hubiera sido desgarrado por fragmentos de metralla, como si hubiera sido rociado con gasolina y encendido, como si le hubieran arrancado la piel en tiras.
Oh, Dios, se estaba muriendo. Nadie sobrevivía esta clase de agonía.
Cayó de rodillas y…
V saltó de la cama como si le hubieran pegado una patada en la cabeza.
En la jaula del ático con paredes negras y vidrios recubiertos por la noche, su respiración sonó como una sierra atravesando madera dura. Mierda, su corazón estaba latiendo tan rápido que sentía como si debiera ponerle las manos encima para mantenerlo en su lugar.
Necesitaba un trago… ahora.
Con piernas temblorosas caminó hacia el bar, agarró un vaso limpio, y se sirvió unos cuatro dedos de Grey Goose. Casi tenía el largo vaso sobre los labios cuando se dio cuenta de que no estaba solo.
Desenvainó una daga negra de la cintura y se giró rápidamente.
—Soy yo, guerrero.
Jesús Bendito. La Virgen Escriba estaba de pie ante él envuelta en una túnica negra de la cabeza a los pies, el rostro cubierto, su pequeña forma dominando el ático. De debajo de su dobladillo se derramaba un resplandor sobre el suelo de mármol, brillante como el sol del mediodía. Oh, una audiencia, justo lo que deseaba en ese momento. Yup, yup.
Hizo una reverencia y se quedo así. Tratando de imaginar como podía seguir bebiendo en esa posición.
—Me siento honrado.
—Como mientes —dijo secamente—. Levántate, guerrero. Veré tu rostro.
V hizo lo que pudo para apartar un hola-como-estás de su boca, con la esperanza de camuflar el oh-demonios que estaba allí. Maldita fuera. Wrath había amenazado con entregarlo a la Virgen Escriba si no se comportaba. Era de suponer que ya había dejado caer esa moneda. Mientras se enderezaba, supuso que sorber algo de Goose sería percibido como un insulto.
—Sí, lo sería —dijo ella—. Pero haz lo que tengas que hacer.
Tragó el vodka como si fuera agua y dejó el vaso en el bar. Quería más, pero tenía esperanzas que no se quedara mucho tiempo.
—El propósito de mi visita no tiene nada que ver con tu Rey. —La Virgen Escriba flotó hacia delante, deteniéndose cuando estaba a un solo pie de distancia. V luchó contra el impulso de dar un paso atrás, especialmente cuando extendió la brillante mano y le rozó la mejilla. Su poder era como el de un relámpago: mortal y preciso. No querías ser su blanco—. Es la hora. ¿La hora de qué? Pero se contuvo a si mismo. No le hacías preguntas a la Virgen Escriba. No a menos que desearas añadir ser utilizado para encerar el suelo en tu currículo. —Se acerca tu cumpleaños.
Era cierto, pronto cumpliría los trescientos tres años, pero no se le ocurría porque eso justificaría una visita privada de su parte. Si deseaba dirigirle unas felicitaciones de cumpleaños, algo rápido en el correo electrónico serviría igual. Joder, podía enviar una e-card de Hallmark y darse por satisfecha.
—Y tengo un regalo para ti.
—Me siento honrado. —Y confundido.
—Tu hembra está lista.
A Vishous se le estremeció todo el cuerpo, como si alguien le hubiera clavado un pincho en el culo.
—Lo siento, ¿que…? —sin preguntas, maldito tonto—. Ah… con todo el debido respeto, no tengo hembra.
—Si la tienes —bajó el brillante brazo—. La he escogido entre todas las Elegidas para ser tu primera compañera. Es la de sangre más pura, la más bella —cuando V abrió la boca, la Virgen Escriba le pasó por encima como una apisonadora—. Ciertamente te emparejarás, y ambos engendrareis, y también engendrarás con las otras. Tus hijas llenarán las filas de las Elegidas. Tus hijos se convertirán en miembros de la Hermandad. Este es tu destino. Convertirte en el Primale de las Elegidas. La palabra Primale cayó como una bomba atómica.
