jueves, 26 de mayo de 2011

GUIA DE LA HERMANDAD DE LA DAGA NEGRA/PADRE MIO CAPITULO 4 5 6

Capítulo 4

Había muchas cosas geniales acerca de ser madre.
Sostener a tu pequeña en brazos y acunarla hasta que se quedara dormida era definitivamente una de ellas. Igual que doblar su ropita. Y alimentarla. Y observarla mirarte alegremente y preguntarte cuando se habría despertado.
Bella se acomodó en la mecedora de la habitación de los niños, metió la manta debajo de la barbilla de su hija y acarició suavemente la mejilla de Nalla.
No obstante, una consecuencia no tan deseable de la maternidad era que todo el asunto de la intuición femenina se intensificaba muchísimo.
Sentada dentro de la seguridad de la mansión de la Hermandad, Bella supo que algo estaba mal. Aunque estaba segura y a salvo, y en una habitación para niños salida directamente de un artículo titulado «Aquí vive la Familia Perfecta», era como si hubiera una corriente atravesando la habitación que olía igual que una mofeta muerta. Y Nalla también había captado la vibración. La niña estaba antinaturalmente quieta y tensa, sus ojos amarillos enfocados en algún punto medio como si estuviera esperando que estallara un gran alboroto.
Por supuesto, el problema con la intuición, ya fuera que ésta estuviera relacionada con el asunto de la maternidad o no, era que se trataba de una historia sin palabras ni tiempos. Aunque te preparaba para recibir malas noticias, no había nombres ni verbos para acompañar la ansiedad y tampoco traía ningún sello con la hora o la fecha. Así que permanecías allí sentada con el terror ambiental clavado en la nuca como si fuera un paño frío y húmedo y tu mente intentaba racionalizarlo porque eso era lo mejor que podías hacer. Quizás se refiriera solamente a que la Primera Comida te iba a sentar mal. Quizás sólo se trataba de un poco de ansiedad que andaba flotando libremente.
Quizás…
Demonios, quizás lo que estaba carcomiendo sus entrañas ni siquiera era intuición. Quizás solo se debía a que había tomado una decisión que no le gustaba.
Sí, era más probable que ese fuera el caso. Después de haberse preocupado, haber tenido esperanzas, haberse angustiado y tratado de pensar en una forma para solucionar sus problemas con Z, tenía que ser realista. Lo había enfrentado… y no había habido verdadera respuesta de su parte.
Ningún quiero que os quedéis las dos. Ni siquiera un trataré de solucionarlo.
Todo lo que había obtenido de él era que iba a salir a luchar.
Lo cual, si se quiere, era una especie de respuesta.
Paseando la vista por la habitación infantil, enumeró lo que debía meter en el equipaje… no mucho, solo un bolso de viaje para Nalla y una mochila para ella. Podía conseguir otro cubo para pañales, otra cuna y otro cambiador bastante fácilmente…
¿A dónde iría?
La solución más fácil era una de las casas de su hermano. Rehvenge tenía cantidad de propiedades, y todo lo que tenía que hacer era pedirlo. Demonios, qué irónico era eso. Habiendo luchado para poder escapar de él, ahora estaba contemplando la idea de volver.
No, contemplando, no. Decidiendo.
Bella se inclinó hacia un costado sacó el móvil del bolsillo de sus vaqueros, y marcó el número de Rehv.
Después de sonar dos veces una profunda y conocida voz respondió:
—¿Bella?
En el fondo se oía el rugido de la música, gente hablando, y varios sonidos como de una multitud rivalizando para obtener un lugar.
—Hola.
—¿Hola? ¿Bella? Espera, déjame ir a mi oficina. —Después de una larga y ruidosa pausa, el estruendo fue repentinamente interrumpido—. Oye, ¿cómo estáis tú y tu pequeño milagro?
—Necesito un lugar dónde quedarme.
Silencio total. Luego su hermano dijo:
—¿Eso sería para dos o para tres?
—Dos.
Otra larga pausa.
—¿Debo matar a ese tonto bastardo?
El tono frío y maligno la asustó un poco, recordándole que su amado hermano no era un macho con el que quisieras joder.
—Dios, no.
—Habla hermana mía. Cuéntame qué está ocurriendo.


La muerte era un paquete negro que venía en una gran variedad de formas, pesos y tamaños. Aún así, era la clase de cosa que cuando golpeaba a tu puerta principal, reconocías al remitente sin tener que revisar la dirección del expedidor ni abrir el envoltorio.
Simplemente lo sabías
Mientras Z yacía de espaldas en el camino de esos dos lessers, supo que su paquete de FedEx-tinción había llegado, y lo único que le pasó por la mente fue que no estaba listo para aceptar la entrega.
Por supuesto no era la clase de cosa que pudieras negarte a recibir.
Sobre él, envueltos en el tenue resplandor de una especie de iluminación, los lessers se quedaron congelados como si él fuera la última cosa que esperaban ver. Luego sacaron sus armas.
Z no tenía unas últimas palabras, tenía una última imagen, una que eclipsaba absolutamente la acción a doble cañón que se desarrollaba a la distancia de un disparo a quemarropa de su cabeza. En su mente veía a Bella y a Nalla juntas en la mecedora que había en la habitación infantil. No era una imagen de la noche anterior que incluía kleenex, ojos enrojecidos y a su gemelo con expresión grave. Era de un par de semanas antes, cuando Bella había estado mirando a la niña que tenía en brazos con tanta ternura y amor. Como si hubiera presentido que él estaba en la entrada, había levantado la vista, y por un momento también se había sentido envuelto en el amor que había en su rostro.
