sábado, 21 de mayo de 2011

AMANTE DESATADO/CAPITULO 1 2 3


—No me siento para nada identificado con estos pantalones de cuero.
Vishous levantó la vista del grupo de ordenadores. Butch O’Neal estaba de pie en la sala del Pit con un par de pantalones de cuero sobre los muslos y un montón de debes-de-estar-bromeando en el rostro.
—¿No te quedan bien? —preguntó V a su compañero de habitación.
—Ese no es el tema. No te ofendas, pero son raritos como los de Village People —Butch levantó los fuertes brazos y caminó en círculo, la luz reflejándose en su pecho desnudo—. Quiero decir, venga ya.
—Son para luchar, no para estar a la moda.
—También las faldas escocesas, pero no me ves enrollándome un tartán.
—Y doy gracias a Dios por ello. Tienes las piernas demasiado arqueadas para ponerte esa mierda.
Butch asumió una expresión aburrida.
—Muérdeme.
Ya me gustaría, pensó V.
Encogiéndose de hombros fue en busca de su paquete de tabaco turco. Mientras sacaba el papel para enrollar, depositaba una línea, y la liaba hasta convertirla en un pitillo, hizo lo que pasaba mucho tiempo haciendo: se recordó a sí mismo que Butch estaba felizmente emparejado con el amor de su vida, y que, incluso aunque no lo estuviera, el tipo no jugaba en ese bando.
Mientras lo encendía e inhalaba, trató de no mirar al poli y falló. Maldita visión periférica. Siempre le pasaba lo mismo.
Hombre, era un rarito pervertido. Especialmente dado lo unidos que estaban. En los últimos nueve meses se había acercado a Butch más que a nadie que hubiera conocido en sus trescientos años de vivir y respirar. Se alojaba con el macho, se emborrachaba con él, se ejercitaba con él. Había atravesado muerte, vida, profecías y destino con él. Lo había ayudado a romper las leyes de la naturaleza para convertir al tío de humano a vampiro, además lo sanaba cuando llevaba a cabo su asunto especial con los enemigos de la raza. También lo había propuesto como miembro de la Hermandad… y estuvo a su lado cuando se había emparejado con su shellan.
Mientras Butch paseaba como si estuviera tratando de acostumbrarse a los pantalones de cuero, V miró fijamente las siete letras que estaban grabadas en su espalda en ingles antiguo: MARISSA. V había grabado las dos A, y le habían salido bien, a pesar del hecho que su mano había estado temblando todo el tiempo.
—Sip —dijo Butch—. No estoy seguro de que me sienten.
Después de la ceremonia de emparejamiento, V había desocupado el Pit por ese día para que la feliz pareja tuviera privacidad. Se había ido cruzando el patio del Complejo y se había encerrado en la habitación para invitados de la casa grande con tres botellas de Grey Goose. Se había emborrachado hasta saturarse, realmente inundado como un cultivo de arroz, pero no había logrado alcanzar la meta de desmayarse. La verdad lo había mantenido implacablemente despierto: V estaba ligado a su compañero de habitación de una forma que complicaba las cosas pero que aún así no cambiaba nada.
Butch sabía lo que pasaba. Demonios, eran los mejores amigos, y el tipo podía leer en V mejor que cualquier otra persona. Y Marissa lo sabía porque no era estúpida. Y la Hermandad lo sabía porque esos estúpidos chismosos idiotas nunca te dejaban mantener secretos.
Todos estaban tranquilos al respecto.
Él no. No podía soportar las emociones. Ni a sí mismo.
—¿Te vas a probar el resto del equipo? —preguntó mientras exhalaba—. ¿O quieres quejarte un poco más por los pantalones?
—No me provoques que te sacudo.
—¿Por qué privarte de tu pasatiempo favorito?
—Porque me están comenzando a doler los dedos —Butch caminó hacia uno de los sillones y recogió el arnés para el pecho. Al deslizarlo por los amplios hombros, el cuero perfiló su torso a la perfección—. Mierda, ¿cómo hacen para que ajuste tan bien?
—Te tomé medidas, ¿recuerdas?
Butch lo abrochó en su lugar, luego se inclinó y pasó la punta de los dedos a lo largo de la tapa de una caja negra lacada. Se demoró sobre las letras de la Hermandad de la Daga Negra, luego trazó los caracteres en la Antigua Lengua que deletreaban Dhestroyer, descendiente de Wrath, hijo de Wrath.
El nuevo nombre de Butch. El antiguo y noble linaje de Butch.
—Oh, mierda, ábrelo —V aplastó el pitillo, enrolló otro, y lo encendió. Hombre, era bueno que los vampiros no agarraran cáncer. Últimamente había estado fumando uno tras otro como un criminal—. De una vez.
—Todavía no puedo creerlo.
—Sólo abre la condenada cosa.
—Realmente no puedo…
—Ábrela —a estas alturas, V estaba lo suficientemente crispado como para salir levitando de la maldita silla.
El poli accionó el mecanismo de oro macizo de la cerradura y levantó la tapa. Sobre una base de raso rojo había cuatro dagas iguales de hoja negra, cada una precisamente calibrada para el físico de Butch afilada con un filo mortal.
—Santa María, Madre de Dios… son hermosas.
—Gracias —dijo V al exhalar—. También hago un pan excelente.
Los ojos color avellana del poli se dispararon al otro lado de la habitación.
—¿Las hiciste para mí?
—Sip, pero no es gran cosa. Las hice para todos nosotros —V levantó la mano derecha enguantada—. Como sabes, soy bueno con el calor.
—V… gracias.
—Da igual. Como dije, soy el hombre de las espadas. Lo hago todo el tiempo.
Sip… sólo que tal vez no con tanta concentración. Para Butch, se había pasado cuatro días seguidos trabajando en ellas. Una maratón de dieciséis horas trabajando con su maldita mano brillante sobre el acero mixto habían provocado que le doliera la espalda y que se le fatigaran los ojos, pero maldita sea, había estado decidido a lograr que cada una fuera digna del macho que las empuñaría.
Aún no eran lo suficientemente buenas.
