viernes, 4 de junio de 2010

LA HISTORIA DEL HIJO/EPILOGO




Nueve años después…

—¡Papi! ¡Salgo a buscarte! Claire miró a través de los jardines iluminados por la luna de la propiedad Leeds y observó como su hija mayor, Gabriella, adoptaba una modalidad de sigilo absoluto. Su cabello rojo y negro largo hasta la cintura parecía una capa en la noche, sus juguetonas piernas eran largas para una niña de ocho años. Avanzó rápida y silenciosamente hacia el grupo de árboles frutales que había en el jardín trasero, andando sobre el césped como lo hacía su padre con fluidez y gracia… como era habitual en los vampiros.
Michael se materializó detrás de su hija y gritó:
—¡Buu!
Gabriella dio un salto de tres metros y medio de altura, pero se recuperó rápidamente, aterrizó sobre sus pies y salió disparada tras su padre, riendo. Le placó, y ambos cayeron sobre el césped, las luciérnagas flotaron sobre la fiesta de cosquillas como si ellas también estuvieran riendo.
—Mamá, terminé —dijo una voz bajita a su izquierda.
Claire extendió la mano y sintió como la manita de su hijo se deslizaba en la de ella.
—Gracias por limpiar tu habitación.
—Siento haberla desordenado tanto.
Puso a Luke en su regazo. A los seis años, ya era evidente que iba a ser parecido a su padre y no sólo en aspecto. Luke iba a crecer para convertirse en lo que eran Michael y Gabriella. Le tenía aversión al sol; era una lechuza nocturna; y su audición y su vista eran anormalmente agudas. Sin embargo el verdadero indicio eran los caninos grandes como los de un adulto que ya le habían salido. Bueno, eso y el hecho de que Luke y Michael tenían exactamente el mismo aroma, a especias picantes.
Claire besó la frente de su hijo.
—¿En el día de hoy ya te he dicho que te amo?
Luke escondió el rostro en su cuello, fiel a su naturaleza.
—Sí, Mama. Cuando estábamos cenando y también se lo dijiste a Papi y a Gabby.
—¿Y cuándo más te lo dije?
—En el almuerzo. —La risa de su hijo se percibía en la voz, pero estaba tratando de disimularla.
—¿Y cuándo más? —le dio un apretoncito en las costillas para hacer que se aflojara.
Luke se retorció en su regazo y abandonó todo intento de disimulo.
—¡En el desayuno!
Ambos se echaron a reír y abrazó estrechamente a su tímido y dulce hijo mientras Michael y Gabriella se acercaban corriendo por el césped.
Claire miró a su marido y sintió que la invadía una oleada de respeto y amor. Era absolutamente increíble, tan firme y fuerte a su manera callada, cuidando de ella y de sus hijos con tierna bondad. También era un amante insaciable y un feroz protector… como bien había comprobado un frustrado ladrón unos meses antes.
Lo amaba aún más de lo que lo amaba por la mañana, pero menos de lo que lo haría mañana.
—Hola —le dijo, mientras Gabriella tomaba a Luke de la mano y se lo llevaba para mostrarle los nuevos pimpollos de rosas té que había cerca de la glorieta.
—Mi amor —murmuró Michael, sentándose en el césped junto a ella y atrayéndola a sus brazos—. Bajo esta luz te ves hermosa.
—Gracias.
No pudo evitar sonreír, al pensar que el que se viera hermosa se debía a él. Como también el hecho de que se viera más joven que cuando lo había conocido y no sólo porque hubiera dejado de trabajar día y noche. Habían descubierto, al compartir algún que otro momento pervertidillo, que a él le gustaba que lo usaran para beber y que su sangre tenía un efecto curioso en ella. Parecía haber detenido el proceso de envejecimiento… o al menos lo había ralentizado a tal grado que en los últimos nueve años no había envejecido ni un día. E incluso había rejuvenecido un poquito.
Tenían muchas preguntas sin respuesta. Michael aún no sabía quién era su padre o si había otros vampiros en el mundo. Ambos estaban preocupados por el futuro de sus hijos, por lo aislados que estaban en la propiedad y el hecho de que los niños necesitaban amigos de su misma edad. Y el cuidado de su salud también era un problema porque ¿cómo iban a llevar a sus hijos a un doctor humano?
Sin embargo, las cosas en general iban mejor de lo que hubieran podido llegar a imaginar. Claire administraba la enorme fortuna de los Leeds. Michael les daba clase a los niños en casa. Luke y Gabriella crecían y estaban sanos.
Era una buena vida. Una vida extraña, pero buena.
Y había noticias que compartir.
—Eres un muy buen padre, ¿sabías eso? —dijo Claire, acariciando el cabello largo hasta las caderas de su hombre.
Michael le besó el cuello.
—Tú eres una muy buena madre. Y una esposa perfecta. Y una mujer de negocios brillante. No sé como te las arreglas para hacerlo todo.
—La buena organización del tiempo es algo maravilloso. —Claire puso la mano de su marido sobre su estómago—. Y voy a tener que organizarlo un poco más.
Michael se quedó congelado.
—¿Claire?
Ella rió.
—El mes pasado te ocupaste mucho de mí y parece que...
La abrazó con fuerza y se puso a temblar un poco. Sabía que había momentos en los cuales las secuelas del abuso y el encarcelamiento regresaban, y desafortunadamente solía ocurrir cuando recibía buenas noticias. Después de todos estos años, todavía luchaba con cualquier cosa que considerara afortunada o milagrosa. Decía que le hacía sentir, como si estuviera en peligro de despertar y descubrir que esta nueva vida era solamente un sueño.
—¿Estás bien? ¿Te sientes bien? —le preguntó, apartándose para recorrerla con los ojos.
—Bien. Como siempre, estoy bien. —Los partos en el hogar no eran fáciles, pero a través de Mick que siempre parecía conocer a alguien que conocía a alguien que hacía algo habían encontrado una partera en quién podían confiar.
Michael acarició su barriga.
—Me haces tan feliz. Me siento tan orgulloso.
—Lo mismo digo.
La besó como siempre lo hacía, demorándose en su boca antes de apartarse. Era gracioso pero después de todo el tiempo que hacía que estaban juntos aún odiaba separar sus bocas.
—Si es un niño, me gustaría llamarlo Matthew o Mark —informó.
—¿Y si es niña?
—Michael también puede ser nombre de niña. —Rió Claire—. ¿Y acaso he mencionado cuánto me gusta ese nombre? Michael es un nombre estupendo.
Su marido bajó la cabeza. Con los labios tocándose, le dijo suavemente:
—Puede que el tema haya surgido con anterioridad. Sí, si no me equivoco, ese es tu nombre preferido.
—Mi muy preferido.
Claire sonrió mientras el vampiro que amaba la besaba a conciencia. Mientras rodeaba con sus brazos a su marido, pensó, que sí, que definitivamente debían tener otro Michael en la familia.


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