Sonaron los dos disparos, y lo más extraño fue que el único dolor que sintió fue el aguijonazo del sonido en sus oídos.
Siguieron dos ruidos sordos, que resonaron alrededor de la habitación llena de todas las riquezas robadas.
Z levantó la cabeza. Qhuinn y Rhage estaban de pie justo detrás de dónde habían estado los lessers, terminando de bajar las armas. Blay y John Matthew estaban con ellos, también con las armas en la mano.
—¿Estás bien? —preguntó Rhage.
No. La respuesta sería un gran, rotundo y jodido no.
—Sí. Sí, estoy bien.
—Blay, vuelves al túnel conmigo —dijo Rhage—. John y Qhuinn, se quedan con él.
Z dejó que su cabeza volviera a caer hacia atrás y escuchó mientras dos pares de shitkickers se alejaban en la distancia. En el inquietante silencio que siguió, le recorrió una ola de nauseas y cada centímetro de su persona comenzó a temblar, cuando levantó las manos para llevárselas al rostro, aleteaban como banderas al viento.
John le tocó el brazo y él dio un salto.
—Estoy bien… estoy bien.
John dijo por señas:
Te sacaremos de aquí.
—¿Cómo…? —se aclaró la garganta—. ¿Cómo sé que esto está ocurriendo?
Lo siento. Cómo sabes ¿qué…?
Los dedos de Zsadist brincaban a lo largo de su frente mientras intentaba calcular a que parte habían estado apuntando sus armas los lessers.
—¿Cómo sé que esto es real y no una…? ¿Cómo sé que no acabo de morir?
John miró a Qhuinn por encima del hombro como si no tuviera ni idea de como responder y estuviera buscando ayuda. Luego se golpeó su propio pecho provocando un sonido sólido.
Yo sé que estoy aquí.
Qhuinn se inclinó e hizo lo mismo, un fuerte sonido grave se elevó desde su pecho.
—Yo también.
Zsadist dejó que su cabeza volviera a caer, su cuerpo se revolvía dentro de su propia piel tan fuerte que sus pies bailotearon sobre el suelo de tierra compacta.
—No sé… si esto es real… oh, mierda…
John lo miró fijamente como si estuviera midiendo su creciente agitación y tratando de imaginar que demonios hacer.
Abruptamente el chico extendió la mano hacia la pierna rota de Z y le dio un rápido tirón a la shitkicker dada vuelta.
Z se enderezó instantáneamente y ladró:
—¡Hijodeputa!
Pero fue algo bueno. El dolor actuó en su mente como un gran barrido, despejando la telaraña de delirios y reemplazándola con una centrada y demoledora claridad. Estaba muy vivo. Realmente lo estaba.
Justo detrás de esa comprensión pensó en Bella. Y en Nalla.
Tenía que alcanzarlas.
Z se puso de costado para tomar su teléfono, pero se le nubló la vista por el dolor de la pierna.
—Mierda. ¿Puedes darme mi móvil? ¿El que está en mi bolsillo trasero?
John lo giró con cuidado, sacó el RAZR[1], y se lo entregó.

—Entonces ¿no crees que haya forma de solucionarlo? —dijo Rehv.
Bella sacudió la cabeza en respuesta a la pregunta de su hermano, luego recordó que no podía verla.
—No, no lo creo. Al menos no a corto plazo.
—Mierda. Bueno, sabes que puedes contar conmigo. ¿Quieres quedarte con mahmen?
—No. Quiero decir que me gustaría que viniera a visitarme durante la noche, pero necesito mi propio espacio.
—Porque tienes la esperanza de que él vaya a buscarte.
—No lo hará. Esta vez es diferente. Nalla… lo ha cambiado todo.
La pequeña resopló y se acurrucó más cerca de su rincón favorito, entre la parte superior del brazo y el pecho. Bella sostuvo el móvil contra su hombro y acarició el cabello que estaba creciendo suave como una pluma. Las ondas, cuando crecieran, serían multicolores, rubias, pelirrojas y castañas todas mezcladas, exactamente igual a las de su padre si no se lo cortara tan corto.
Cuando Rehv rió extrañamente, ella dijo:
—¿Qué?
—Después de todos estos años luchando para mantenerte en mis propiedades, ahora no quiero que dejes la mansión de la Hermandad. En serio, no hay nada más seguro que ese complejo… pero sí, tengo una casa cerca del río Hudson que está bien. Está cerca de la de una amiga mía, y no es nada lujosa, pero hay un túnel que las une. Ella te mantendrá a salvo.
Después de que le diera la dirección, Bella murmuró:
—Gracias. Voy a guardar unas pocas cosas y dentro de una hora le pediré a Fritz que me lleve.
—Ahora mismo haré que te llenen el refrigerador.
El teléfono emitió un pitido indicando la entrada de un mensaje de texto.
—Gracias.
—¿Se lo has contado a él?
—Z se lo ve venir. Y no, no voy a evitar que vea a Nalla si lo desea, pero él solo va a tener que tomar la decisión de venir a verla.
—¿Qué hay de ti?
—Le amo… pero todo esto ha sido muy difícil para mi.
Poco después terminaron de hablar, y cuando Bella apartó el teléfono de su oreja, vio que le había llegado un mensaje de texto de parte de Zsadist.
LO SIENTO. TE AMO. POR FAVOR PERDÓNAME — NO PUEDO VIVIR SIN TI.
Se mordió el labio y parpadeó rápidamente. Y respondió al mensaje.

Capítulo 5

Z miraba fijamente la pantalla de su teléfono rogando que Bella le respondiera. La hubiera llamado, pero le temblaba demasiado la voz y no quería alarmarla. Además meterse en un asunto tan inmensamente emocional no era una gran idea considerando que estaba en terreno lesser y tenía una pierna rota.