El poli sacó una de las dagas, y mientras la sostenía en la palma de la mano sus ojos brillaron.
—Jesús… siente esta cosa —comenzó a oscilar el arma hacia atrás y hacia delante frente a su pecho—. Nunca sostuve nada tan bien equilibrado. Y el mango. Dios… es perfecto.
El halago complació a V más que cualquier otro que hubiera recibido antes.
Por lo que lo irritó como la mierda.
—Sip, bueno, se supone que son así, ¿verdad? —aplastó el pitillo en el cenicero, oprimiendo el frágil brillo de la punta—. No tiene sentido que salgas al campo de batalla con un juego de Ginsu[1].
—Gracias.
—Da igual.
—V, en serio…
—Que te jodan. —Cuando no hubo una respuesta rápida, levantó la vista.
Mierda. Butch estaba de pie frente a él, los ojos color avellana del poli oscurecidos con un conocimiento del que V no quería que el tipo fuera consciente.
V bajó la vista hacia el encendedor.
—Como sea, poli, son sólo cuchillos.
La negra punta de la daga se deslizó bajo la barbilla de V y le empujó la cabeza hacia arriba. Al ser forzado a encontrar la mirada de Butch, el cuerpo de V se tensó. Luego se puso a temblar.
Con el arma uniéndolos, Butch dijo:
—Son perfectas.
V cerró los ojos, despreciándose a sí mismo. Luego deliberadamente se apoyó en la hoja para que mordiera su garganta. Tragándose la llamarada de dolor, la absorbió en sus entrañas, usándola como un recordatorio de que era un jodido rarito, y los raritos se merecían ser heridos.
—Vishous, mírame.
—Déjame en paz.
—Oblígame.
Por medio segundo V casi se lanza hacia el tipo, preparado para golpear al bastardo. Pero luego Butch dijo:
—Sólo te estoy agradeciendo por hacer algo bueno. No es la Gran Putada.
¿No era la gran puta cosa? Los ojos de V relampaguearon y los sintió llamear.
—Eso es mentira. Por razones de las que eres muy jodidamente consciente.
 Butch retiró la hoja, y cuando el brazo del macho cayó, V sintió una gota de sangre correrle por el cuello. Era cálida… y suave como un beso.
—No digas que lo sientes —murmuró V en el silencio—. Soy propenso a ponerme violento.
—Pero es verdad.
—No hay nada por lo que pedir disculpas —hombre, ya no podía soportar vivir allí con Butch. Entiendan eso como Butch y Marissa. El constante recordatorio de lo que no podía tener y no debía desear estaba matándolo. Y Cristo sabía que ya estaba en mala forma. ¿Cuándo había sido la última vez que había dormido durante el día? No desde hacía semanas y semanas.
Butch enfundó la hoja en el arnés del pecho, con la punta hacia abajo.
—No quiero que te sientas apenado…
—De ninguna manera vamos a discutir más sobre esto —poniéndose el dedo índice en la garganta, V enjuagó la sangre provocada por la hoja que había forjado. Mientras se la lamía, la puerta oculta que llevaba al túnel subterráneo se abrió y el aroma a océano llenó el Pit.
Marissa apareció en una esquina, viéndose tan bien como Grace Kelly como era habitual. Con el largo cabello rubio y el rostro perfectamente formado, era conocida por ser la gran belleza de la raza, y hasta V, que no le gustaba el tipo, debía reconocerlo.
—Hola, chicos… —Marissa se detuvo y miró fijamente a Butch—. Dios… querido… mira esos pantalones.
Butch se encogió.
—Sí, lo sé. Son…
—¿Puedes venir aquí? —comenzó a retroceder por el vestíbulo hacia el pasillo que llevaba a su dormitorio—. Necesito que vengas conmigo un minuto. O diez.
El aroma de la vinculación de Butch llameó hasta convertirse en un apagado rugido, y V supo perfectamente bien que el cuerpo del tipo se estaba endureciendo para el sexo.
—Cariño, puedes tenerme tanto tiempo como me desees.
Justo cuando estaba saliendo de la sala, el poli lanzó una mirada sobre su hombro.
—Me siento muy identificado con estos pantalones de cuero. Dile a Fritz que quiero cincuenta pares. Lo antes posible.
Cuando lo dejaron solo, Vishous se inclinó sobre el Alpine[2] y puso Music is my Savior de MIM’s. Mientras el rap resonaba, pensó en cómo antes solía usar esa mierda para ahogar los pensamientos de las demás personas. Ahora que sus visiones se habían terminado y todo el asunto de leer la mente había hecho ¡Poof! usaba esos sonidos graves para evitar oír a su compañero de habitación haciendo el amor.
V se restregó el rostro. Realmente tenía que salir de allí. Por un tiempo trató de hacer que se mudaran, pero Marissa sostenía que el Pit era “acogedor” y que le gustaba vivir allí. Lo que tenía que ser mentira. La mitad de la sala estaba ocupada por el futbolín, ESPN[3] estaba puesto sin sonido las veinticuatro horas de los siete días de la semana, y siempre estaba sonando el rap duro. El frigorífico era una zona desmilitarizada marcada con bajas podridas de Taco Hell y Arby’s. El Grey Goose y el Lagavulin eran las únicas bebidas que había en la casa. El material de lectura se limitaba a Sports Illustrated y… bueno, más ediciones de Sports Illustrated.
Así que, sí, por ahí no había un montón de adorables patitos y conejitos. El lugar era en parte una fraternidad y en parte un vestuario. Decorado por Derek Jeter[4].
¿Y en lo que a Butch se refería? Cuando V le había sugerido un poco de acción con U-Haul[5], el poli le había dirigido una mirada imparcial a través del sillón, había sacudido la cabeza una vez, y se había marchado a la cocina a buscar más Lagavulin.
V se rehusaba a creer que se quedaban porque estaban preocupados por él o alguna porquería así. La misma idea lo volvía loco.
Se puso de pie. Si iba a haber una separación, iba a tener que ser él quien diera el primer paso. El problema era, que no tener a Butch a su alrededor todo el tiempo… era impensable. Era mejor la tortura que padecía ahora que el exilio.