—Disculpe, Virgen Escriba… ah… —se aclaró la garganta y se recordó a si mismo que si cabreabas a Su Santidad, se necesitarían pinzas de barbacoa para recoger tus humeantes pedazos—. No pretendo ofenderla, pero no tomaré ninguna mujer como propia…
—Lo harás. Y yacerás con ella con el ritual apropiado y engendrará a tus hijos. Como lo harán las demás.
Visiones de ser atrapado al Otro Lado, rodeado de hembras, incapaz de luchar, incapaz de ver a sus hermanos… o… Dios, Butch… arrebataron la mordaza de su boca.
—Mi destino es como guerrero. Con mis hermanos. Estoy donde debo estar.
Además, con lo que le habían hecho, ¿podría siquiera engendrar hijos?
Esperaba que le sacudiera por la insubordinación. En vez de ello dijo:
—Que osadía la tuya negar tu lugar. Eres tan parecido a tu padre.
Error. Él y el Bloodletter no tenían nada en común.
—Su Santidad…
—Debes hacer esto. Y debes someterte por voluntad propia.
Su respuesta salió disparada, dura y fría.
—Necesito un condenado buen motivo.
—Eres mi hijo.
V dejó de respirar, su pecho se había vuelto de hormigón. Seguro que lo había dicho en el más amplio sentido de la palabra.
—Hace trescientos tres años naciste de mi cuerpo. —La capucha de la Virgen Escriba se alzó por propia voluntad, revelando una fantasmal y etérea belleza—. Levanta esa maldita palma y conoce nuestra verdad. Con el corazón en la garganta, V levantó la mano enguantada, luego se arrancó el cuero con torpes tirones. Con horror miró fijamente lo que había detrás de su piel tatuada. El brillo en él era igual al de ella.
Jesús Bendito… ¿Por qué demonios no había visto la semejanza antes?
—Tu ceguera —dijo— fue producto de tu negación. No deseabas saberlo.
V se tambaleó alejándose de ella. Cuando golpeó el colchón, se dejó caer de culo y se dijo a si mismo que este no era el momento de perder la cabeza…
Oh, espera… ya la había perdido. Buen negocio, de lo contrario en ese momento estaría absolutamente aterrado.
—¿Cómo… es eso posible? —seguro que eso era una pregunta, pero a estas alturas, ¿a quien mierda le importaba?
—Sí, creo que por esta vez te perdonaré el interrogatorio. —La Virgen Escriba flotó alrededor de la habitación, moviéndose sin caminar, su ropa no se veía afectada por el movimiento, como si estuviera esculpida en piedra. En el silencio pensó en ella como en una pieza de ajedrez. La reina, la única entre todas las demás en el tablero que podía moverse en todas direcciones. Cuando finalmente habló, su voz era profunda. Autoritaria.
—Deseaba conocer la concepción y el nacimiento en forma física, así que asumí una forma adecuada para realizar el acto sexual y fui al Antiguo País en mi época fecunda —hizo una pausa ante las puertas de vidrio que daban a la terraza—. Escogí el macho basándome en lo que creía eran los atributos masculinos más deseables para la supervivencia de la especie. Fuerza e ingenio, poder, agresividad.
V visualizó a su padre y trató de imaginar a la Virgen Escriba teniendo sexo con el macho. Mierda, esa debía haber sido una experiencia brutal. —Lo fue —dijo—. Recibí exactamente lo que en gran medida había ido a buscar. No había vuelta atrás una vez que comenzó el celo, y él fue fiel a su naturaleza. Aunque al final, se contuvo. De alguna forma supo que era lo que buscaba y quién era.
Si, su padre había sobresalido en encontrar y explotar las motivaciones de los demás.