Rhage y Blay regresaron a través del túnel.
—… es por eso que no entraron a la casa —estaba diciendo Rhage—. La entrada a la bodega de almacenaje es a través del cobertizo que hay en la parte trasera. Primero estaban comprobando el sistema de seguridad, claramente no les preocupaba que alguien pudiera haber entrado a la casa.
Z se aclaró la garganta y murmuró:
—La alarma sigue parpadeando. Si no la apagamos, habrá más…
Rhage apuntó la luz roja con el arma, apretó el gatillo, y pulverizó la cosa.
—Tal vez eso funcione.
—Eres un experto en tecnología, Hollywood —murmuró Z—. Igualito que Bill Gates.
—Lo que sea. Debemos sacarte a ti y al civil…
El teléfono de Z vibró y conteniendo el aliento lo abrió para ver la respuesta de Bella. Después de leerla dos veces, cerró los ojos con fuerza y cerró el teléfono. Oh, Dios… no.
Levantando la parte de arriba de su cuerpo del suelo, se balanceó intentando ponerse de pie. El disparo de agonía que recorrió su pierna hacia arriba ayudó a distraerlo, evitando que viera la sangre que había formado un charco debajo de él.
—Qué…
—…demonios…
—…estás haciendo…
John gesticuló lo que los otros tres estaban diciendo: ¿Qué estás haciendo?
—Debo ir a casa. —Desmaterializarse no era una opción debido a su pierna… que cada vez que se movía le provocaba ganas de vomitar—. Necesito…
Hollywood metió su rostro perfectamente hermoso justo frente al de Z.
—¿Puedes calmarte? Estás en estado de shock…
Z agarró la parte superior del brazo del macho y apretó para que el hermano se callara. Habló despacio, y cuando hubo terminado, Rhage solo pudo parpadear.
Después de un momento Hollywood dijo despacio:
—Sin embargo hay un problema. Tienes una fractura abierta, hermano. Te prometo que te llevaremos de regreso, pero debemos llevarte al médico. Porque seguro que muerto no es como quieres terminar, ¿comprendes?
Cuando se vio envuelto por una oleada de mareo que surgió de la nada, Z tuvo el presentimiento de que su hermano tenía razón. Pero a la mierda con él.
—Casa. Quiero…
Su cuerpo se derrumbó. Sencillamente se dobló sobre sí mismo como un castillo de naipes. Rhage soportó su peso y se volvió hacia los muchachos.
—Vosotros dos, cargadlo y lleváoslo por el túnel. Rápido. Yo os cubriré.
Zsadist gruñó cuando cambió de manos y fue acarreado como si fuera el cadáver de un venado encontrado en medio de una carretera. El dolor era abrumador, y hacía que el corazón le palpitara con fuerza y que le temblara la piel, pero era bueno. Necesitaba la manifestación física de la emoción atrapada en el centro de su pecho.
El túnel tenía unos cuarenta y cinco metros de largo y una altura tal que sólo un hobbit podría haber permanecido de pie allí… por lo que el viaje de salida fue casi tan divertido como nacer. Qhuinn y John estaban encorvados y luchaban intentando no soltarlo mientras arrastraban su culo, eran dos adultos metidos en un espacio para niños. Mientras el cuerpo de Z emitía un sonido discordante y su pie jodido vibraba como una campana, la única cosa que lo mantenía consciente era el mensaje de texto de Bella.
LO SIENTO. TE AMO, PERO ELLA Y YO DEBEMOS IRNOS. ESTA NOCHE, MÁS TARDE, CUANDO ESTEMOS INSTALADAS TE DARÉ LA DIRECCIÓN.
En el exterior el aire estaba fresco, y Z empujó la mierda hacia sus pulmones con la esperanza de calmar su estómago. Fue llevado directamente al Hummer y acomodado en la parte de atrás, junto con el civil, que se había desmayado. John, Blay y Qhuinn se amontonaron dentro, y luego hubo una serie de carreras y demoras.
Finalmente Rhage salió disparado de la casa, enseñó brevemente tres dedos y un puño, y se zambulló en el asiento del acompañante. Mientras el hermano comenzaba a marcar en su móvil, Qhuinn apretó el acelerador demostrando una vez más que tenía cerebro: el tipo había sido lo bastante inteligente como para entrar en marcha atrás, lo que significaba que ahora podía salir en línea recta por la entrada para coches y tomar el camino de salida a toda velocidad.
Rhage miró su reloj mientras avanzaban a trompicones.
—Cuatro… tres… dos…
La casa explotó detrás de ellos formando una bola de fuego y como consecuencia la onda expansiva comenzó a desplazarse por el aire…
En ese momento un monovolumen lleno de enemigos apareció en el otro extremo de la entrada para coches, bloqueándoles el camino hacia la Ruta 9.

Bella volvió a comprobar los dos bolsos L.L. Bean y estaba bastante segura que tenía todo lo que iba a necesitar a corto plazo. En el de asas verdes tenía ropa para ella, el cargador del móvil, el cepillo de dientes, y dos mil dólares en efectivo. El de asas azules contenía la ropa de Nalla los biberones y los pañales, las toallitas húmedas, crema para las escoceduras, mantitas, un osito de peluche, y ¡Ah, los lugares a los que irás! del Doctor Seuss[2].
En una noche como esa el nombre del libro favorito de Nalla era como una patada en el culo. Realmente lo era.
Cuando sonó un golpe en la puerta de la habitación de los niños, Bella gritó:
—¡Entre!
