sábado, 14 de mayo de 2011

AMANTE MIO/CAPITULO 1 2 3

Capítulo 1

Otra jodida mariposa.
Cuando R.I.P. vio lo que estaba entrando por la puerta de su salón de tatuajes, supo que iba a terminar haciendo otra jodida mariposa. O tal vez dos.
Sí. Dado el par de rubias, altas y burbujeantes que soltaban risitas tontas de camino hacia su recepcionista, no era probable que fuera a grabar ninguna mierda de calavera con huesos en sus pieles.
Estas Paris Hiltons y su excitación a la somos-tan-malas le hicieron mirar el reloj... y desear cerrar ya, en vez de a la una de la mañana.
Joder... la mierda que tenía que hacer por dinero. La mayor parte del tiempo podía mostrar una actitud de sí, lo que sea respecto a los pesos livianos que entraban a marcar su piel, pero esta noche las brillantes ideas de niñatas le fastidiaban. Era difícil entusiasmarse con el set Hello Kitty cuando acababa de pasar tres horas haciendo un retrato conmemorativo para un motorista que había perdido a su mejor amigo en la carretera. Uno era la vida real, la otra una caricatura.
Mar, su recepcionista, se acercó a él.
—¿Tienes tiempo para uno rapidito? —Sus cejas perforadas se alzaron cuando puso los ojos en blanco—. No debería llevar mucho.
—Sí. —Asintió hacia su silla acolchada—. Trae acá a la primera.
—Quieren hacerlo juntas.
Por supuesto.
—Bien. Trae el taburete de la parte de atrás.
Mientras Mar desaparecía tras una cortina y él se preparaba, las dos que estaban junto a la caja registradora se sostenían las manos la una a la otra y cuchicheaban nerviosamente sobre los formularios de consentimiento que tenían que firmar. De vez en cuando, las dos le lanzaban furtivas miradas, como si con todos sus tatuajes y su metal, él fuera un tigre exótico que hubieran venido a admirar al zoo... y al que aprobaban totalmente.
Uh-huh. Seguro. Se cortaría sus propias pelotas antes de soltarles siquiera un polvo por compasión.
Después de que Mar aceptara su dinero, las trajo y se las presentó como Keri y Sarah. Lo cual fue más de lo que él esperaba. Se había estado preparando para Tiffany y Brittney.
—Quiero una carpa arcoiris —dijo Keri mientras se colocaba en la silla adoptando lo que claramente pretendía ser una curva seductora—. Justo aquí.
Se subió la ceñida camisita, bajó la cremallera de sus vaqueros y empujó hacia abajo la parte alta del tanga rosa. Su ombligo tenía un aro con un diamante falso en forma de corazón rosa colgando y estaba claro que se hacía la depilación al laser.
—Bien —dijo R.I.P—. ¿Cómo de grande?
Keri la Seductora pareció desinflarse un poco... como si su tasa de un indudable cien por ciento de éxito con jugadores de fútbol universitarios la hubiera llevado a asumir que él jadearía ante los atributos que le estaba mostrando.
—Um... no demasiado grande. Mis padres me matarían si supieran que estoy haciendo esto... así que no puede asomar por encima de la línea del bikini.
Por supuesto que no.
—¿Dos centímetros? —Alzó su mano tatuada y le dio una sensación de dimensión.
—Tal vez... un poco más pequeño.
Con un bolígrafo negro, hizo un boceto sobre su piel, y después de que ella le pidiera que permaneciera dentro de esos límites, se puso los guantes negros con un chasquido, tomó una aguja nueva y encendió su pistola.
Aproximadamente un segundo y medio después Keri ostentaba lágrimas y se colgaba de la mano de Sarah como si estuviera dando a luz sin epidural. Y esa era la diferencia, ¿no? Había una gran división entre los duros y los aspirantes. Las mariposas, las carpas y los bonitos corazoncitos no eran...
La puerta del salón se abrió de par en par... y R.I.P. se enderezó un poco sobre su taburete con ruedas.
Los tres hombres que entraron no llevaban uniformes militares, pero definitivamente no eran civiles. Vestían cuero negro desde las chaquetas, a los pantalones y las shitkickers, eran hombres enormes que absorvian las paredes del salón y encogían el techo. Había montones de protuberancias ocultas bajo esos abrigos. Del tipo que formaban las armas y tal vez cuchillos.
Con un sutil cambio de postura, R.I.P. se movió en dirección a su mostrador, donde estaba el botón de alarma.
El de la izquierda tenía ojos dispares, piercings de bronce y una fría mirada de asesino. El de la derecha parecía un poco más cercano a lo convencional, con su cara de niño bonito y el cabello rojo... excepto por el hecho de que se comportaba como alguien que hubiera estado en la guerra y hubiera regresado.
El del medio, sin embargo, era un problema. Ligeramente más alto que sus amigos, tenía cabello castaño oscuro corto y un rostro apuesto de rasgos clásicos... pero sus ojos azules estaban muertos, con tanto reflejo como el asfalto viejo.
Un muerto ambulante. Sin nada que perder.
—Ey —les saludó R.I.P— ¿Necesitáis algo de tinta, chicos?
—Él. —El de los piercings señaló con la cabeza a su amigo de ojos azules—. Y tiene el diseño. Es un trabajo para el hombro.
R.I.P. dio oportunidad a sus instintos de sopesar el proyecto. Los hombres no habían mirado a Mar inapropiadamente. No habían ojeado la caja registradora y ninguno había intentado sacar su arma. Esperaban cortésmente... pero expectantes. Como viendo si hacía lo que querían o si iban a buscar a alguien más para que lo hiciera.
Volvió a relajar su posición, pensando que eran colegas.
—De acuerdo. Esto no me llevará mucho tiempo.
Mar intervino desde detrás del mostrador.
—Se supone que cerramos en menos de una hora...
—Pero te haré el trabajo —dijo R.I.P. al del centro—. No te preocupes por la hora.
—Y creo que yo me quedaré —dijo Mar, examinando al de los piercings.
El tipo de ojos azules levantó las manos y las movió con gestos precisos. Después de que acabara, el de los piercings tradujo.
—Te lo agradece. Y dice que ha traído su propia tinta, si te parece bien.
No era exactamente lo habitual e iba en contra del código de salud, pero R.I.P. no tenía ningún problema en ser flexible con el cliente adecuado.
—No hay problema, colega.
Volvió al trabajo con la carpa y Keri reasumió su rutina de morderse el labio y gemir como una niñita. Cuando hubo terminado, no le sorprendió en absoluto que Sarah, después de haber observado la «agonía» de su amiga, decidiera que quería un reembolso en vez de una bonita tinta coloreada propia.
Lo cual eran buenas noticias. Significaba que podría ponerse a trabajar en el tipo de los ojos muertos enseguida.
Mientras se quitaba los guantes negros y limpiaba, se preguntaba qué aspecto tendría el maldito bosquejo. Y exactamente cuánto tiempo le llevaría a Mar meterse dentro de los pantalones del de los piercings.
Lo primero sería probablemente un trabajo medianamente bueno.