—Tal vez fue tonto por mi parte pensar que podría pretender ser algo que no era ante un macho como él. Verdaderamente inteligente —miró a V a través de la habitación—. Me dijo que me daría su semilla sólo si un hijo macho le era entregado. Nunca había logrado ser padre de un hijo que sobreviviera, y su virilidad de guerrero quería esa satisfacción.
—Yo, sin embargo, deseaba a mi hijo para las Elegidas. Tu padre podía entender de tácticas, pero no era el único. Sabía bien cuál era su debilidad y tenía el poder de garantizar el sexo del bebé. Acordamos que te tendría tres años después del nacimiento y durante tres siglos, y que podía guiarte para luchar a su lado. De ahí en adelante servirías a mis propósitos.
¿Sus propósitos? ¿Los propósitos de su padre? Mierda, ¿es que acaso él no tenía voto?
La voz de la Virgen Escriba se hizo más baja. —Habiendo llegado a un acuerdo, me forzó debajo de él durante horas, hasta que la forma que había adquirido casi muere por ello. Estaba poseído por la necesidad de concebir, y yo lo soporté porque me pasaba lo mismo.
Soportar era el término adecuado. V, como el resto de los machos del campamento guerrero, había sido forzado a observar a su padre tener sexo. El Bloodletter no distinguía entre luchar y fornicar y no había hecho concesiones al tamaño de las hembras ni a su debilidad.
La Virgen Escriba comenzó nuevamente a moverse alrededor de la habitación. —Te dejé en el campamento en tu tercer cumpleaños.
V fue levemente consciente de un zumbido en la cabeza, como un tren que estuviera cobrando velocidad. Gracias al pequeño trato de sus padres, había estado viviendo una ruina de vida, atrapado, lidiando con las secuelas de la crueldad de su padre así como también con las malignas lecciones del campamento.
Su voz se hizo un gruñido.
—¿Sabes lo que me hizo? ¿Lo que me hicieron allí?
—Si.
Enviando todas las reglas de etiqueta al carajo, dijo:
—Entonces por qué mierda dejaste que me quedara allí.
—Había dado mi palabra.
V se levantó estallando, llevándose la mano a los genitales.
—Me alegra saber que tu honor permaneció intacto, incluso si yo no. Sip, es un intercambio jodidamente justo.
—Puedo entender tu enfado…
—¿Puedes, madre? Eso me hace sentir mucho mejor. Pasé veinte años de mi vida luchando por sobrevivir en ese pozo negro. ¿Qué obtuve a cambio? Una mente confusa y un cuerpo jodido. ¿Y ahora quieres que engendre para ti? —sonrió fríamente—. ¿Qué sucede si no puedo fecundarlas? Sabiendo lo que me pasó, ¿no se te ocurrió pensar en eso?
—Eres capaz.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Piensas que hay alguna parte de mi hijo que no pueda ver?
—Tú… perra… —susurró.
Una ráfaga de calor salió del cuerpo de ella, lo suficientemente caliente para chamuscarle las cejas, y su voz estalló en todo el ático.
—No te olvides de quien soy, guerrero. Elegí a tu padre imprudentemente, y ambos sufrimos por mi error. ¿Piensas que permanecí indemne mientras veía que curso había tomado tu vida? ¿Piensas que te observé de lejos sin verme afectada? Muero cada día por ti.
—Bueno, mira si no eres la maldita Madre Teresa —gritó, consciente de que su propio cuerpo había comenzado a calentarse—. Se supone que eres todopoderosa. Si te hubiera importado una mierda, podrías haber intervenido…
—Los destinos no son elegidos, son otorgados…
—¿Por quién? ¿Por ti? Entonces, ¿es a ti a la que debo odiar por toda la mierda que me han hecho? —ahora estaba brillando por todos lados, ni siquiera tenía que mirar hacia abajo a sus antebrazos para saber que lo que estaba en su mano se había extendido por todo su cuerpo. Justo. Como. Ella—. Dios… te maldiga.
—Hijo mío…
Enseñó los colmillos.