Mary, la shellan de Rhage asomó la cabeza. Su rostro lucía tenso, sus ojos grises tenían una expresión sombría incluso antes de que bajara la vista hacia los bolsos.
—Rhage me envió un mensaje de texto. Han herido a Z. Sé que te vas, y el motivo no es de mi incumbencia, pero quizás quisieras considerar el esperar un poco. Por lo que dijo Rhage, Z tendrá una grave necesidad de alimentarse.
Bella se enderezó con lentitud.
—¿Cómo… cómo de malherido? Qué…
—No tengo más detalles aparte de que llegarán a casa lo más rápido que puedan.
Oh… Dios. Eran las noticias que siempre había temido. Z herido en el campo de batalla.
—¿Cual es el TEA[3]?
—Rhage no lo dijo. Sé que tienen que dejar a un civil herido en la nueva clínica de Havers, pero eso está de camino. No estoy segura de si a Z lo van a atender aquí o allí.
Bella cerró los ojos. Zsadist le había enviado ese mensaje de texto cuando ya estaba herido. Había estado tratando de llegar a ella en un momento en el que estaba sufriendo… y ella le había abofeteado manifestándole que iba a abandonarlo a sus demonios.
—¿Qué he hecho? —dijo despacio.
—¿Disculpa? —preguntó Mary.
Bella sacudió la cabeza tanto para si misma como en respuesta a la pregunta de la hembra.
Acercándose a la cuna, miró a su hija. Nalla estaba durmiendo con el profundo agotamiento de los niños, su pequeño pecho subía y bajaba con decisión, sus manos rosadas estaban cerradas formando puños, sus cejas fruncidas como si estuviera concentrándose para crecer.
—¿Te quedarías con ella? —preguntó Bella.
—Seguro.
—Hay leche en el refrigerador que está ahí.
—Me quedaré aquí. No me iré a ninguna parte.

En la entrada para coches de la casa del Gigante Verde, Z sintió la dura sacudida de Qhuinn al apretar sobre el pedal del freno del Hummer. El SUV se mantuvo firme cuando las leyes de la física agarraron su masa con fuerza, poniéndole fin a su aceleración justo antes de que el vehículo aplastara el lóbulo frontal del monovolumen que había en su camino.
Por todas las ventanas del modelo preferido por las súper mamás propiedad de la Sociedad Lessening salieron cañones de pistolas, como si la mierda fuera una diligencia, y el lugar se convirtió en una locura de balas repicando contra la carrocería reforzada de acero del Hummer y rebotando contra los cristales de plexiglás de dos centímetros de espesor.
—Es la segunda noche que salgo con mi coche —escupió Qhuinn—, ¿y estos cabrones me lo quieren convertir en un queso suizo? Al demonio con ellos. Agarraos.
Qhuinn puso marcha atrás, el SUV dio una sacudida y retrocedió unos cuatro metros, luego metió primera y clavó el pie en el acelerador hasta el fondo. Giró el volante hacia la izquierda y esquivó la camioneta, terrones de tierra salieron disparados hacia arriba, golpeando ambos coches.
Mientras se balanceaban como una barca con mal tiempo, Rhage metió la mano en la chaqueta y sacó una granada de mano. Abriendo su ventanilla a prueba de balas solo lo suficiente, sacó el seguro con los dientes y tiró el explosivo del tamaño de un puño. Por un milagro de Dios la maldita cosa resbaló del techo del monovolumen y rodó debajo del vehículo.
Los tres lessers brincaron fuera de la mierda como si se hubiera prendido fuego.
Y diez segundos después lo estaba, las llamas iluminaron la noche.
Joooooooder. Z había pensado que el viaje por el túnel había sido malo para su pierna, pero no había sido nada comparado con el acto de choquemos-y-destrocemos que tuvieron que realizar para escapar de esos asesinos. Para cuando el Hummer irrumpió en la Ruta 9 después de haber talado al menos a uno de los lessers tirándolo sobre su capó, Zsadist estaba al borde del desmayo.
—Mierda va a entrar en estado de shock.
Z se dio cuenta, sin mucho interés, de que Rhage se había girado y lo estaba mirando a él y no al civil.
—No es verdad —masculló mientras sus ojos rodaban y se quedaban en blanco—. Solo me estoy tomando un pequeño descanso.
Rhage entrecerró los espectaculares ojos color azul de las Bahamas.
—Expuesta. Fractura. Hijo de puta. Incluso mientras hablamos estás desangrándote.
Z levantó la vista hasta el espejo retrovisor de Qhuinn.
—Lamento lo de tu alfombra.
El macho sacudió la cabeza.
—Nada de que preocuparse. Por ti, no tendría absolutamente ningún problema en destrozar mi coche.
Rhage puso la mano en el cuello de Z.
—Maldita sea, estás blanco como la nieve y tienes casi la misma temperatura. Tendrás que ser tratado en la clínica.
—En casa.
En voz baja Rhage dijo:
—Le mandé un mensaje de texto a Mary para que no la dejara ir, ¿ok? Bella aún estará allí sin importar cuánto tiempo nos lleve regresar a la mansión. No te abandonará antes de que tú llegues a casa.
Una gran cantidad de retumbante silencio invadió el coche, como si todo el mundo estuviera ocupado simulando no haber oído nada de las noticias de último momento de Rhage.
Z abrió la boca para discutir.
Pero se desmayó antes de poder reunir más objeciones.

Capítulo 6

Bella se paseaba sobre piernas temblorosas por la sala de primeros auxilios y fisioterapia del centro de entrenamiento, dando vueltas alrededor de la mesa de reconocimiento. Se detenía frecuentemente para comprobar el reloj.