Y lo último... le daba alrededor de diez minutos, porque ella había captado la atención de su mirada dispar y Mar era una trabajadora rápida... no sólo detrás del mostrador.
* * *
Al otro lado de la ciudad, lejos de los bares y salones de tatuaje de Trade Street, en un enclave de piedra arenisca y sendas empedradas, Xhex estaba de pie ante una ventana que sobresalía y contemplaba fijamente a través de un cristal antiguo y sinuoso
Estaba desnuda, fría y magullada.
Pero no impotente.
Allá abajo, en la acera, una humana recorría la calle con un perrito chillón de la correa y un teléfono móvil en la oreja. Enfrente, dentro de otros apartamentos elegantes la gente estaba bebiendo, comiendo y leyendo. Los coches avanzaban lentamente ya fuera por respeto hacia los vecinos o por temor por sus sistemas de suspensión en la calle accidentada.
La audiencia de miserables homo sapiens no podía verla ni oírla. Y no sólo porque las capacidades de esa otra raza fueran tan reducidas en comparación con las de los vampiros.
O en su caso, vampiros medio-symphath.
Aunque encendiera la luz del techo y gritara hasta que sus cuerdas vocales se agotaran, aunque ondeara los brazos hasta que se desprendieran de sus articulaciones, los hombres y mujeres que estaban a su alrededor simplemente seguirían con lo que fuera que estuvieran haciendo, sin advertir que ella estaba atrapada en este dormitorio, justo en medio de ellos. Y no era como si pudiera levantar la cómoda o la mesilla de noche para romper el cristal. Tampoco podía derribar la puerta de una patada ni arrastrarse por la ventilación del baño.
Ya había intentado todo aquello.
La asesina dentro de ella no podía evitar sentirse impresionada por la naturaleza impenetrable de su celda invisible: no había realmente, forma de sortearla, atravesarla o salir de ella.
Dando la espalda a la ventana, caminó alrededor de la cama king-size con sus sábanas de seda y sus horribles recuerdos... pasó frente al baño de mármol... y continuó caminando para pasar frente a la puerta que daba al pasillo. Dada la forma en que habían ido las cosas con su captor, no era como si necesitara más ejercicio, pero no podía quedarse quieta, su cuerpo temblaba y zumbaba.
Ya antes había pasado por esta cosa de contra-su-voluntad. Sabía que después de un tiempo la mente, como un cuerpo famélico, podía comerse a sí misma si no la alimentabas con algo que masticar.
¿Su distracción favorita? Mezclar bebidas. Después de haber trabajado en clubs durante años, conocía legiones de cocktails y brebajes y los recorría mentalmente, visualizando botellas y vasos, la forma de servirlas, el hielo y los aromas.
Esa rutina de Barmanpedia la había mantenido cuerda.
Hasta ahora, había contado con que hubiera un error, un desliz, una oportunidad para escapar. No se había producido ninguno y esa esperanza comenzaba a decaer, exponiendo un enorme agujero negro que estaba listo para devorarla. Así que simplemente seguía haciendo bebidas mentalmente y buscando su oportunidad.
Y de un modo extraño, su experiencia pasada ayudaba. Fuera lo que fuera lo que pasara aquí, por malo que fuera, por mucho que doliera físicamente, no era nada comparado con lo que había pasado antes.
Esto era poca cosa.
O... al menos eso se decía a sí misma. Algunas veces se sentía peor.
Continuando con el paseo, pasó los dos ventanales de delante, la cómoda, y luego volvió a rodear la cama. Esta vez entró en el baño. No había hojas de afeitar ni cepillos ni peines, sólo algunas toallas ligeramente húmedas y una o dos barras de jabón.
Cuando Lash la había secuestrado, utilizando el mismo tipo de magia que la mantenía en estas habitaciones, la había traído a esta elegante guarida suya y su primer noche y día juntos habían sido un indicativo de cómo serían las cosas.
Se vio a sí misma en el espejo que había sobre los lavabos dobles, y efectuó una desapasionada revisión de su cuerpo. Tenía magulladuras por todos lados... cortes y arañazos también. Él era brutal en lo que hacía y ella luchaba porque maldita fuera si le permitía matarla... así que era difícil decir qué marcas había hecho él y cuales habían sido secundarias a lo que ella le había hecho al bastardo.
Que pusieran su culo desnudo delante de algún espejo y estaba dispuesta a apostar su último aliento a que él no tenía mucho mejor aspecto que ella.
Ojo por ojo.
La desafortunada consecuencia era que a él le gustaba que ella respondiera al fuego con fuego. Cuanto más luchaban, más se excitaba él y le daba la sensación de que le sorprendían sus propias emociones. Durante el primer par de días, había estado en modo castigo, intentando hacerle pagar por lo que le había hecho ella a su última novia... evidentemente, esas balas que había metido en el pecho de la zorra realmente le habían cabreado. Pero luego las cosas habían cambiado. Había empezado a hablar menos de su ex y más sobre partes del cuerpo y fantasías que involucraban un futuro donde se la incluía para engendrar a su prole.
Confidencias de almohada para el sociópata.
Ahora cuando venía a ella sus ojos brillaban por otra razón y si la dejaba sin sentido, habitualmente recuperaba la conciencia con él enroscado alrededor de su cuerpo.
Xhex dio la espalda a su reflejo y se quedó congelada antes de dar otro paso.
Había alguien abajo.
Saliendo del baño, fue a la puerta que conducía al pasillo e inhaló lenta y profundamente. Cuando un olor a animal atropellado y sudoroso flotó en el aire hasta sus fosas nasales, le quedó claro que quien rondaba por ahí abajo era un lesser... pero no era Lash.
No, este era su esbirro, el que venía cada noche antes de que llegara su captor, para hacerle de comer. Lo que significaba que Lash estaba de camino a la casa de piedra arenisca.
Joder, maldita fuera su suerte: había sido secuestrada por el único miembro de la Sociedad Lessening que comía y follaba. El resto de ellos eran impotentes como un anciano de noventa años y existían a base de una dieta de aire, ¿pero Lash? El cabrón era completamente funcional.
Volviendo a la ventana, extendió la mano hacia el cristal. El límite que marcaba su prisión era un campo de energía que se sentía como una ardiente picazón cuando se entraba en contacto con él. La maldita cosa era como una valla invisible para cosas más grandes que un perro... con el beneficio añadido de no requerir ningún collar.
Había cierta elasticidad en él... cuando presionaba hacia delante, había un indicio de flexibilidad, pero sólo hasta cierto punto. Luego las moléculas que habían sido agitadas se reagrupaban y la sensación de quemazón era tan aguda que tenía que sacudir la mano y alejarse del dolor.
Mientras esperaba  que Lash volviera a ella, su mente vagó hasta el macho en el que intentaba no pensar jamás.
Especialmente si Lash estaba cerca. No estaba claro cuánto podía penetrar su captor dentro de su mente, pero no quería arriesgarse. Si el bastardo sospechaba que el soldado mudo era la fuente-del-alma, como lo llamaba su gente, lo utilizaría contra ella... y contra John Matthew.