—No me llames así. Nunca. Madre e hijo… no lo somos. Mi madre hubiera hecho algo. Cuando estaba desamparado, mi madre hubiera estado allí…
—Quería estar…
—Cuando estaba sangrando, desgarrado y aterrorizado, mi madre hubiera estado allí. Así que no me vengas con esas gilipolleces de hijito mío.
Hubo un largo silencio. Luego su voz salió clara y fuerte.
—Te presentarás ante mí después de mi retiro, que comienza esta noche. Se te presentará a tu compañera como una formalidad. Regresarás cuando esté adecuadamente preparada para que la uses, y harás lo que estas destinado a hacer desde tu nacimiento. Y lo harás por propia voluntad.
—Y un infierno que lo haré. Y jódete.
—Vishous hijo del Bloodletter, lo harás porque si no lo haces, la raza no sobrevivirá. Para poder conservar la esperanza de resistir los asaltos de la Sociedad Lessening, se necesitan más hermanos. Vosotros los de la Hermandad no sois más que un puñado en este momento. En épocas pasadas erais veinte o treinta. ¿Donde podríamos conseguir más sin ser engendrándolos selectivamente? —Dejaste que Butch entrara en la Hermandad, y no era… —Fue una dispensa especial ante una profecía cumplida. No es lo mismo, y bien lo sabes. Su cuerpo nunca será tan fuerte como el tuyo. Si no fuera por su poder innato, nunca podría funcionar como un hermano.
V apartó la vista.
La supervivencia de la especie. La supervivencia de la Hermandad. Mierda.
Paseó por el lugar y terminó junto a la mesa de tortura y su pared de juguetes.
—Soy el tipo equivocado para esta clase de cosas. No soy del tipo heroico. No estoy interesado en salvar al mundo.
—La lógica está en la biología y no puede ser evitada.
Vishous levantó la brillante mano, pensando la cantidad de veces que la había usado para incendiar cosas. Casas. Coches.
—¿Que hay acerca de esto? ¿Quieres una generación entera maldita como yo? ¿Qué pasa si le transfiero esto a mi descendencia?
—Es un arma excelente.
—También lo es una daga, pero no incinera a tus amigos.
—Estás bendito, no maldito.
—¿Ah, si? Trata de vivir con esta cosa.
—El poder requiere sacrificios.
Se rió con una dura carcajada.
—Bueno, entonces, renunciaría a esta porquería al instante para ser normal
—A pesar de todo, tienes una responsabilidad con la raza.
—Uh-huh, claro. Igual que tú tenías una con el hijo que habías dado a luz. Mejor reza para que yo sea más escrupuloso con mi responsabilidad.
Miró fijamente hacia la ciudad, pensando en los civiles que había visto caer, golpeados, muertos a manos de los lessers del Omega. Había sido siglos de inocentes asesinados por esos bastardos, y la vida ya era lo suficientemente dura sin ser cazado. Él debería saberlo.
Hombre, odiaba que tuviera algo de razón en lo que se refería a la lógica. Ahora sólo había cinco miembros en la Hermandad, aún con la asociación de Butch. Por ley, Wrath no podía luchar debido a que era Rey. Tohrment había desaparecido. Darius había muerto el último verano. Así que eran cinco contra un enemigo que continuamente se multiplicaba. Para empeorar las cosas, los lessers tenían un interminable suministro de humanos para arrastrar a sus filas, donde los hermanos debían nacer y criarse y sobrevivir a sus transiciones. Seguro, la clase de alumnos que estaba siendo entrenada en el Complejo eventualmente saldrían como soldados. Pero esos muchachos nunca poseerían la clase de fuerza, resistencia o capacidades curativas que los machos de la línea de sangre de la Hermandad tenían. Y acerca de hacer más hermanos… era un charco pequeño del cual se podía elegir progenitores. Por ley, Wrath como Rey podía yacer con cualquier hembra de la especie, pero estaba plenamente vinculado a Beth. Como lo estaban Rhage y Z con sus hembras. Tohr, asumiendo que aún estuviera con vida y volviera en algún momento, no iba a tener el estado de ánimo adecuado como para embarazar a ninguna de las Elegidas. Phury era la única otra posibilidad, pero era célibe y tenía el corazón malditamente roto. No era material de prostitución masculina.