¿Dónde estaban? ¿Qué más podría haber salido mal? Ya había pasado más de una hora…
Oh, Dios por favor, que Zsadist esté vivo. Por favor, que lo traigan de vuelta con vida.
Caminó y caminó. Finalmente se detuvo junto a la cabecera de la camilla y miró a lo largo de la misma. Poniendo la mano sobre la superficie acolchada se encontró pensando en cuando había estado sobre esa cosa, como paciente. Tres meses atrás. Cuando había nacido Nalla.
Dios, que pesadilla había sido aquello.
Y Dios, que pesadilla era esto… esperando a que trajeran a su hellren herido, sangrando, sufriendo. Y eso sería en el mejor de los casos. El peor sería un cuerpo cubierto con una sábana, algo que ni siquiera podía contemplar.
Para evitar volverse loca, pensó en el nacimiento, en ese momento en el cual las vidas de ambos, la de ella y la de Z habían cambiado para siempre. Como para la mayor parte de las cosas dramáticas, se había preparado para el gran evento con anticipación, pero no obstante, cuando llegó, había sido aterrador. Estaba en el noveno mes de los dieciocho acostumbrados y había sido un lunes por la noche.
Linda manera de empezar la semana.
Había tenido antojo de comer chili, y Fritz la había complacido, llevándole una porción tan picante como un soplete. Sin embargo cuando el querido mayordomo le había llevado el humeante cuenco, había sido incapaz de aguantar el olor ni la vista de la comida. Sintiendo nauseas y empapada en sudor, fue a tomar una ducha para refrescarse, y al desplazarse pesadamente hacia al cuarto de baño, se preguntó cómo demonios iba a soportar otros siete meses, con el bebé creciendo en su vientre.
Evidentemente, Nalla, se había tomado a pecho ese azaroso pensamiento. Porque por primera vez en semanas, se movió con fuerza… y dándole un agudo puntapié abrió un grifo.
Bella había levantado la bata y había mirado hacia abajo a todo ese líquido, preguntándose durante un momento si habría perdido el control de su vejiga. Luego lo entendió. Aunque había seguido el consejo de la doctora Jane y había evitado leer la versión vampiro de: Qué esperar cuando se está esperando, tenía suficiente conocimiento para saber que una vez que rompías aguas, no había marcha atrás.
Diez minutos después estaba acostada en esa camilla, y la doctora Jane la estaba examinando rápida pero concienzudamente. Su diagnóstico fue que el cuerpo de Bella no parecía estar listo para seguir con el programa, y que había que sacar a Nalla. Le administró oxitocina que era un medicamento utilizado frecuentemente para inducir la labor en las mujeres humanas, y poco después Bella aprendió que había una diferencia entre el dolor y la labor.
El dolor lograba llamar tu atención. La labor exigía toda tu atención.
Zsadist había estado afuera en el campo de batalla, y cuando llegó, se puso tan frenético que los pocos cabellos que sobresalían de su corte al rape se le pusieron de punta. En cuanto cruzó la puerta, se deshizo de sus armas, formando una pila que creció hasta tener el tamaño de un sillón de dos plazas y luego se apresuró a correr a su lado.
Nunca lo había visto tan asustado. Ni siquiera cuando se despertaba sobresaltado por haber soñado con esa sádica Ama que había tenido. Los ojos se le habían puesto negros, no por la ira, sino por el miedo, y tenía los labios tan apretados que parecían un par de rayas blancas.
Tenerlo a él a su lado, le había ayudado a sobreponerse al dolor. Y le necesitaba. La doctora Jane le había aconsejado que no se pusiera anestesia epidural, ya que ésta droga a los vampiros podía provocarles una disminución alarmante de la tensión arterial. Así que nada de anestesia para ella.
Y tampoco había tiempo para llevarla a la clínica de Havers. Una vez que la oxitocina se disparó en su cuerpo, el trabajo de parto había progresado demasiado rápido como para ser trasladada a cualquier parte… aunque igual tampoco habría importado porque el alba estaba cerca. Lo que significaba que también era imposible que el médico de la raza llegara al centro de entrenamiento a tiempo.
Bella regresó al presente y pasó la mano por encima de la delgada almohada que descansaba en la camilla. Podía recordar haber agarrado la mano de Z con la suficiente fuerza como para romperle los huesos cuando se puso tan tensa que le dolían los dientes al sentir como si estuvieran rasgándola por la mitad.
Y en ese momento sus signos vitales habían colapsado.
—¿Bella?
Se dio vuelta a toda velocidad. Wrath estaba en la puerta de la sala de primeros auxilios, el enorme cuerpo del rey llenaba el marco. Con el cabello negro largo hasta la cadera, las gafas envolventes, y los pantalones de cuero negro, parecía una versión moderna del Grim Reaper acercándosele silenciosamente.
—Oh, por favor, no —dijo, aferrándose a la camilla—. Por favor…
—No, está bien. Él está bien. —Wrath se acercó y la tomó del brazo, sosteniéndola—. Le han estabilizado.
—¿Estabilizado?
—Tenía una fractura abierta en la parte inferior de la pierna, lo que provocó que sangrara un poco.
Ese poco era seguramente un muchísimo, pensó ella.
—¿Dónde está?
—En este momento lo están trayendo a casa desde lo de Havers. Supuse que estarías preocupada, por eso quise venir a avisarte.
—Gracias. Gracias… —Aún a pesar de los problemas que habían estado teniendo últimamente, la idea de perder a su hellren era catastrófica.
—Hey, tómalo con calma. —El rey la envolvió en sus enormes brazos y la abrazó suavemente—. Deja que los temblores te atraviesen. De esa forma, lo creas o no, podrás respirar más fácilmente.