Una imagen del macho vino a su mente, sus ojos azules resonando en su memoria tan claramente, que pudo ver las motas de azul marino que había en ellos. Dios, esos hermosos ojos azules.
Podía recordar la primera vez que le había visto, cuando era un pretrans. La había mirado con tal respeto y admiración, como si ella fuera más grande que la vida, una revelación. Por supuesto, en ese momento, todo lo que ella distinguió fue que él estaba entrando armado en el ZeroSum, y como jefa de seguridad del club, se había empeñado en desarmarle y ponerle de patitas en la calle. Pero luego se había enterado de que el Rey Ciego era su whard y eso lo había cambiado todo.
De acuerdo con las oportunas nuevas noticias sobre quien estaba a cargo de sus asuntos, John no sólo había sido bienvenido a entrar armado; era un invitado especial, junto con sus dos amigos. Después de eso, había venido regularmente y siempre la observaba, esos ojos azules la seguían a donde quiera que fuera. Y luego había pasado la transición. Santo infierno, se había convertido en un gigante y de repente esa mirada tenía algo tórrido que añadir a la gentil timidez.
Había hecho falta mucho para matar esa bondad. Pero fiel a su naturaleza asesina, ella se las había arreglado para estrangular la calidez de... la forma en que la miraba.
Concentrándose en la calle de abajo, pensó en ese momento que habían pasado juntos en su casa del sótano. Después del sexo, él había intentado besarla, cuando sus ojos azules habían resplandecido con la característica vulnerabilidad y compasión que había llegado a asociar a él, ella se había apartado y le había rechazado.
Fue un caso de pérdida de valor. Simplemente no podía soportar la presión de todo ese asunto de los corazones-y-las-flores... o la responsabilidad que conllevaba el estar con alguien que sentía eso por ella... o la realidad de que se sentía capaz de responder a su amor.
La consecuencia había sido la muerte de esa mirada especial.
Se consolaba pensando que John no formaría parte de la cruzada de los machos que probablemente intentaran llegar a ella… Rehvenge, iAm, y Trez... la Hermandad. Si la estaba buscando, era porque como soldado debía hacerlo y no porque se sintiera compelido a hacerlo como parte de una misión suicida personal.
No, John Matthews no se pondría en pie de guerra debido a sus sentimientos por ella
Y habiendo ya observado a un macho de valía destruirse a sí mismo intentando rescatarla, al menos no tenía que volver a hacerlo.
Cuando el olor a carne asada impregnó la casa, silenció sus pensamientos y se rodeó de su voluntad como si se tratara de una armadura.
Su «amante» llegaría en cualquier momento, así que necesitaba asegurar sus compuertas mentales y prepararse para la batalla de esa noche. El excesivo cansancio la agobiaba, pero su voluntad ahuyentaba a ese peso muerto de una patada en el culo. Necesitaba alimentarse, incluso más de lo que necesitaba un descanso apropiado, pero ninguna de esas cosas ocurriría en un futuro cercano.
Era cuestión de poner un pie delante del otro hasta que algo se rompiera.
Eso y cargarse al macho que se atrevía a retenerla contra su voluntad.

Capítulo 2

Cronológicamente hablando, Blaylock hijo de Rocke conocía a John Matthew desde hacía sólo un año.
Pero eso no era un auténtico reflejo de su bromance1. Había dos líneas temporales en la vida de la gente: la absoluta y la perceptiva. La absoluta era el ciclo universal día-y-noche que en su caso sumaba algo así como trescientos sesenta y cinco. Luego estaba la forma en que pasaba ese período de tiempo, los eventos, las muertes, la destrucción, el entrenamiento, la lucha.
Creía que, considerándolo todo... para ellos eso suponía alrededor de cuatrocientos mil años.
Y seguía corriendo, pensó al mirar a su amigo.
John Matthew estaba mirando los bocetos en tinta que había en las paredes del salón de tatuajes, sus ojos pasaban sobre las calaveras, dagas, banderas americanas y símbolos chinos. Con su tamaño, empequeñecía absolutamente la tienda de tres habitaciones a tal punto que era como si viniera de otro planeta. En contraste con su estado pretrans, el tipo ahora tenía la masa muscular de un luchador profesional, aunque como su esqueleto era tan grande, el peso se extendía sobre huesos largos, dándole una apariencia más elegante que la de esos humanos hinchados que vestían mallas. Se había cortado el cabello oscuro al ras y esto hacía que los rasgos de su rostro parecieran crueles en vez de apuestos... con los círculos oscuros bajo sus ojos proporcionando al aspecto duro un respaldo serio.
La vida le había molido a palos, pero en vez de plegarse, cada golpe y cada puñetazo lo había forjado más duro, más fuerte y más resistente. Ahora era puro acero, nada quedaba del chico que había sido una vez.
Pero eso te hacía la madurez. No sólo cambiaba tu cuerpo; tu cabeza también lo hacía.
Mirando a su amigo, la pérdida de la inocencia parecía un crimen.
Y hablando de eso, la recepcionista que había tras el mostrador captó la atención de Blay. Estaba apoyada sobre el cristal del expositor de existencias de piercings, sus pechos se hinchaban contra el sujetador negro y la camiseta negra y ajustada que llevaba. Tenía dos tatuajes que le cubrían los brazos, uno negro y blanco y otro negro y rojo; aros de bronce gris en la nariz, las cejas, y ambas orejas. En medio de todos los bocetos de tatuajes de las paredes, era un ejemplo vivo del trabajo que podías lograr si querías. Un ejemplo muy sexy y extremadamente gráfico... que tenía labios del color del vino tinto y cabello del color de la noche.
Todo en ella hacía juego con Qhuinn. Era como un él femenino.
Y como no. Los ojos dispares de Qhuinn ya se habían fijado en los de ella y estaba sonriendo plenamente de esa forma característica en él que significaba te-tengo.
Blay deslizó una mano en su chaqueta de cuero y tanteó su paquete de Dunhill rojos.
Joder, nada le hacía anhelar más un pitillo que la vida amorosa de Qhuinn.
Y estaba claro que esa noche encendería otro par de clavos de ataúd: Qhuinn caminó lentamente hacia donde estaba la recepcionista y se la bebió como si fuera una larga y alta cerveza recién salida del barril y él hubiera estado trabajando al sol durante horas. Sus ojos se fijaron en los pechos mientras intercambiaban sus nombres y ella le ayudó a tener una imagen más clara de sus activos inclinándose hacia delante sobre los antebrazos.
Menos mal que los vampiros no tenían cáncer.
Blay dio la espalda al Canal Picante junto a la caja registradora y se acercó a John Matthew.
—Esta está genial —dijo Blay señalando el boceto de una daga.
¿Vas a ponerte tinta alguna vez? gesticuló John.
—No sé.
Dios sabía que le gustaba verla sobre la piel...
Su mirada volvió a Qhuinn. El enorme cuerpo del tipo se arqueaba hacia el de la mujer humana, garantizándole con sus amplios hombros, sus caderas estrechas y sus largas y poderosas piernas una cabalgada de mil demonios.
Era increíble en el sexo.