Miró el reloj y se imaginó que bien podría tomar el túnel subterráneo y dirigirse a la casa grande. Aunque el resto de la Hermandad de la Daga Negra vivía en ese monstruo recubierto de piedra que era la mansión vecina, había muchas habitaciones desocupadas. Tal vez debería probar una para ver si se acostumbraba. Por un par de días.
El pensamiento hizo que se le revolviera el estómago.
En su camino a la puerta, le llegó un atisbo del aroma vinculante que flotaba desde la habitación de Butch y Marissa. Cuando pensó en lo que estaba ocurriendo allí, su sangre se calentó incluso mientras la vergüenza hacía que se le erizara la piel.
Profiriendo una maldición, caminó hacia su chaqueta de cuero y sacó el teléfono móvil. Mientras marcaba, su pecho estaba tan cálido como un refrigerador de carne, pero al menos sentía como si estuviera haciendo algo acerca de la obsesión que tenía.
 Cuando la voz femenina contestó, V cortó el ronco hola.
—Al anochecer. Hoy. Sabes cómo vestirte, y llevarás el cabello apartado del cuello. ¿Qué me dices?
La respuesta fue un ronroneo de sumisión.
—Sí, mi lheage.
V colgó y tiró el móvil sobre el escritorio, observando cómo rebotaba y terminaba reposando contra uno de los cuatro teclados. A la sumisa que había elegido para esta noche le gustaban las cosas especialmente duras. Y se las iba a dar.
Joder, verdaderamente era un pervertido. Hasta la médula. Un impenitente desviado sexual… que de alguna forma era famoso dentro de la raza por lo que era.
Tío, era absurdo, pero bueno, los gustos y motivaciones de las hembras siempre habían sido extravagantes. Y su fantástica reputación no era más significativa para él de lo que lo eran sus subalternas. Todo lo que importaba era que tuviera voluntarias para sus necesidades sexuales. Lo que se dijera de él, sólo era una masturbación oral para bocas que necesitaban estar ocupadas de alguna forma.
Mientras caminaba por el túnel y se dirigía hacia la mansión estaba completamente cabreado. Gracias a la estúpida rotación de los horarios que la Hermandad practicaba, no le estaba permitido salir al campo de batalla esa noche, y odiaba eso. Ciertamente prefería estar cazando y matando a los asesinos no muertos que perseguían a su raza que estar sentado sobre su culo.
Pero había formas de hacer desaparecer un caso de frustración del culo.
Para eso estaban hechas las restricciones y los cuerpos bien dispuestos.

Phury entró en la cocina tamaño industrial de la mansión y se congeló de la forma en que lo haces cuando te enfrentas a una herida accidental del tipo de las que son muy sangrientas: las suelas de sus zapatos se quedaron clavadas en el suelo, su respiración se detuvo, y su corazón se saltó un latido y luego corrió desbocado.
Antes de que pudiera dar marcha atrás por la puerta de servicio, lo pescaron.
Bella, la shellan de su gemelo, alzó la vista y sonrió.
—Hola.
—Hola. —Vete. Ahora.
Dios, olía tan bien.
Ondeó el cuchillo que tenía en la mano sobre el pavo asado que había estado cortando.
—¿Quieres que te haga un sándwich?
—¿Qué? —dijo como un idiota.
—Un sándwich —apuntó la hoja al pan, el tarro de mayonesa casi vacío, la lechuga y los tomates—. Debes tener hambre. No comiste mucho en la última comida.
—Ah, sip… no, no tengo… —su estómago estropeó la mentira al gruñir como la bestia vacía que era. Bastardo.
Bella sacudió la cabeza y volvió a trabajar sobre la pechuga del pavo.
—Coge un plato y siéntate.
Ok, esto era lo último que necesitaba. Era mejor ser enterrado vivo que sentarse a solas en la cocina con ella mientras le preparaba la comida con sus hermosas manos.
—Phury —dijo sin levantar la vista—. Plato. Asiento. Ahora.
Accedió porque a pesar del hecho de que provenía de un linaje de guerreros, de que era un miembro de la Hermandad y la sobrepasaba en peso por unas buenas cien libras, era un inútil y un debilucho cuando se trataba de ella. La shellan de su gemelo… la shellan embarazada de su gemelo… no era alguien a quien Phury se pudiera negar.
Después de deslizar un plato cerca de ella, se sentó sobre la isleta de mármol y se dijo a sí mismo que no le mirara las manos. Estaría bien siempre y cuando no mirara sus largos y elegantes dedos y sus uñas cortas y limadas y la forma en que…
Mierda.
—Te lo juro —dijo mientras cortaba más carne de la pechuga—, Zsadist quiere que me ponga grande como una casa. Otros trece meses con él importunándome para que coma y no cabré en la piscina. Los pantalones ya casi no me entran.
—Te ves bien. —Demonios, se veía perfecta, con el largo cabello oscuro y los ojos color zafiro y el cuerpo alto y delgado. El niño que tenía dentro no se notaba salvo por la camiseta holgada, pero el embarazo era obvio en su piel brillante y en la forma en que su mano frecuentemente se dirigía hacia la parte baja del estómago.
Su condición también se hacía evidente en la ansiedad detrás de los ojos de Z cuando estaba a su alrededor. Como los embarazos vampíricos tenían altas tasas de mortalidad materno/fetal, eran una bendición y una maldición a la vez, para los hellren que se habían vinculado a sus compañeras.
—¿Te sientes bien? —preguntó Phury. Después de todo, Z no era el único que se preocupaba por ella.
—Bastante. Me canso, pero no es tan malo —se lamió la punta de los dedos, luego agarró el tarro de mayonesa. Mientras escarbaba dentro, el cuchillo hizo un ruido repiqueteante, como una moneda siendo sacudida—. Aunque Z me está volviendo loca. Se niega a alimentarse.
Phury recordó el sabor de su sangre y desvío la mirada, mientras se le alargaban los colmillos. No había ninguna nobleza en lo que sentía por ella, para nada, y como macho que siempre se había enorgullecido de su naturaleza honorable, no podía reconciliar esas emociones con sus principios.