Hizo lo que le sugería, aflojando el rígido control que había estado ejerciendo sobre sus músculos. Como respuesta, todo su cuerpo se estremeció, desde los hombros hasta las pantorrillas, y tuvo que confiar en la fuerza del rey para mantenerla en pie. Sin embargo, él tenía razón. A pesar de estar temblando, fue capaz de respirar hondo una o dos veces.
Cuando se estabilizó un poco, se apartó. Cuando vio la camilla, frunció el ceño, y tuvo que empezar a caminar nuevamente.
—Wrath, ¿puedo preguntarte algo?
—Por supuesto
Tuvo que pasearse un poco más antes de poder formular la pregunta apropiadamente.
—¿Si Beth tuviera un bebé, amarías al niño tanto como la amas a ella?
El rey pareció sorprendido.
—Ah…
—Lo siento —dijo, sacudiendo la cabeza—. Eso no es de mi incumbencia…
—No, no es eso. Estoy intentando imaginar la situación.
Levantó la mano y se quitó las gafas de sus brillantes ojos color verde pálido. Aunque estaban desenfocados, su mirada no dejaba de ser absolutamente llamativa.
—El asunto es así... y creo que esto es una realidad para todos los machos emparejados. Tu shellan es el corazón que palpita en tu pecho. Incluso, mucho más que eso. Es tu cuerpo, tu piel y tu mente... todo lo que alguna vez fuiste y todo lo que llegarás a ser. Así que un macho nunca podrá sentir tanto amor por otra persona como el que siente por su compañera. Simplemente no es posible… y pienso que las cosas han evolucionado un poco. Cuanto más profundamente ames, más protector te volverás, y mantener a tu hembra con vida a toda costa significa que ella podrá cuidar a los hijos que tenga. Habiendo establecido ese punto, por supuesto que amas a tus hijos. Pienso en Darius con Beth... me refiero a que estaba desesperado por mantenerla a salvo. Y Tohr con John... y... sí, quiero decir, sin duda se siente un profundo amor por ellos.
Era lógico, pero no de mucha ayuda considerando que Zsadist ni siquiera quería levantar a Nalla...
Las puertas dobles de la sala de primeros auxilios se abrieron y Z fue ingresado. Estaba vestido con una bata de hospital, probablemente debido a que habían tenido que cortar su ropa en la clínica de Havers, y su rostro carecía de todo color. Tenía ambas manos vendadas y llevaba una escayola en la parte inferior de la pierna.
Estaba desmayado.
Se apresuró a ir a su lado y tomó su mano.
—¿Zsadist? ¿Zsadist?

A veces las intravenosas y las píldoras no eran el mejor tratamiento para un herido. A veces todo lo que se necesitaba era el toque del ser amado, el sonido de su voz y el conocimiento de que se estabas en casa, y eso era suficiente para hacerte regresar del abismo.
Z abrió los ojos. Cuando se encontró con la fija mirada azul zafiro de ella un montón de lágrimas se acumularon en sus pestañas. Bella estaba inclinada sobre él, su espeso cabello color caoba resbalando por encima de su hombro, el hermoso rostro de rasgos clásicos surcado por la preocupación.
—Hola —la saludó, porque era lo único que podía hacer.
En la clínica se había rehusado a que le administraran analgésicos, porque el efecto de flojera que le daban le recordaba la manera en que había sido narcotizado por su Ama... por lo que había estado plenamente consciente cuando la doctora Jane la había abierto la pierna para volver a fijarla en su lugar. Bueno, en todo caso, había estado consciente parte del tiempo. Durante un rato había estado desmayado. En conclusión se sentía como muerto. Sin duda se veía así, también. Y ciertamente había demasiadas cosas que decir.
—Hola. —Bella le pasó la mano sobre el cráneo rapado—. Hola...
—Hola… —Antes de empezar a hacer el ridículo, echó un vistazo a su alrededor para ver quién más estaba en la sala de primeros auxilios y fisioterapia. Wrath estaba hablando con Rhage en la esquina cercana a la bañera de hidromasaje, Qhuinn, John y Blay estaban de pie frente a las hileras de gabinetes de acero y vidrio.
Testigos. Mierda. Necesitaba controlarse.
Después de parpadear varias veces pudo enfocar claramente los detalles de la habitación y pensó en la última vez que había estado allí.
En el nacimiento.
—Shhh... —murmuró Bella, que evidentemente había malinterpretado la razón de su mueca de dolor—. Sólo cierra los ojos y relájate.
Hizo lo que le pidió, porque había regresado al borde del abismo y no debido a lo mucho que le estaban doliendo la pierna y las manos.
Dios, la noche en que había nacido Nalla... cuando casi había perdido a su shellan...
Z apretó aún más los ojos, no deseando revivir el pasado... ni mirar muy de cerca el presente. Corría el peligro de perder a Bella. De nuevo.
—Te amo... —susurró—. Por favor no me dejes...
—Estoy aquí.
Sí, pero por cuánto tiempo.
El pánico que sentía en ese momento lo llevó de regreso a la noche del nacimiento… Había estado en el campo de batalla con Vishous, investigando el secuestro de un civil en el centro. Cuando llego la llamada de la doctora Jane, dejó a V como si se tratara de un mal habito y se desmaterializó hacia el patio de la mansión, desplazándose a través del vestíbulo y por el túnel. Todo el mundo, las shellans, los doggens al igual que Wrath se habían apartado de su camino para evitar convertirse en bolos de boliche.