No es que Blay lo supiera de primera mano. Lo había visto y oído... y había imaginado cómo sería. Pero cuando se había presentado la oportunidad, había sido relegado a una clase escasa y especial: denegado.
En realidad, era más una categoría que una clase... porque él era el único con quien Qhuinn no practicaría el sexo.
—Um... ¿esto va a escocer siempre? —preguntó una voz femenina.
Cuando una profunda voz masculina replicó, Blay miró hacia la silla de tatuaje. La rubia a la que le acaban de hacer un trabajo estaba metiendo cautelosamente la camisa dentro del pantalón, por encima del vendaje de celofán y miraba al tipo que la había tatuado como si fuera un médico que estuviera refiriéndole las probabilidades de sobrevivir a la rabia.
Luego el par de chicas se acercó a la recepcionista, donde la no tatuada, la que había cambiado de idea obtuvo su reembolso y las dos le echaron un vistazo a Qhuinn.
Donde quiera que él fuera siempre ocurría lo mismo y solía ser el tipo de cosas que hacían que Blay idolatrara a su mejor amigo. Ahora, era un rechazo interminable: cada vez que Qhuinn decía sí, hacía que ese único no sonara más alto.
—Estoy listo si lo estáis vosotros, colegas —llamó el artista del tatuaje.
John y Blay se dirigieron a la parte posterior de la tienda y Qhuinn abandonó a la recepcionista como a un mal hábito y los siguió. Una cosa buena que tenía era la seriedad con que se tomaba su papel como ahstrux nohtrum de John: se suponía que tenía que estar con él las veinticuatro horas de los siete días a la semana y esa era una responsabilidad que se tomaba incluso más en serio que el sexo.
Cuando John se sentó en la silla acolchada en el centro del espacio de trabajo, sacó un trozo de papel y lo desplegó sobre el mostrador del artista.
El hombre frunció el ceño y estudió lo que John había bosquejado.
—¿Entonces son estos cuatro símbolos a través de la parte superior de los hombros?
John asintió e indicó por señas. Puedes embellecerlos como quieras, pero tienen que estar claros.
Después de que Qhuinn tradujera, el artista asintió.
—Genial. —Agarró un bolígrafo negro y empezó a enmarcar el simple diseño con elegantes arabescos—.  Por cierto ¿Qué son estas cosas?
—Sólo símbolos —respondió Qhuinn.
El artista asintió de nuevo con la cabeza y siguió dibujando.
—¿Qué tal te parece esto?
Los tres se inclinaron sobre él.
—Tío—dijo Qhuinn suavemente—. Es brutal.
Lo era. Era absolutamente perfecto, el tipo de cosa que John llevaría en la piel con orgullo... no es que nadie fuera a ver los caracteres en el Antiguo Idioma o todo ese espectacular trabajo de arabescos. Lo que allí estaba deletreado no era algo que quisiera que se supiera, pero esa era la cuestión con los tatuajes: no tenían que ser públicos y Dios sabía que el tipo tenía bastantes camisetas para cubrirse.
Cuando John asintió con la cabeza, el artista se puso de pie.
—Déjame traer el papel de calcar. No tardaré mucho en copiarlo sobre ti y luego nos pondremos manos a la obra.
Mientras John ponía un tarro de cristal con tinta sobre el mostrador y empezaba a quitarse la chaqueta, Blay se sentó en un taburete y extendió los brazos. Dada la cantidad de armas que llevaba John en los bolsillos, no sería buena idea colgar su mierda de un gancho.
Cuando estuvo sin camisa, John se inclinó hacia delante y se acomodó apoyando sus fuertes brazos sobre una barra acolchada. Después de que el tatuador pasara la imagen al papel de calco, alisó la hoja sobre la parte alta de la espalda de John y luego el tipo la retiró.
El diseño formaba un arco perfecto a través de la extensión de músculo, ocupando toda la considerable envergadura de John.
Blay pensó que el Antiguo Idioma era realmente hermoso.
Mirando los símbolos, por un breve y ridículo momento imaginó su propio nombre a través de los hombros de Qhuinn, grabado en esa piel suave según la costumbre ritual de emparejamiento.
Nunca ocurriría. Estaban destinados a ser los mejores amigos... lo cual, comparado con ser extraños, ya era mucho. ¿Comparado con amantes? Era el lado frío de una puerta cerrada con llave.
Miró a Qhuinn. El tipo tenía un ojo en John y otro en la recepcionista... que había echado la llave a la puerta delantera y había ido a pararse a su lado.
Tras la cremallera de sus pantalones de cuero, el bulto que estaba luciendo era obvio.
Blay bajó la mirada al revoltijo de ropa que tenía en su regazo. Una por una, dobló cuidadosamente la camiseta interior, la de manga larga y luego la chaqueta de John. Cuando levantó la mirada, Qhuinn pasaba lentamente la punta del dedo por el brazo de la mujer.
Iban a terminar zambulléndose tras esa cortina que había a la izquierda. La puerta delantera de la tienda estaba asegurada, la cortina era medianamente delgada y Qhuinn se lo haría con las armas encima. Así que John estaría a salvo todo el tiempo... y esa comezón sería rascada.
Lo cual significaba que Blay sólo tendría que sufrir oyéndolos.
Mejor que el espectáculo completo. Especialmente porque Qhuinn era hermoso de observar cuando practicaba el sexo. Simplemente... hermoso.
En los tiempos en los que Blay le había dado una oportunidad a la cuestión hetero, los dos habían formado equipo para tirarse juntos a un buen número de mujeres humanas... no es que pudiera evocar las caras, cuerpos o nombres de ninguna de las mujeres.
Para él siempre se había tratado de Qhuinn. Siempre.
* * *
El dolor mordiente de la aguja de tatuar era un placer.
Mientras cerraba los ojos y respiraba profunda y lentamente, pensó en la confluencia del metal y la piel, cómo lo agudo se adentraba en la suavidad, cómo fluía la sangre... cómo sabías exactamente dónde se producía la penetración.
Como en ese instante, el artista estaba directamente en lo alto de su espina dorsal.
John tenía un montón de experiencia con toda esa mierda de cortar-y-rebanar... solo que a escala mucho mayor y más como perpetrador que como receptor. Claro, había sufrido cortes en el campo de batalla un par de veces, pero había dejado más que su justa parte de agujeros tras él y como el tatuador, siempre llevaba con él su equipo de trabajo: su chaqueta cargaba con todo tipo de dagas y navajas, incluso un trozo de cadena. También un juego de pistolas idénticas sólo-por-si-acaso.
Bueno... todo eso y un par de cilicios con púas.
Aunque no tenía intención de utilizar esos con el enemigo.
No, esos no eran armas. Y aunque ya hacía casi cuatro semanas que no ceñían el muslo de nadie, no eran inútiles. Actualmente, funcionaban como una especie de jodido manto de confianza. Sin ellos, se sentía desnudo.
La cuestión era, que estas ataduras brutales eran el único vínculo que tenía con aquella a la que amaba. Lo cual, considerando el modo en que habían quedado las cosas entre ellos, tenía un sentido cósmico.