Y lo que pasaba de su lado definitivamente no era recíproco. Lo había alimentado una vez porque lo necesitaba desesperadamente y porque era una hembra de valor. No había sido porque se sintiera atraída a sustentarlo o porque lo deseara.
No, todo eso era para su gemelo. Desde la primera noche que había conocido a Z, se había sentido cautivada, y el destino había dispuesto que fuera la que verdaderamente lo salvara del infierno al que había estado sometido. Phury podía haber rescatado el cuerpo de Z de ese siglo en que fue esclavo de sangre, pero Bella había resucitado su espíritu.
Lo que, por supuesto, era una razón más para amarla.
Demonios, deseaba tener algo de humo rojo encima. Había dejado el endemoniado paquete arriba.
—Entonces, ¿cómo estás? —preguntó mientras ponía finas lonchas de pavo, y luego apilaba hojas de lechuga sobre ellas—. ¿Esa nueva prótesis todavía te está dando problemas?
—Está un poco mejor, gracias. —La tecnología esos días estaba a años luz de distancia de lo que lo había sido un siglo atrás, pero considerando toda la lucha que practicaba, su perdida pantorrilla era un constante problema para su movilidad.
Pierna perdida… si, está bien, la había perdido. Se la había volado de un disparo para apartar a Z de la perra enferma que tenía por Ama. El sacrificio había valido la pena. Como también el sacrificio de su felicidad valía la pena para que Z estuviera con la hembra que ambos amaban.
Bella coronó los sándwiches con otra rebanada de pan y deslizó el plato por el mármol hacia él.
—Aquí tienes.
—Esto es justo lo que necesitaba —saboreó el momento mientras le clavaba los dientes, el pan blando cediendo como si fuera piel. Mientras tragaba, fue acometido por la triste alegría de que le hubiera preparado esa comida, y lo hubiera hecho con cierta clase de amor.
—Bien. Me alegro —mordió su propio sándwich.
—Es que… he querido preguntarte algo.
—¿Si? ¿Qué cosa?
—Como sabes, he estado trabajando en Lugar Seguro con Marissa. Es una organización genial, llena de gente estupenda… —hubo una larga pausa… de la clase que hacía que se animara—. De cualquier manera, una nueva trabajadora social ha venido para dar consejo a las hembras y sus hijos —se aclaró la garganta. Se secó la boca con una servilleta de papel—. Es realmente maravillosa. Cálida, divertida. Estaba pensando que tal vez…
Oh, Dios.
—Gracias, pero no.
—Es realmente agradable.
—No, gracias. —Con la piel de gallina por todo el cuerpo, comenzó a comer a la carrera.
—Phury… sé que no es asunto mío, pero, ¿por qué te mantienes célibe?
Mierda. Más rápido con el sándwich.
—¿Podríamos cambiar de tema?
—Es debido a Z, ¿verdad? El porqué de que nunca hayas estado con una mujer. Es tu sacrificio por él y su pasado.
—Bella… por favor…
—Tienes más de doscientos años de edad, y ya es tiempo de que empieces a pensar en ti mismo. Z nunca va a ser completamente normal, y nadie sabe eso mejor que tú y yo. Pero ahora está más estable. Y con el tiempo va a estar aún mejor.
Era cierto, siempre y cuando Bella sobreviviera al embarazo.
Hasta que saliera del parto saludable, su gemelo no iba a salir del bosque. Y por extensión, tampoco lo haría Phury.
—Por favor deja que te presente…
—No. —Phury se puso de pie y masticó como una vaca. Los modales en la mesa eran muy importantes, pero esta conversación tenía que terminar antes de que le explotara la cabeza.
—Phury…
—No quiero una hembra en mi vida.
—Serías un maravilloso hellren, Phury.
Se limpió la boca en servilleta de cocina y dijo en la Antigua Lengua:
Gracias por esta comida hecha por tus manos. Bendita noche, Bella, amada compañera de mi gemelo, Zsadist.
Sintiéndose despreciable por no ayudar a limpiar, pero imaginándose que era mejor que sufrir un aneurisma, empujó la puerta de servicio y salió al comedor. A medio camino, a lo largo de la mesa de treinta pies de extensión, se quedó sin gasolina, retiró una silla al azar, y se dejó caer sobre ella.
Hombre, su corazón estaba aporreándole el pecho.
Cuando alzó la vista, Vishous estaba de pie al otro lado de la mesa, mirándolo.
—¡Cristo!
—¿Estás un poco tenso, hermano? —De seis pies con seis de altura y descendiente del gran guerrero conocido sólo como el Bloodletter[6], V era un macho imponente. Con los ojos de iris blanco con un reborde azul, el cabello negro azabache, y rostro anguloso y astuto, podría haber sido considerado hermoso. Pero la perilla y los tatuajes en las sienes lo hacían parecer malvado.
 —Tenso no. Ni un poco —Phury extendió las manos sobre la lustrosa mesa, pensando en el porro que iba a encender en el mismo instante en que llegara a su habitación—. En realidad, iba a ir a buscarte.
—¿Ah, sí?
—A Wrath no le gustaron las vibraciones que sintió en la reunión de esta mañana —lo que era decir poco. V y el Rey habían terminado barbilla a barbilla en un par de ocasiones, y ese no era el único argumento que volaba por ahí—. Esta noche nos ha sacado a todos de la rotación. Dijo que necesitábamos algo de D&D[7].
V arqueó las cejas, viéndose más inteligente que un grupo de Einsteins. El aire de genio no era sólo cosa de apariencias. El tipo hablaba dieciséis idiomas, diseñaba juegos para ordenador por diversión, y podía recitar los veinte tomos de las Crónicas de memoria. El hermano hacía que Stephen Hawking pareciera un candidato a simple técnico.
—¿Todos nosotros? —dijo V.
—Sip. Iba al ZeroSum. ¿Quieres venir?
—Acabo de programar un asunto privado.
Ah, sí. La poco convencional vida sexual de V. Hombre, él y Vishous estaban en extremos opuestos del espectro sexual. Él no sabiendo nada, Vishous habiéndolo explorado todo, y la mayor parte de ello hasta el extremo… el camino inaccesible y la carretera. Y esa no era la única diferencia entre ellos. Pensándolo bien, no tenían nada en común.