—Mierda. —Mientras rumiaba la situación, la Virgen Escriba permaneció en silencio. Como si supiera que si decía una palabra dejaría todo el asunto de lado y que la raza se fuera al infierno. Se giró para enfrentarla.
—Lo haré con una condición.
—Cual es.
—Viviré aquí con mis hermanos. Lucharé junto a mis hermanos. Iré al Otro Lado y… —Santa mierda. Oh, Dios…— yaceré con quien sea. Pero mi hogar está aquí.
—Los Primales viven…
—Este no, así que tómame o déjame —la miró enfurecido—. Y que te quede claro. Soy un bastardo lo suficientemente egoísta como para seguir mi camino si no estás de acuerdo, y entonces ¿qué harás? Después de todo, no puedes obligarme a joder con mujeres por el resto de mi vida, no a menos que desees trabajar sobre mi polla tú misma —sonrió fríamente—. ¿Qué dice la biología acerca de eso?
Ahora era el turno de ella de recorrer la habitación. Mientras la observaba y aguardaba, odiaba el hecho de que parecía que se concentraban de la misma manera… con movimiento.
Se detuvo frente a la mesa de tortura y estiró la mano brillante, haciéndola flotar sobre la tabla de madera dura. Los remanentes del sexo que había tenido se desvanecieron en el aire, la suciedad fue limpiada, como si no lo aprobara.
—Pensé que tal vez te gustaría una vida tranquila. Una vida donde fueras protegido y no tuvieras que luchar.
—¿Y perder todo ese cuidadoso entrenamiento que tuve con los puños de mi padre? Ya, eso sería una gran perdida. En cuanto a la protección pude haberla necesitado hace unos trescientos años. Ahora no.
—Pensé que tal vez… te gustaría tener una compañera de tu elección. La que yo escogí para ti, es la mejor de todos los linajes de sangre. Una sangre pura elegante y hermosa.
—Y fuiste tú la que escogió a mi padre, ¿verdad? Así que disculpa si no me entusiasmo mucho.
Su mirada vagó hacia su equipo.
—Prefieres estos… duros apareamientos.
—Soy hijo de mi padre. Tu misma lo dijiste.
—No puedes participar de estos… juegos sexuales con tu compañera. Sería vergonzoso y aterrador para ella. Y no podrás estar con nadie más que no sea una Elegida. Sería un escándalo.
V trató de imaginarse dejando de lado sus aficiones.
—Mi monstruo necesita salir. Especialmente ahora.
—¿Ahora?
—Vamos, mamá. Lo sabes todo acerca de mí, ¿no es así? Así que sabes que mis visiones se han agotado y que estoy casi psicótico por falta de sueño. Demonios, debes saber que salté desde este edificio la semana pasada. Cuanto más se alargue esto, peor me voy a poner, especialmente si no puedo tener …un poco de ejercicio.
Ondeó la mano, desestimándolo.
—No ves nada porque estás ante una encrucijada en tu propio camino. El libre albedrío no puede ser ejercitado si estás enterado del resultado final, por lo tanto tu parte precognitiva se reprime naturalmente. Regresará.
Por alguna loca razón eso lo tranquilizó, aunque había luchado contra la intromisión de los destinos de otras personas desde que habían comenzado a aparecérsele siglos antes.
Luego se dio cuenta de algo.
—Tú no sabes lo que va a pasarme, ¿no es así?. No sabes lo que voy a hacer.
—Me darás tu palabra de que cumplirás con tus deberes en el Otro Lado. Que te harás cargo de lo que se debe hacer. Y me la darás ahora.
—Dilo. Di que no sabes lo que ves. Si quieres mi promesa, dime esto.
—¿Por qué?