No obstante, en su opinión no habían ido lo suficientemente lejos. Lo que Xhex había llevado alrededor de las piernas para amansar su lado symphath no ofrecía el tipo de permanencia que él estaba buscando y eso había sido lo que le condujera hacia su propia convención de metal-sobre-piel. Cuando hubiera acabado aquí, ella siempre estaría con él. En su piel al igual que bajo ella. En sus hombros al igual que en su mente.
Con suerte ese humano estaba haciendo un buen trabajo con el diseño.
Cuando los Hermanos necesitaban tatuajes por cualquier razón, era Vishous el que manipulaba la aguja y el tipo era un profesional en ello... demonios, la lágrima roja en el rostro de Qhuinn y el pergamino con la fecha negra en su nuca eran una pasada. El problema era qué si acudía a V con un trabajo como este, de repente todo serían preguntas... no sólo por parte de él, sino de todos los demás.
No había muchos secretos en la Hermandad y por ahora John prefería mantener sus sentimientos por Xhex para sí.
La verdad era que... estaba enamorado de ella. Era el tipo de mierda que estaba totalmente por encima de cualquier límite, sin vuelta atrás, del tipo de ni-siquiera-la-muerte-los-separaría. Y aunque sus corazones y flores no habían sido correspondidos, eso no importaba. Había hecho las paces con el hecho de que aquella a la que deseaba no le deseaba a él.
Con lo que no podía vivir era con que estuviera siendo torturada o sufriendo una muerte lenta y penosa.
O con no ser capaz de darle un entierro apropiado.
Estaba obsesionado con su desaparición. Emperrado hasta el punto de la autodestrucción. Sería brutal e inclemente con el que se la había llevado. Pero eso no era asunto de nadie más.
Lo único bueno en la situación era que la Hermandad estaba igualmente comprometida a averiguar qué demonios le había ocurrido a Xhex. Los Hermanos no abandonaban a nadie durante una misión y cuando habían ido a sacar a Rehvenge de la colonia symphath, Xhex había sido enteramente un miembro del equipo. Cuando se hubo aclarado el alboroto y ella había desaparecido por completo, se asumió que había sido abducida y había dos caminos posibles a seguir: symphaths o lessers.
Lo cual era como decir, ¿quieres que caiga con polio o con ébola?
Todo el mundo, incluyendo a John, Qhuinn y Blay, estaba en el caso. ¿Resultado? Parecía que buscarla era parte del trabajo de John como soldado en guerra.
El zumbido de la aguja se detuvo y el artista le limpió la espalda.
—Tiene buen aspecto —dijo el tipo, reasumiendo su trabajo—. ¿Quieres hacerlo en dos sesiones o sólo en esta?
John miró a Blay y gesticuló.
—Dice que quiere hacerlo esta noche si tienes tiempo —tradujo Blay.
—Sí, puedo hacerlo. ¿Mar? Llama a Rick y dile que voy a llegar tarde.
—Marcando mientras hablamos —respondió la recepcionista.
No, John no iba a dejar que los Hermanos vieran este tatuaje... sin importar lo magnífico que estuviera.
Tal como él lo veía, había nacido en una estación de autobuses y le habían dado por muerto. Arrojado al sistema de protección de menores humano. Recogido por Tohr y su compañera, sólo para que la mataran y el tipo desapareciera. Y ahora Z, que había sido asignado para ocuparse de él, estaba comprensiblemente atareado con su shellan y su nueva hija.
Incluso Xhex le había rechazado antes de la tragedia.
Así que captaba una indirecta. Además, era curiosamente liberador que no te importara una mierda la opinión de nadie. Le liberaba para dar alas a su violenta obsesión de rastrear al secuestrador y arrancarle las extremidades una a una.
—¿Te importa decirme qué es esto? —preguntó el tatuador.
John alzó los ojos y supuso que no había ninguna razón para mentir al humano. Además, Blay y Qhuinn sabían la verdad.
Blay pareció un poco sorprendido, pero luego tradujo.
—Dice que es el nombre de su chica.
—Ah. Sí, me lo imaginaba. ¿Os vais a casar?
Después de que John gesticulara, Blay dijo:
—Es en conmemoración.
Hubo una pausa y luego el tatuador dejó su pistola en la mesa de ruedas donde estaba la tinta. Después de subirse la manga de su camisa negra, puso el antebrazo delante de John. En él había una imagen de una mujer preciosa, parecía que su cabello agitado por la brisa lo lanzaba por encima del hombro y tenía los ojos enfocados de tal forma que parecía mirar hacia fuera de la piel.
—Era mi chica. Ella tampoco está aquí ya. —Con un rotundo tirón, el tipo cubrió la imagen—. Así que lo entiendo.
Cuando la aguja volvió al trabajo, John se dio cuenta que le era difícil respirar. La idea de que Xhex probablemente ya estuviera muerta se lo comía vivo... y lo que era peor era imaginar la forma en que podía haber muerto.
John sabía quién se la había llevado. Sólo había una única explicación lógica: cuando ella había entrado al laberinto y ayudado a liberar a Rehvenge, había aparecido Lash y cuando él había desaparecido ella también. No era una coincidencia. Y aunque nadie había visto nada, había habido alrededor de un centenar de symphaths en la caverna donde había estado Rehv y estaban pasando un montón de cosas... y Lash no era un lesser común y corriente.
Oh, no... al parecer era el hijo del Omega. El mismísimo vástago del mal. Y eso significaba que el chupapollas tenía sus trucos.
Durante la pelea en la colonia, John había visto unas cuantas de sus triquiñuelas de cerca y de forma personal: si el tipo podía sacarse bombas de energía de la palma de la mano y enfrentarse nariz con nariz con la bestia de Rhage, ¿cómo no iba a poder llevarse a alguien justo bajo las narices de todos? La cuestión era que si Xhex hubiera muerto esa noche, habrían encontrado un cuerpo. Si respiraba, pero estaba herida, se habría extendido telepáticamente hacia Rehvenge de symphath-a-symphath. Y si estaba viva, pero necesitando unas pequeñas vacaciones, se habría marchado sólo después de asegurarse de que todos habían regresado a casa a salvo.
Los Hermanos estaban trabajando sobre las mismas suposiciones lógicas, así que todos estaban buscando lessers. Y aunque después de los asaltos, la mayor parte de los vampiros había abandonado Caldwell dirigiéndose a sus refugios de fuera del estado, la Sociedad Lessening, bajo el mando de Lash, se había dedicado al tráfico de drogas para vivir y este aquí en la ciudad se desarrollaba principalmente alrededor de los clubs, en la calle Trade. Patrullar los callejones sórdidos era el nombre del juego, con todo el mundo buscando cosas que estuvieran no-muertas y olieran como un cruce entre una mofeta desangrada y un Aromatizador Glade.
Cuatro semanas y lo único que habían encontrando eran señales de que los lessers estaban moviendo mercancía en la calle abasteciendo a humanos.
John se estaba volviendo loco, principalmente por todo el no-saber y el miedo, pero parcialmente por tener que contener su violencia. Aunque era asombroso lo que podías hacer cuando no tenías elección... tenía que aparentar normalidad y una cabeza fría si quería ser parte de esto, así que eso era lo que fingía.