En el centro de entrenamiento, en esa misma habitación, había encontrado a Bella tumbada en la misma camilla en que él yacía en ese momento. Había llegado en medio de una contracción y había tenido que observar como el cuerpo de Bella era sujeto en su lugar como si una mano gigante estuviera aplastándola por la mitad. Cuando el dolor remitió ella había respirado hondo, luego le había mirado y le había dedicado una débil sonrisa. Cuando había extendido la mano hacia él, se había sacado las armas, dejándolas caer sobre el suelo de linóleo.
—Manos —había ladrado la doctora Jane—. Lávate las manos antes de acercarte aquí.
Había asentido y se había dirigido directamente hacia los profundos lavabos con pedales. Se había enjabonado los brazos hasta que su piel brilló con un tono rosa estilo Barbie luego se había secado con una toalla quirúrgica azul y se había apresurado a ir al lado de Bella.
Las palmas de sus manos acababan de entrar en contacto cuando la siguiente contracción llegó con fuerza. Bella había apretado su mano aplastándosela, pero no le había importado. Al sostener su mirada mientras se retorcía, hubiera hecho cualquier cosa para evitarle el dolor… a esa altura hasta se hubiera cortado sus propias pelotas alegremente. No podía creer que por culpa de él estuviera atravesando por ese tipo de sufrimiento.
Se puso peor. El trabajo de parto era como una locomotora ganando velocidad, y sus vías estaban todas sobre el cuerpo de Bella. Más duras, más largas, más seguidas. Más duras, más largas, más seguidas. No sabía cómo podía soportarlo. Y luego ya no pudo.
Colapsó, todos sus signos vitales se detuvieron… latidos del corazón, presión arterial, todo se fue a la mierda. Supo lo serio que era por lo rápido que se movía la doctora Jane. Recordaba las drogas entrando por la intravenosa, y a Vishous adelantándose con… mierda, instrumental de cirugía y una incubadora.
La doctora Jane se puso un par de guantes de látex nuevos, mirando primero a Bella y luego a él.
—Vamos a tener que cortar para sacar a la bebé, ¿vale? Ella también está sufriendo.
Asintió. En aquel momento asintió varias veces, tanto de su parte como por parte de Bella. El betadine se veía de un color ocre mientras V lo frotaba por todo el abdomen hinchado de Bella.
—¿Va a estar bien? —masculló Bella desesperada—. ¿Nuestro bebé va a estar…?
La doctora Jane se inclinó.
—Mírame.
Las dos hembras se miraron a los ojos.
—Voy a hacer todo lo posible para que las dos salgáis de esto. Quiero que tú te tranquilices, ese es tu trabajo. Cálmate y déjame hacer aquello en lo que soy la mejor. Ahora respira hondo.
Zsadist había respirado hondo con su shellan… y luego había observado como los párpados de Bella aleteaban súbitamente y como su mirada se clavaba en el techo con una extraña fijación. Antes de que pudiera preguntarle qué estaba mirando, había cerrado los ojos.
Tuvo un momento de terror en el cual pensó que nunca volvería a verlos abiertos otra vez.
Luego ella dijo:
—Solo aseguraos de que la niña esté bien.
En ese momento se quedó frío, absolutamente frío, porque estaba claro que Bella no pensaba que fuera a salir de eso con vida. Y la única cosa que le preocupaba era la niña.
—Por favor quédate conmigo —había gemido en el momento en que le hacían la incisión.
Bella no lo escuchó. Se había quedado inconsciente, tranquila como si estuviera en un bote que hubiera dejado sus amarras para flotar atravesando aguas tranquilas.
Nalla había nacido a las 6.24 a.m.
—¿Está viva? —había preguntado.
Aunque ahora le avergonzaba admitirlo, la única razón por la cual quería saberlo era que Dios no podía permitir que Bella se despertara para enterarse de que su hija había nacido muerta.
Mientras la doctora Jane cosía a Bella, Vishous trabajaba rápido con el balón de succión sobre la boca y la nariz de la niña, luego había cargado una diminuta intravenosa y había hecho algo en sus manos y sus pies. Rápido. En esto él había actuado tan rápido como su shellan.
—¿Está viva?
—¿Zsadist?
Sus ojos se abrieron de golpe y volvió al presente.
—¿Necesitas más calmantes? —preguntó Bella—. Parece que estuvieras sufriendo.
—No puedo creer que haya sobrevivido. Era tan pequeña.

Cuando esas palabras salieron de la boca de Zsadist, Bella se sintió confundida, pero solo durante medio segundo. El nacimiento… estaba pensando en el nacimiento.
Acarició el cabello suave y corto de su cabeza, tratando de aliviarlo aunque fuera un poco.
—Sí… sí lo era.
Sus ojos amarillos se desviaron hacia las otras personas que estaban en la habitación y bajó la voz.
—¿Puedo ser sincero?
Oh, mierda, pensó.
—Sí, por favor.
—El único motivo por el cual me preocupó saber si ella estaba viva o no fue porque no quería que te dieran la noticia de que no lo estaba. Ella era la única cosa que te inquietaba… y no podía soportar que la perdieras.
Bella frunció el ceño.
—¿Te refieres al final?
—Sí… dijiste que solo querías que se aseguraran de que ella estuviera bien. Esas fueron tus últimas palabras.
Bella extendió la mano y puso la palma sobre su mejilla.
—Pensé que me estaba muriendo y no quería que te quedaras completamente solo. Yo… yo vi la luz del Fade. Lo iluminaba todo a mi alrededor, bañándome. Estaba preocupada por ti… acerca de lo que pasaría si yo no sobrevivía.
Su rostro empalideció aún más, demostrando que en el espectro existía un color aún más pálido que el blanco.
—Se me ocurrió que eso era lo que estaba sucediendo. Oh… Dios, no puedo creer lo cerca que estuvo.
La doctora Jane se acercó a la camilla.