—Quiero saber que estás impotente ante algo —escupió—. Para que sepas como me siento yo.
El calor en ella se elevó hasta que el ático estuvo como una sauna. Pero entonces dijo:
—Tu destino es el mío. No conozco tu camino.
V cruzó los brazos sobre el pecho, sintiéndose como si tuviera un nudo corredizo alrededor de la garganta y estuviera parado sobre una desvencijada silla. Joderse.
—Tienes mi palabra vinculante.
—Toma esto y acepta tu designación como Primale —le tendió un pesado medallón de oro con un cordón de seda negro. Cuando tomo el objeto, ella asintió una vez, como sellando el pacto—. Me adelantaré e informaré a las Elegidas. Mi retiro termina dentro de varios días. Vendrás a mí en ese momento y serás instaurado como Primale.
Su capucha negra se alzó, sin que utilizara las manos. Justo antes de que ésta bajara sobre el brillante rostro dijo:
—Hasta que nos volvamos a ver. Que estés bien.
Desapareció sin un sonido de movimiento, como una luz extinguiéndose.
V fue hacia la cama antes de que le cedieran las rodillas. Cuando el culo golpeó contra el colchón, miró fijamente el largo y delgado colgante. El oro era antiguo y estaba marcado con caracteres en la Antigua Lengua. No deseaba hijos. Nunca lo había hecho. Aunque suponía que bajo este escenario, no era más que un donante de esperma. No tendría que ser un padre para ninguno de ellos, lo que era un alivio. No sería bueno con esa mierda.
Metiéndose el medallón en el bolsillo trasero de los pantalones de cuero, puso la cabeza entre las manos. Le llegaron imágenes de lo que había sido crecer en el campamento guerrero, los recuerdos eran claros como el agua y afilados como el cristal. Con una grosera maldición en la Antigua Lengua, tendió la mano hacia la chaqueta, sacó el teléfono, y le dio a una de las teclas de marcado rápido. Cuando en la línea apareció la voz de Wrath, se oía un vibrante sonido de fondo. —¿Tienes un minuto? —dijo V.
—Sip, ¿qué pasa? —cuando V no continuo hablando, la voz de Wrath se hizo más fuerte—. ¿Vishous? ¿Estás bien?
—No.
Hubo un crujido luego se oyó la voz de Wrath a lo lejos.
—Fritz, ¿puedes venir más tarde a aspirar? Gracias, hombre. —El sonido vibrante se detuvo y una puerta se cerró—. Dime.
—Recuerdas… ah, ¿recuerdas la última vez que te emborrachaste? ¿Pero realmente borracho?
—Mierda… ah… —durante la pausa, V se imaginó las negras cejas del Rey frunciéndose hasta hundirse detrás de sus gafas envolventes—. Dios, creo que fue contigo. Allá, a principios del año 1900, ¿verdad? Siete botellas de whisky entre los dos.
—En realidad, fueron nueve.
Wrath se echó a reír.
—Empezamos a las cuatro de la tarde y nos tomó, qué, ¿unas catorce horas? Estuve vomitando todo un día después de eso. Han pasado cien años y creo que aún tengo resaca.
V cerró los ojos.
—¿Recuerdas, justo cuando estaba llegando el amanecer, que yo, ah… te dije que nunca había conocido a mi madre? ¿Qué no tenía idea de quién era o que había pasado con ella?
—La mayor parte está confusa, pero sip, eso lo recuerdo.
Dios, ambos habían estado tan contaminados esa noche. Borrachos hasta el culo. Y esa había sido la única razón por la que V había cotorreado un poco acerca de lo que le corroía la mente las veinticuatro horas de los siete días de la semana.
—¿V? ¿Qué pasa? ¿Esto tiene algo que ver con tu mahmen?
V se dejó caer hacia atrás sobre la cama. Mientras aterrizaba, el colgante que tenía en el bolsillo trasero le pellizcó el culo.
—Sip… acabo de conocerla.