¿Y este tatuaje? Era una estaca clavada en el terreno en el que se encontraba. Su declaración de que incluso si Xhex no le había deseado, ella era su pareja y él la honraría, viva o muerta.
Esta era la cuestión: la gente sentía lo que sentía y no era culpa suya o tuya si la conexión era unilateral. Simplemente... sucedía.
Dios, deseaba no haber sido tan frío cuando habían mantenido relaciones sexuales la segunda vez.
Esa última vez.
Bruscamente, cortó sus emociones, metiendo ese genio de tristeza, arrepentimiento y rechazo de vuelta en su botella. No podía permitirse derrumbarse. Tenía que seguir adelante, seguir buscando, seguir poniendo un pie delante del otro. El tiempo avanzaba incluso aunque él quisiera ralentizarlo para que tuvieran una mejor posibilidad de encontrarla viva.
El reloj no estaba interesado en sus opiniones, sin embargo.
Dios querido, pensó. Por favor, no permitas que falle en esto.

Capítulo 3

—¿Inducción? ¿Qué, como si fuera un jodido club?
Mientras las palabras rebotaban en el interior del Mercedes, Lash apretó las manos sobre el volante y miró por el parabrisa. Tenía un cuchillo con resorte en el bolsillo interior de su traje Canali y la urgencia de sacar la hoja y rebanar la garganta de este humano era endemoniadamente tentadora.
Por supuesto, luego tendría un cadáver del que ocuparse y sangre por toda la tapicería de cuero.
Dos cosas que le aburrían.
Miró a través de los asientos. El que había escogido de un casting de cientos era el típico camello, muerto de hambre, hijo de puta de ojos nerviosos. La historia de niño que había sufrido abusos estaba escrita en la vieja cicatriz circular de su cara... perfectamente redonda y del tamaño del extremo encendido de un cigarrillo... y su dura vida en las calles estaba en sus ojos astutos y nerviosos. Su avaricia se mostraba en la forma en que miraba alrededor en el interior del coche, como si estuviera intentando averiguar como hacerse con uno propio y su inventiva era obvia por lo rápidamente que se había hecho un nombre como distribuidor.
—Más que un club —dijo Lash en voz baja—. Mucho más. Has conseguido un futuro en este negocio y yo te lo estoy ofreciendo en bandeja de plata. Haré que mis hombres te recojan aquí mañana por la noche.
—¿Y si no aparezco?
—Es tu elección. —Por supuesto, entonces el cabrón iba a despertar muerto a la mañana siguiente, pero detalles, detalles...
El crío sostuvo la mirada de Lash. El humano no tenía constitución de luchador; era más de la talla de alguien que había conseguido que le pegaran las nalgas con cinta adhesiva en el vestuario de la escuela. Pero había quedado ampliamente claro que la Sociedad Lessening necesitaba dos tipos de miembros ahora: fabricantes de dinero y soldados. Después de hacer que el señor D examinara el Xtreme Park y vigilara quien estaba moviendo la mayoría del producto, esta pequeña mierda flacucha con mirada de reptil estaba en lo alto del montón.
—¿Eres marica? —dijo el crío.
Lash permitió que una de sus manos abandonara el volante y se introdujera en su chaqueta.
—¿Por qué lo preguntas?
—Hueles como uno. También vistes como uno.
Lash se movió rápido, su objetivo no tuvo oportunidad de inclinarse hacia atrás en el asiento. Con una estocada rápida, accionó el interruptor y colocó la hoja afilada contra el pulso vital que latía en el costado del cuello blanco.
—La única cosa que hago con hombres es matarlos —dijo Lash—. ¿Quieres que te jodan así? Porque yo estoy listo si quieres.
Los ojos del crío se salieron de sus órbitas como los de una caricatura y su cuerpo tembló bajo las ropas sucias.
—No. No tengo ningún problema con los maricas.
El idiota pasaba por alto la cuestión, pero qué importaba.
—¿Tenemos un trato? —dijo Lash, presionando la punta de su cuchillo hacia delante. Cuando avanzó, la sangre manó en una burbuja y se detuvo durante una fracción de segundo, como si estuviera intentando decidir si derramarse hacia abajo por el metal brillante o por la suave columna de piel.
Escogió la hoja, vagando sin rumbo hacia adelante en una corriente color rojo rubí.
—Por favor... no me mates.
—¿Qué respondes?
—Sí. Lo haré.
Lash presionó más fuerte, observando correr la sangre. Quedó momentáneamente cautivado por la realidad de que si tomaba el arma y la empujaba más profundamente a través de la carne, este humano cesaría de existir, como un aliento de aire despareciendo en una noche fresca.
Disfrutaba de sentirse como un dios.
Cuando un lloriqueo se abrió brecha entre los labios agrietados del chico, Lash se aplacó, retirándose. Con un lametazo rápido, limpió la hoja y cerró el arma.
—Va a gustarte donde terminarás. Te lo prometo.
Dio al tipo oportunidad de recobrarse y supo que no iba a hacer falta mucho rato para que el crío recuperara su rutina. Los lameculos como este tenían egos del tamaño de balones. La presión, particularmente del tipo que venía con un cuchillo en la garganta, provocaba que se derrumbaran. Pero en el instante en que el estrés se aliviaba, rebotaban, volviendo a ocupar su lugar.
El crío se bajó de un tirón su miserable chaqueta de cuero.
—Me gusta bastante donde estoy.
Bingo.
—¿Entonces por qué estás mirando mi coche como si lo quisieras en tu garaje?
—Tengo un bólido mejor que este.
—Oh. Claro. —Lash escudriñó al perro de pies a cabeza—. Viniste aquí esta noche en una BMX. Tus vaqueros están desgastados y no porque sean de diseño. ¿Cuántas chaquetas tienes en el armario? Oh, espera, guardas tu mierda en una caja de cartón bajo el puente. —Lash puso los ojos en blanco cuando todo tipo de sorpresas bulleron en el asiento del pasajero—. ¿Crees que no te hemos controlado? ¿Crees que somos estúpidos?
Lash señaló con un dedo hacia el Xtreme Park, donde los patinadores parecían metrónomos en las rampas, arriba y abajo, arriba y abajo.
—Eres la leche en este campo de juegos de ahí. Bien. Felicidades. Pero queremos que vayas más lejos. Únete a nosotros, tendrás músculos detrás... dinero, producto, protección. Da el golpe con nosotros, vas a ser algo más que un camello de tres al cuarto balanceando tu polla alrededor de un aparcamiento de hormigón. Te conseguiremos un futuro.
La mirada calculadora del crío recorrió su pequeño pedazo de territorio en Caldwell y luego flotó sobre el horizonte donde los rascacielos que se erguían amenazadoramente. La ambición estaba allí y por eso le había escogido. Lo que este pequeño bastardo necesitaba era un empujón y una salida.