—¿Phury?
Se sacudió a sí mismo.
—Lo siento. ¿Qué?
—Dije que soñé contigo una vez. Hace muchos años.
Oh, Dios. ¿Por qué no se había ido derecho a su habitación? Podría estar encendiendo uno en ese mismo momento.
—¿Cómo es eso?
 V se acarició la perilla.
—Te vi parado en una encrucijada sobre un campo inmaculado. Era un día tormentoso… sí, muchas tormentas. Pero cuando tomaste una nube del cielo y la envolviste alrededor del pozo, la lluvia dejó de caer.
—Suena poético —y era un alivio. La mayoría de las visiones de V eran aterradoras como el infierno—. Pero carece de sentido.
—Nada de lo que veo carece de sentido, y lo sabes.
—Alegórica entonces. ¿Cómo puede alguien envolver un pozo? —Phury frunció el ceño—. ¿Y por qué me lo dices ahora?
Las oscuras cejas de V bajaron sobre sus ojos semejantes a espejos.
—Yo… Dios, no tengo ni idea. Sólo tenía que decirlo. —Con una grosera maldición, se dirigió a la cocina—. ¿Está Bella aún allí?
—¿Cómo sabías que estaba…?
—Siempre pareces destrozado después de verla.



[1] Ginsu: Marca de cuchillos de cocina
[2] Alpine: Marca de equipos de audio
[3] ESPN: Canal de deportes estadounidense
[4] Derek Meter: Jugador de béisbol estadounidense
[5] U-Haul: Compañía que alquila camiones para mudanzas
[6] Bloodletter: Significaría desangrador, o que derrama sangre.
[7] D&D Descanso y Diversión. En Inglés R&R por Rest and Recreation, que es una sigla que usan en el ejército norteamericano y los Voluntarios de las Naciones Unidas para referirse a unas cortas vacaciones dadas al personal.



Media hora y un sándwich de pavo después, V se materializó en la terraza de su ático privado en el centro de la ciudad. La noche era una porquería, con todo el frío de marzo y la humedad de abril, el amargo viento arremolinándose a su alrededor como un borracho con una mala actitud. Mientras permanecía de pie frente al panorama que ofrecían los puentes gemelos de Caldwell, la vista de postal de la centelleante ciudad lo aburría.
Como también lo hacía el proyecto que tenía de diversión y juegos para esa noche.
Suponía que era similar a lo que ocurría con una persona que había sido adicta a la cocaína durante mucho tiempo. Alguna vez el efecto había sido intenso, pero ahora alimentaba su vicio sin ningún tipo de entusiasmo. Era todo para calmar la necesidad y no por obtener alivio.
Plantando las palmas de las manos sobre el muro de la terraza, se asomó inclinándose mucho hacia afuera y fue golpeado en el rostro por una corriente de aire helado, su cabello volando hacia atrás como un modelo y toda esa mierda. O tal vez… era más parecido al superhéroe de las historietas. Sip, esa era una metáfora mejor.
Salvo que él sería el villano, ¿no?
Se dio cuenta de que sus manos estaban alisando la llana piedra sobre la que descansaban, acariciándola. El muro tenía cuatro pies de altura y recorrían todo el largo del edificio como el reborde de una bandeja de servicio. El borde era un saliente de tres pies de ancho rogando ser saltado, para encontrarte con los treinta pies de aire que había del otro lado siendo un perfecto y airoso preludio para que luego la muerte te jodiera duramente.
Ahora, esa era una vista que le parecía interesante.
Sabía de primera mano cómo de dulce era una caída libre. Como la fuerza del viento oprimía tu pecho, haciendo que te fuera difícil respirar. Como te lloraban los ojos y las lágrimas recorrían tus sienes, en lugar de bajar por tus mejillas. Como la tierra se apresuraba hacia ti para acogerte, una anfitriona lista para darte la bienvenida a la fiesta.
No estaba seguro de haber tomado la decisión correcta al decidir salvarse a si mismo esa vez que había saltado. Sin embargo, en el último momento, se había desmaterializado hacia la terraza. De regreso… a los brazos de Butch.
Maldito Butch. Todo conducía siempre hacia ese hijo de puta, eso era.
V dejo de lado el impulso de hacer otro vuelo y abrió una de las puertas correderas con la mente. Las tres paredes de vidrio del ático eran a prueba de balas pero no filtraban la luz del sol. Aunque lo hiciera, no se hubiera quedado allí a pasar el día.
Esto no era el hogar.
Mientras entraba, el lugar y lo que significaba presionaron sobre él como si la fuerza de la gravedad fuera distinta allí. Las paredes, el techo y los suelos de mármol de la abierta extensión de una sola habitación eran negros. Como lo eran las cientos de velas que podía encender a voluntad. La única cosa que podía ser clasificada como mueble era una cama extra grande que nunca usaba. El resto era equipo. La mesa con los objetos de sujeción. Las cadenas empotradas en la pared. Las máscaras, las mordazas, los látigos, los bastones y las cadenas. El tocador lleno de pesas para pezones y pinzas de acero y herramientas de acero inoxidable.
Todo para las hembras.
Se sacó la chaqueta de cuero y la tiró sobre la cama, luego se deshizo de la camisa. Siempre conservaba los pantalones de cuero durante las sesiones. Las sumisas nunca lo veían completamente desnudo. Nadie lo hacía salvo sus hermanos durante las ceremonias en la Tumba, y eso era solo porque los rituales lo exigían.
Como se veía su parte inferior no era asunto de nadie más.
Las velas llamearon cuando lo mandó, la luz líquida rebotando sobre el lustroso suelo antes de ser absorbida por la negrura del techo abovedado. No había nada romántico en el aire. El lugar era una cueva donde voluntariamente se practicaban actos profanos, y la luz era solo para asegurar que el cuero y el metal, las manos y los colmillos fueran puestos en los lugares adecuados.
Además, las velas podían ser usadas para otros propósitos además de la iluminación.