—Siento interrumpir. ¿Podría examinar rápidamente sus signos vitales?
—Por supuesto.
Mientras Bella observaba a la doctora apresurarse a examinarlo, pensó en cómo esas manos fantasmales habían ayudado a que naciera su hija.
—Bien —dijo la doctora Jane, enlazando el estetoscopio alrededor de su cuello—. Todo está bien. Está estable y aproximadamente en una hora debería ser capaz de levantarse y caminar un poco.
—Gracias —murmuró Bella al mismo tiempo que Z.
—Ha sido un placer. Creedlo. Ahora, si os parece bien, el resto de nosotros nos iremos y os permitiremos pasar un tiempo a solas
El grupo se dispersó entre ofertas de ayuda, comida y cualquier otra cosa que pudieran necesitar. Cuando Wrath fue hacia la puerta, se detuvo un momento y miró a Bella.
Cuando el rey inclinó un poco la cabeza y cerró la puerta, ella tensó la mano en el hombro de Z.
Se aclaró la garganta.
—Quieres que te traiga algo…
—Debemos hablar.
—Puedo esperar…
—¿Hasta que te vayas? —Z sacudió la cabeza—. No. Tiene que ser ahora.
Bella arrastró un banco con ruedas y se sentó, acariciándole el antebrazo, porque no podía sostener sus manos vendadas.
—Estoy asustada. Si no podemos… salvar esta distancia…
—Yo también.
Mientras sus palabras quedaban colgando en el silencio de la habitación alicatada de la clínica, Bella recordó el momento en que había despertado de la cesárea el día del nacimiento. Lo primero que había visto, habían sido los ojos de Zsadist. Había estado mirándola con una expresión angustiada, pero lentamente ese dolor se había disipado, dando paso a la incredulidad y luego a la esperanza.
—Enseñadle el bebé —había gritado Z agudamente—. Rápido.
 Vishous había acercado la incubadora, y Bella había visto a su hija por primera vez. Arrastrando la vía intravenosa que tenía colocada en el brazo, había puesto la punta de los dedos sobre la cápsula de plexiglás. En el instante en que hizo contacto con el escudo transparente, el bebé volvió la cabeza.
Bella había mirado a Zsadist.
—¿Podemos llamarla Nalla?
A él se le habían humedecido los ojos.
—Sí. Absolutamente. Como tú quieras.
La había besado y le había proporcionado su vena y había sido todo lo que una pudiera desear de una pareja atenta y cariñosa.
Volviendo al presente sacudió la cabeza.
—Parecías tan feliz. En seguida después del nacimiento. Estabas festejando con los demás. Estuviste allí cuando pusieron las cintas en la cuna… Fuiste a buscar a Phury y le cantaste…
—Porque tú estabas viva y no tenías que sufrir la pérdida de tu hija. Mis peores temores no se habían hecho realidad. —Zsadist levantó una de sus manos como si quisiera frotarse los ojos, pero frunció el ceño, dándose cuenta, evidentemente, que no podía debido a los vendajes—. Estaba feliz por ti.
—Pero después de alimentarme, te sentaste junto a la incubadora y extendiste la mano hacia ella. Hasta sonreíste cuando se volvió en tu dirección. Había amor en tu rostro, no solo alivio. ¿Qué cambió? —Como vio que dudaba, dijo—: Estoy dispuesta a darte más tiempo si eso es lo que hace falta, pero no me puedes excluir del proceso. ¿Qué pasó?
Z miró fijamente hacia arriba, al enrejado de luz quirúrgica que colgaba sobre él y hubo un largo silencio, uno tan largo que Bella pensó que tal vez se habían topado con un muro infranqueable.
Pero luego una única y gruesa lágrima se formó en el extremo de su ojo izquierdo.
—Ella está conmigo en mis sueños.
Las palabras fueron dichas en voz tan baja que Bella tuvo que asegurarse que había oído bien.
—¿Disculpa?
—El sueño que tengo en el que aún sigo con el Ama. Nalla… ella está en la celda. Puedo oírla llorando cuando el Ama viene a buscarme. Trato de forzar las esposas para soltarme… para poder protegerla… liberarla… detener lo que va a ocurrir. Pero no puedo moverme. El Ama va a encontrar a la niña. —Sus ojos atormentados se trasladan de un lado a otro—. El Ama va a encontrarla, y por mi culpa Nalla está en la celda.
—Oh… mi amor… Oh, Z. —Bella se puso de pie y arropó la parte superior de su cuerpo con el de ella, abrazándolo suavemente—. Oh… Dios… y tienes miedo que el Ama la mate…
—No. —Z se aclaró la garganta una vez. Luego otra. Y otra. Su pecho comenzó a agitarse subiendo y bajando—. Va a… hacer que Nalla mire… lo que me hacen. Nalla tendrá que observar…
Zsadist luchó para contener sus emociones, luego perdió la lucha y se puso a llorar con los ásperos y poderosos estallidos de un macho.
—Ella va a tener que… observar como… a su padre…
Lo único que Bella pudo hacer fue aferrarlo con fuerza y mojarle la bata de hospital con sus propias lágrimas. Había sido consciente de que lo que le ocurría era malo. Pero no tenía ni idea de cuanto de tan malo.
—Oh, mi amor —dijo, mientras él la rodeaba con sus brazos y levantaba la cabeza para enterrar el rostro en su cabello—. Oh, mi amor querido…



[1]RAZR: Marca de teléfono móvil con tapa.
[2] Doctor Seuss: Seudónimo de Theodor Seuss Geisel. Es uno de los escritores más conocidos entre los niños de habla inglesa.
[3] TEA: Tiempo Estimado de Arribo.