El hecho de que tendría que vender su alma para hacerlo iba a hacerse evidente sólo cuando fuera demasiado tarde, pero así funcionaba la Sociedad. Desde que Lash había sido puesto al día por los lesser que ahora comandaba, se había acabado eso de la divulgación plena antes de ser iniciado... y era entendible. Como si alguno de ellos fuera a creerse que el mal estaba esperando al otro lado de la puerta a la que estaban llamando. Como si alguno de ellos fuera a ofrecerse voluntario para aquello en lo que se estaban metiendo.
Sorpresa, cabrón. Esto no es Disneylandia y una vez subes abordo, nunca, nunca, te podrás bajar.
Sin embargo Lash no tenía ningún problema con el engaño.
—Estoy listo para mierdas más grandes —murmuró el crío.
—Bien. Ahora saca el puto culo de mi coche. Mi socio te recogerá mañana por la noche a las siete.
—Guay.
Con los negocios concluidos, Lash estaba impaciente por sacarse de encima al pequeño bastardo. El crío olía a alcantarilla y pedía a gritos una ducha... necesitaba que le regaran con una manguera como a la mierda de la acera.
Tan pronto como la puerta se cerró, Lash salió marcha atrás del aparcamiento y cogió la carretera que corría paralela al río Hudson. Se dirigía a casa, sus manos aferraban el volante por otra razón distinta a la urgencia de matar.
La urgencia de follar era un motivador igual de fuerte para él.
La calle en la que vivía en Old Caldwell tenía casas victorianas de piedra arenisca por toda ella, aceras con árboles y el valor de las propiedades no bajaba del millón de dólares. Los vecinos recogían tras sus perros, nunca se hacía ningún ruido y ponían su basura sólo en los callejones y sólo en los días correctos. Mientras conducía pasando su casa de la ciudad y cortaba alrededor de la manzana hacia el garaje, le deleitó pensar que todos esos BPA de culo apretado tenían un vecino como él: podía parecerse y vestir como ellos, pero su sangre corría negra y tenía tan poca alma como una estatua de cera.
Cuando golpeó el mando de la puerta del garaje, sonrió y sus colmillos, un regalo por parte de madre, se alargaron mientras preparaba su mierda de Hola, Lucy-estoy-en-casa.
Nunca perdía su encanto. Volver a Xhex nunca perdía su encanto.
Después de haber aparcado el AMG, salió y tuvo que estirar el cuerpo. Ella le pasaba por un exprimidor de ropa, desde luego y le encantaba cómo le dejaba tieso... y no solo la polla.
Nada como una buena oponente para alegrarle el día.
Acortó por el jardín trasero y entró en la casa a través de la cocina, olió solomillo asado a la parrilla y pan fresco.
No estaba para comidas en ese momento, pensó. Gracias a la conversación del parque, ese pequeño patinador de mierda iba a ser su primera inducción, el primer ofrecimiento que llevaba a su padre, el Omega. Y eso le hacía ansiar algo de sexo.
—¿Listo para comer? —preguntó el señor D desde los fogones mientras daba la vuelta a un trozo de carne. El pequeño texano había probado ser útil no sólo como guía inicial a través de la Sociedad Lesseging, sino también como asesino y cocinero a medias decente.
—No, voy a subir ahora. —Lanzó sus llaves y su móvil sobre el mostrador de granito—. Deja la comida en la nevera y cierra la puerta detrás de ti.
—Ajá.
—Tenemos fiesta mañana por la noche. Recoge al objetivo a las siete. Ya sabes donde llevarle.
—Siseñó.
Esa palabra de tres sílabas era la respuesta favorita del HDPotra razón por la cual permanecía entero y era el segundo de abordo.
Lash se paseó a través de la despensa y el comedor y dio un giro hacia la escalera tallada. Cuando había visto por primera vez el lugar, había estado vacío, sin nada más que los restos de un gracioso comedor dejados atrás: papel de seda en las paredes, cortinas de damasco y un sillón de orejas. Ahora, la casa estaba llena de antigüedades, estatuas y alfombras apropiadas. Iba a llevar más de lo que había pensado llegar a lo que tenía que ser, pero no podías llenar una casa de mierdas de la noche a la mañana.
Al subir las escaleras, sus pies eran ligeros y su cuerpo zumbaba mientras se desabotonaba el abrigo y luego la chaqueta.
Cuando se acercaba a Xhex, era bien consciente de que lo que para él había comenzado como una venganza se había convertido en una adicción: lo que le esperaba al otro lado de la puerta de su dormitorio era mucho más de lo que había negociado.
Había sido tan simple al principio: Se la había llevado a causa de lo que ella le había quitado. Cuando había aparecido en aquella caverna de la colonia, había apuntado su arma, apretado el gatillo y bombeado un cargamento de plomo en el pecho de su zorra. No era aceptable. Ella le había robado su juguete favorito y él era exactamente ese tipo de gilipollas para el que ojo por ojo era su tema musical.
Cuando la había traído aquí y encerrado en su habitación, su meta había sido hacerla pedazos, romper su mente en añicos, sus emociones y su cuerpo, hacerla pasar a través de tanta mierda que iba a doblarla hasta que se partiera.
Y luego, como a cualquier cosa rota, iba a tirarla.
Al menos, ese había sido el plan. Estaba quedando bastante claro, sin embargo, que los bordes de esta hembra no perdían el filo.
Oh, no. Esta era de titanio. Sus reservas de fuerza estaban probando ser inagotables y Lash tenía magulladuras que lo probaban.
Cuando llegó a la puerta, se detuvo para quitarse toda la ropa. Generalmente hablando, si le gustaban los trapos que llevaba encima, éstos tenían que tocar el suelo antes de que entrara, porque se destrozaban bastante rápidamente en el momento en que se acercaba a ella.
Sacándose la camisa con cuello de botones de los pantalones, se soltó los gemelos, los dejó en la mesa del pasillo y se quitó la camisa de seda.
Tenía marcas por todas partes. De los puños de ella. De sus uñas. De sus colmillos.
La punta de la polla le zumbó mientras se examinaba sus varias heridas y magulladuras. Sanaba rápidamente, gracias a que la sangre de su padre corría espesa por sus venas, pero a veces el daño que producía ella duraba y eso le emocionaba hasta el túetano.
Cuando eres el hijo del mal, hay poco que no puedas hacer, poseer o matar y aunque ella era mortal en sí misma era un elusivo trofeo que él podía tocar, pero no podía poner en su estante.
Esto la hacía rara. Esto la hacía preciosa.
Esto le hacía... amarla.
Tanteando una contusión negroazulada en el interior de su antebrazo, sonrió. Tenía que acudir a su padre esta noche para confirmar la inducción, pero primero se tomaría un kit-kat con su hembra y aumentaría su colección de arañazos. Y antes de marcharse, dejaría algo para alimentarla.
Como todo animal preciado, ella necesitaba ser alimentada.
Extendió la mano hacia el pomo de la puerta y frunció el ceño mientras pensaba en el importante asunto de la alimentación.
Ella era solo medio symphath y ese lado vampiro suyo le preocupaba. Antes o después, iba a necesitar conseguirle algo que no se pudiera comprar en el Hannaford local... y no era algo que él pudiera darle.