Fue hacia el bar, se sirvió un par de dedos de Grey Goose, y se apoyó contra la corta extensión del mostrador. Había algunas dentro de la raza que pensaban que venir aquí y resistir una relación sexual con él era un rito de graduación. Luego había otras que sólo podían obtener satisfacción con él. Y había aún más que deseaban explorar cuanto se podían mezclar el dolor y el sexo.
Las del tipo Lewis y Clark[1] eran las que le interesaban menos.
Habitualmente no podían soportarlo y a la mitad de la sesión, tenían que utilizar la palabra segura o el gesto de la mano seguro que les proporcionaba. Siempre las dejaba ir prontamente, aunque cualquier lágrima tenían que enjugársela ellas mismas, no él. Nueve de cada diez veces querían intentarlo de nuevo, pero eso no era posible. Si se quebraban demasiado fácilmente una vez, probablemente lo volvieran a hacer, y no estaba interesado en adiestrar pesos ligeros en su estilo de vida.
Las que podían soportarlo lo llamaban lheage y lo adoraban, aunque no le importaba una mierda su reverencia. El borde en él tenía que mitigarse, y sus cuerpos eran la piedra que usaba para pulirse. Fin de la historia.
Fue hacia la pared, levantó una de las cadenas de acero, y la deslizó sobre la palma de la mano, eslabón por eslabón. Aunque era un sádico por naturaleza, no se excitaba lastimando a sus sumisas. Su lado sádico era sustentado con sus matanzas de lessers.
Lo que buscaba era el control de sus mentes y cuerpos. Las cosas que les hacía sexualmente o de otra forma, las cosas que decía, lo que les hacía ponerse… todo era calibrado cuidadosamente para obtener un efecto. Seguro que involucraba dolor, y si, tal vez lloraran por la vulnerabilidad y el miedo. Pero le rogaban por más.
Y se los daba, si se sentía de humor para ello.
Le echó un vistazo a las máscaras. Siempre les ponía máscaras, y nunca debían tocarlo a no ser que les dijera dónde, cómo y con qué. Si tenía un orgasmo durante el transcurso de una sesión, lo que era inusual, era recogido por las sumisas con gran orgullo. Si se alimentaba, era sólo porque tenía que hacerlo.
Nunca degradaba a las que acudían a ese lugar, nunca las hacía hacer ninguna de las cosas que sabía endemoniadamente bien que algunos dominadores preferían. Pero no las consolaba al principio, en medio o al final y las sesiones sólo se llevaban a cabo bajo sus términos. Les decía donde y cuando, y si le salían con alguna mierda de celos de propietaria, estaban fuera. Para siempre.
Consultó el reloj y levantó el mhis que rodeaba el ático. La hembra que venía esa noche podía rastrearlo ya que un par de meses antes había bebido de su vena. Cuando terminara con ella, lo arreglaría de forma que se fuera sin recuerdos del lugar donde había estado.
Aunque recordaría lo que había pasado. Las marcas del sexo estarían por todo su cuerpo.
Cuando la hembra se materializó en la terraza, se dio la vuelta. A través de las puertas corredizas era una sombra anónima de curvas vistiendo un corsé de cuero negro y una larga y holgada falda negra. Llevaba el cabello negro recogido alto sobre la cabeza, como había solicitado.
Sabía esperar. Sabía que no debía llamar.
Abrió la puerta con la mente, pero también sabía que no debía entrar sin haber sido llamada.
Le echó un vistazo y capto su aroma. Estaba completamente excitada.
Se le alargaron los colmillos, pero no debido a que estuviera particularmente interesado en el húmedo sexo entre sus piernas. Necesitaba alimentarse, y ella era una hembra y tenía muchas venas que podía sangrar. Era algo biológico, no algo encantador.
V extendió el brazo y le hizo señas con el dedo. Se adelantó, temblando, como debería. Esa noche estaba de un humor particularmente cáustico.
—Deshazte de esa falda —dijo—. No me gusta.
Inmediatamente abrió la cremallera de la ropa y la dejó caer sobre el suelo en un torrente de satén. Debajo, llevaba un liguero negro y medias rematadas en encaje negro. No llevaba bragas.
Hmm… Sip. Iba a sacar esa lencería de sus caderas cortándola con una daga. Eventualmente.
V caminó hacia la pared y tomó una máscara con solo una abertura. Si quería aire, iba a tener que respirar por la boca.
Tirándosela, dijo:
—Póntela. Ahora.
Se cubrió el rostro sin decir una palabra.
—Súbete a la mesa.
No la ayudó cuando se adelantó desorientada, solo la observó, sabiendo que encontraría el camino. Siempre lo hacían. Las hembras como ella siempre encontraban el camino a la mesa de tortura.
 Para pasar el tiempo sacó un porro del bolsillo trasero, se lo puso entre los labios, y cogió una vela negra del candelabro. Mientras encendía el cigarrillo, miró fijamente el pequeño charco de cera líquida que había al pie de la llama.
Comprobó el progreso de la hembra. Bien hecho. Se había colocado boca arriba, con los brazos a los lados y las piernas abiertas.
Después de atarla, supo exactamente por dónde empezar esa noche.
Mantuvo la vela en la mano mientras daba un paso al frente.

Debajo de las luces empotradas del gimnasio de la Hermandad, John Matthew asumió la posición de comienzo y se enfocó en su oponente en el entrenamiento. Ambos estaban tan bien equilibrados como un par de palillos chinos, ambos delgados e insubstanciales, fáciles de quebrar. Como lo eran todos los pretrans.
Zsadist, el hermano que estaba dando la lección de lucha cuerpo a cuerpo esa noche, silbó entre dientes, y John y su compañero de clase se saludaron con una reverencia. Su oponente dijo el saludo apropiado en la Antigua Lengua, y John respondió a la declaración usando el lenguaje por señas americano. Luego se engancharon. Pequeñas manos y huesudos brazos volaron sin lograr gran efecto; los golpes eran lanzados como aviones de papel, eran esquivados con poca soltura. Todos sus movimientos y posiciones eran sombras de lo que deberían haber sido, ecos de trueno, no el grave rugido en sí mismo.
El trueno provino de otra parte en el gimnasio.
En el medio de la ronda, se sintió un tremendo ¡WHOOMP! cuando un sólido cuerpo golpeó las colchonetas como un saco de arena. Ambos John y su oponente miraron hacia allí… luego abandonaron sus pobres intentos de artes marciales mixtas.
Zsadist estaba trabajando con Blaylock, uno de los dos mejores amigos de John. El pelirrojo era el único alumno que había pasado por el cambio hasta ese momento, así que tenía el doble del tamaño que todo el resto de la clase. Y Z acababa de tirar al tipo al suelo.
Blaylock saltó a sus pies y nuevamente cargó como un soldado de caballería, pero sólo para ser pateado en el culo nuevamente. Era grande, pero Z era un gigante además de ser miembro de la Hermandad de la Daga Negra. Así que Blay estaba enfrentando a un tanque Sherman jodidamente colmado de experiencia en combate.
Hombre, Qhuinn debería estar allí para ver eso. ¿Dónde estaba ese tío?
Todos, los once alumnos dejaron escapar un ¡Whoa! cuando tranquilamente Z hizo que Blay perdiera el equilibrio, lo tiró boca arriba sobre las colchonetas, y lo retorció con una presa que le retorció los huesos hasta la sumisión. En el mismo instante que Blay dio una palmada, Z lo soltó.
Mientras Zsadist se paraba cerca del chico, su voz sonó con el tono más cálido que podía llegar a tener alguna vez.
—Para haber pasado cinco días desde la transición, lo estás haciendo bien.
Blay sonrió, aunque su mejilla estaba aplastada contra la colchoneta como si lo hubieran pegado con pegamento.
—Gracias… —jadeó—. Gracias señor.
Z extendió la mano e izó a Blay del suelo justo cuando el sonido de una puerta abriéndose hizo eco a través del gimnasio.
A John se le agrandaron los ojos al ver lo que entró por ella. Bueno, mierda… eso explicaba donde había estado Qhuinn toda la tarde.
El macho que se acercaba lentamente a través de las colchonetas de unos seis pies con cinco pulgadas de alto y doscientas cincuenta libras de peso tenía una cierta semejanza con alguien que hasta ayer había pesado tanto como una bolsa de comida para perros. Qhuinn había pasado por la transición. Dios, no era para sorprenderse que el tipo no hubiera estado ensuciándose las manos o metido entre los libros ese día. Había estado ocupado haciéndose con un nuevo cuerpo.
Cuando John levantó la mano, Qhuinn lo saludó con la cabeza como si la tuviera rígida o tal vez como si le estuviera latiendo. El tipo se veía como la mierda y se movía como si le doliera cada hueso del cuerpo. También jugaba con el cuello de su nueva sudadera talla XXXL como si sentirlo le molestara, y se subía los pantalones una y otra vez encogiéndose cada vez. Le sorprendió ver que tenía un ojo morado, pero tal vez se hubiera golpeado contra algo en medio de la transición. Se decía que te sacudías un montón cuando estabas cambiando.
—Me alegra que hayas venido —dijo Zsadist.
La voz de Qhuinn era grave cuando contestó, con una cadencia totalmente distinta de la anterior.
—Quise venir aunque no pueda ejercitarme.
—Bien hecho. Puedes descansar por ahí.
Mientras Qhuinn se dirigía hacia un costado encontró la mirada de Blay y ambos sonrieron muy lentamente. Luego miraron a John.
Usando el LSA, las manos de Qhuinn deletrearon: Después de clases iremos a lo de Blay. Tengo un montón de cosas que contaros a los dos.
Mientras John asentía, la voz de Z retumbó en el gimnasio.
—La pausa para el cotilleo ha terminado, señoritas. No hagáis que os patee el culo, porque lo haré.
John enfrentó a su pequeño compañero y se puso en la posición de preparados.
Aunque uno de los alumnos había muerto debido al cambio, John no podía esperar a que le golpeara el suyo. Seguro, tenía un susto de muerte, pero era mejor estar muerto que clavado en el mundo como un trozo de carne asexuado dejado a merced de otros.
Estaba más que listo para convertirse en un macho.
Tenía asuntos de familia que tratar con los lessers.

Dos horas después, V estaba todo lo satisfecho que podía estar. No era sorprendente que la hembra no estuviera en forma para desmaterializarse hacia su casa, así que le puso una bata, la hipnotizó para atontarla, y la llevó abajo en el montacargas del edificio. Fritz estaba esperando en la acera con el coche, y el anciano doggen no hizo preguntas después que le hubo dado la dirección.
Como siempre, ese mayordomo era un regalo de Dios.
Nuevamente solo en el ático, V se sirvió un poco de Goose y se sentó sobre la cama. La mesa de tortura estaba cubierta con cera endurecida, sangre, la humedad de ella y los resultados de sus orgasmos. Había sido una sesión sucia. Pero las buenas siempre lo eran.
Tomó un largo trago del vaso. En el denso silencio, en las secuelas de sus perversiones, en la fría bofetada de su cruda realidad, le llegó una cascada de sensuales imágenes. Lo que había visto hacía unas semanas y que ahora recordaba, había sido visto por error, pero de todas formas, había capturado la escena como un carterista, escondiéndola en su lóbulo frontal aunque no le perteneciera.
Semanas antes había visto a Butch y Marissa… yaciendo juntos. Había sido cuando el poli estaba en cuarentena en la clínica de Havers. Una cámara de video estaba puesta en la esquina de la habitación del hospital, y V los había visto a los dos en el monitor de un ordenador. Ella llevaba un vestido de vibrante color melocotón, él, una bata de hospital. Habían estado besándose larga y ardientemente, sus cuerpos sobreexcitados sexualmente.
V había observado con el corazón en la garganta como Butch había rodado y se había montado sobre ella, la bata se había abierto para revelar sus hombros, su espalda y sus caderas. Cuando comenzó a moverse rítmicamente, su espina dorsal se había flexionado y aflojado, mientras las manos de ella le aferraban el trasero clavándole las uñas.
Había sido hermoso, ellos dos juntos. Nada que ver con el sexo de bordes afilados que V había practicado toda la vida. Había habido amor, e intimidad y… afecto.