Los vampiros necesitaban tomar de la vena del sexo opuesto. Eso era inmutable. Si tenías esa biología en ti, morías a menos que te consiguieras el hardware necesario y tragaras sangre fresca. Y ella no podía obtener eso de su cuerpo... todo en él corría negro ahora. Como resultado de ello, sus hombres, que pocos le habían quedado, estaban buscando un macho de edad adecuada, pero no habían dado con nada. Caldwell estaba casi vacía en lo que a vampiros civiles se refería.
Aunque... tenía a aquel en el congelador.
El problema era, que conocía a ese hijo de puta de su antigua vida y la idea de que ella tomara de la vena de alguien que había sido su amigo simplemente le revolvía toda la mierda.
Además el bastardo era hermano de Qhuinn... así que sí, no era una ascendencia sanguínea con la que quisiera que ella tuviera nada que ver.
Lo que sea. Tarde o temprano, sus hombres iban a dar con algo... simplemente tenían que hacerlo. Porque su juguete favorito era el tipo de cosa que quería tener alrededor durante un tiempo muy largo.
Cuando abrió la puerta, empezó a sonreír.
—Hola, cariño, estoy en casa.
* * *
Al otro lado de la ciudad, en el salón de tatuajes, Blay permanecía concentrado en lo que se estaba haciendo en la espalda de John. Había algo sencillamente hipnótico en observar esa aguja pasar sobre las líneas azules del papel carbón. De tanto en tanto, el artista hacía una pausa para limpiar la piel con una toalla de papel blanca antes de reasumir la tarea y el sonido silbante de la pistola llenaba el silencio una vez más.
Desafortunadamente, por cautivador que fuera todo, todavía le quedaba suficiente atención para ser muy consciente de cuando Qhuinn decidió follarse a la mujer humana: después de que la pareja charlara suavemente e intercambiara un montón de caricias casuales por los brazos y hombros, esos asombrosos ojos disparejos vagaron hasta la puerta principal.
Y un momento después, Qhuinn se acercó a zancadas y comprobó para asegurarse de que estaba cerrada. La mirada verde-y-azul no se cruzó con la de Blay mientras volvía al sillón de tatuajes.
—¿Qué tal te va? —preguntó a John.
Cuando John levantó la mirada y asintió con la cabeza, Qhuinn indicó rápidamente por señas, ¿Te importa si hago un poco de ejercicio detrás de esa cortina?
Por favor, di que sí, que te importa, pensó Blay. Por favor, dile que se quede aquí.
En absoluto, indicó John. Ocúpate de ti mismo.
Estaré listo si me necesitas. Aunque tenga que salir con la polla fuera.
Sí, apreciaría que pudiéramos evitar eso.
Qhuinn rió un poco.
—Muy justo. —Hubo una pausa de un latido de corazón; luego se alejó sin mirar a Blay.
La mujer entró primero en la otra habitación y dada la forma en que estaba moviendo sus caderas; estaba tan lista para lo que estaba a punto de pasar como Qhuinn. Entonces los grandes hombros de Qhuinn cambiaron de posición mientras se agachaba fuera de la vista y el velo volvía a caer en su lugar.
La luz superior de la habitación y las anoréxicas fibras de la cortina proporcionaban bastantes pistas, así que Blay consiguió una imagen destilada de Qhuinn extendiendo la mano y tirando de ella por la nuca.
Blay dirigió sus ojos al tatuaje de John, pero la reconcentración no duró. Dos segundos después estaba atrapado en el espectáculo erótico, no tanto observando lo que pasaba como absorbiendo los detalles. Al modo típico de Qhuinn, la mujer estaba ahora de rodillas y el tío tenía las manos enterradas en su cabello. Se estaba trabajando su cabeza, sus caderas flexionando y soltando mientras le taladraba la boca.
Los sonidos amortiguados eran tan increíbles como la visual y Blay tuvo que cambiar de posición en su asiento, su cuerpo se endurecía. Deseaba estar ahí, de rodillas, conducido por las manos de Qhuinn. Deseaba ser él quien tuviera la boca llena. Deseaba ser el responsable de hacer que Qhuinn jadeara y se esforzara.
No estaba escrito.
Tío, ¿qué demonios? El tipo follaba con gente en clubs, baños, coches, callejones y ocasionalmente en camas. Se lo había hecho con miles de extraños, hombres y mujeres y machos y hembras por igual... era Wilt Chamberlain con colmillos. Ser rechazado por él era como que te echaran de un parque público.
Blay intentó de nuevo apartar la mirada, pero la onda de un profundo gemido llevó sus ojos una vez más a...
La cabeza de Qhuinn se había girado de forma que estaba mirando por fuera de la cortina. Y cuando los ojos de ambos se encontraron, su mirada desigual centelleó... casi como si estuviera más sintonizado con quien estaba mirando, que con quien se estaba tirando.
El corazón de Blay se detuvo. Especialmente cuando Qhuinn arrastró a la mujer hacia arriba, le dio la vuelta, y la inclinó sobre el escritorio. Un tirón y los tejanos estaban en las rodillas de ella. Y entonces fue... Jesucristo. ¿Era posible que su mejor amigo estuviera pensando lo que él?
Sólo que entonces Qhuinn empujó la parte superior de la mujer contra su pecho. Después le susurró algo al oído, ella rió y giró la cabeza de costado para que él pudiera besarla.
Lo cual hizo.
Estúpido cabrón, pensó Blay para sí mismo. Estúpido hijo de puta.
El tío sabía exactamente lo que estaba haciendo... y quien no era.
Sacudiendo la cabeza, masculló:
—John, ¿te importa si voy a echarme un cigarro fuera?
Cuando John sacudió la cabeza, Blay se puso en pie y colocó la ropa en el asiento. Al tatuador le dijo:
—¿Abro el cerrojo sin más?
—Claro y puedes dejarla abierta si te quedas justo fuera de la puerta.
—Gracias, tío.
—No hay problema.
Blay se alejó del zumbido de la pistola de tatuar y la sinfonía de gemidos detrás de esa cortina, deslizándose fuera de la tienda y apoyándose contra el edificio justo junto a la entrada. Palpó una plana cajetilla de Dunhill rojos, retiró un cigarrillo, se lo puso entre los labios y lo encendió con su encendedor negro.
La primera calada fue el cielo. Siempre la mejor de todas las que la seguían.
Mientras exhalaba, odió leer entrelíneas, ver conexiones donde no las había, malinterpretar acciones y miradas y toques casuales.
Patético, de verdad.
Qhuinn no había levantado la mirada mientras le hacían una mamada para encontrar los ojos de Blay. Había estado comprobando a John Matthew. Y había girado a esa mujer y la había tomado desde atrás porque así era como le gustaba.
Joder. La... esperanza no florecía eterna cuando la ahogaban el sentido común y la autoconservación.
Inhalando con fuerza, estaba tan enmarañado en sus propios pensamientos que pasó por alto la sombra en lo alto del callejón al otro lado de la calle. Sin ser consciente de estar siendo observado, siguió fumando, la fresca noche primaveral tragándose las bocanadas que ascendían de sus labios.
La comprensión de que no podía seguir más así fue una brisa profunda que le caló hasta los huesos.

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