Vishous dejó que su cuerpo se aflojara y cayó hacia atrás derrumbándose contra el colchón, inclinando el vaso hasta casi derramarlo cuando se tendió. Dios, se preguntaba cómo sería tener ese tipo de sexo. ¿Le llegaría a gustar? Tal vez le diera claustrofobia. No estaba seguro de poder estar con alguien que le pasara las manos por todo el cuerpo, y no podía imaginarse estar completamente desnudo.
Salvo que después pensó en Butch y decidió que probablemente solo dependiera de con quién estuvieras.
V se cubrió el rostro con la mano buena, deseando como el infierno que sus sentimientos desaparecieran. Se odiaba a sí mismo por esos pensamientos, por su fijación, por su inútil languidecer, y la familiar letanía de vergüenza venida en una ola de cansancio. Cuando una ola de agotamiento a lo Tom Sawyer lo recorrió de los pies a la cabeza, luchó contra ella, sabiendo que era peligroso.
Esta vez no ganó. Ni siquiera tuvo elección. Sus ojos se cerraron de golpe, incluso mientras el miedo lamía su espina dorsal y le dejaba la piel de gallina.
Oh… mierda. Se estaba quedando dormido…
Sintiendo pánico trató de abrir los párpados, pero era demasiado tarde. Se habían convertido en paredes de albañilería. Lo había cogido un remolino y estaba siendo succionado hacia abajo sin importar cuánto tratara de liberarse.
Se le aflojó la mano que sostenía el vaso y apenas lo escuchó golpear contra el suelo y astillarse. Su último pensamiento fue que era igual a ese vaso de vodka, quebrándose y derramándose, incapaz ya de contenerse a si mismo dentro de su cuerpo.




[1] Lewis y Clark: Se refiere al Capitán Meriwether Lewis y al Teniente William Clark- Llevaron a cabo la primera expedición que cruzó por tierra la Costa del Pacífico de los Estados Unidos ida y vuelta. Esta expedición también es conocida como los Cuerpos de Descubrimiento. Me imagino que se refiere a las hembras que están buscando “descubrir” algo nuevo, “explorar” cuanto se puede mezclar el sexo y el dolor.



Un par de manzanas hacia el oeste, Phury levantaba su copa de Martini y descansaba sobre una banqueta de cuero en el ZeroSum. Él y Butch habían estado bastante silenciosos desde que habían llegado al club hacía más o menos media hora, ambos dedicándose a mirar a la gente desde la mesa de la Hermandad.
Dios era testigo que había mucho para ver en ese lugar.
Al otro lado de una pared por la que corría una catarata, la pista de baile del club se retorcía con la música techno mientras los humanos remontaban sobre olas de éxtasis y coca y practicaban sucios actos vestidos con ropa de diseño. Sin embargo, la Hermandad nunca se juntaba con el público en general. La pequeña porción de su propiedad estaba en la sección VIP, una mesa al fondo cerca de la puerta de emergencia. El club era un buen lugar para D&D . La gente los dejaba en paz, las bebidas alcohólicas eran de buena calidad, y estaba situado en el centro, a un paso de distancia de donde la Hermandad hacía la mayor parte de las cacerías.
Además era propiedad de un familiar, ahora que Bella y Z estaban emparejados. Rehvenge, el macho que lo dirigía, era su hermano.
Casualmente, también era el proveedor de drogas de Phury.
Tomó un trago largo del borde de su agitado-pero-no-revuelto. No tendría más remedio que realizar otra compra esa noche. Su alijo estaba en baja forma otra vez.
Una mujer rubia se meneó al pasar cerca de la mesa, sus pechos rebotando como manzanas bajo lentejuelas plateadas, la falda del tamaño de un sello de correos relampagueando sobre los cachetes de su trasero y el poco conveniente tanga. El atuendo la hacía ver como algo más que simplemente semidesnuda.
Indecente era la palabra que tal vez estaba buscando.
Era algo típico. La mayoría de las hembras humanas en la sección VIP estaban a una pulgada de ser arrestadas por exhibición indecente, pero bueno, las damas tendían a ser o profesionales o el equivalente civil a prostitutas. Mientras la prostituta se sentaba en la siguiente banqueta, por medio segundo se preguntó cómo se sentiría comprar algo de tiempo con alguien como ella.
Había sido célibe por tanto tiempo, que parecía totalmente fuera de lugar hasta pensar de esa manera, y mucho menos llevar a cabo la idea. Pero tal vez le ayudara a sacarse a Bella de la mente.
—¿Ves algo que te guste? —dijo pausadamente Butch.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Oh? ¿Quieres decir que no has notado a la rubia que acaba de pasar por aquí? ¿O la forma en que te estaba mirando?
—No es mi tipo
—Entonces busca una castaña de cabello largo.
—Lo que sea. —Cuando Phury terminó el Martini, tuvo ganas de tirar la copa contra la pared. Mierda, no podía creer que hubiese pensado en pagar por tener sexo.
Desesperado. Perdedor.
Dios, necesitaba un porro.
—Vamos, Phury, debes saber que todas las chicas de aquí te echan el ojo cuando vienes. Deberías probar alguna.
Vale, demasiada gente lo estaba apremiando esta noche.
—No, gracias.
—Sólo digo que…
—Vete a la mierda y cierra el pico.
Butch maldijo en voz baja pero no hizo más comentarios. Lo que hizo sentir a Phury como un idiota. Como debería.
—Lo siento.
—Nah, está bien.
Phury le hizo señas a una camarera, que acudió enseguida. Mientras se llevaban su copa vacía, murmuró.
—Esta noche trató de engancharme con alguien.
—¿Disculpa?
—Bella. —Phury tomó una empapada servilleta de cocktail y comenzó a doblarla en cuadraditos—. Dijo que había una asistente social en Lugar Seguro.
—¿Rhym? Oh, es muy simpática…
—Pero yo…
—¿No estás interesado? —Butch sacudió la cabeza—. Phury, hombre, se que probablemente me arrancarás la cabeza de un mordisco otra vez, pero ya es tiempo de que comiences a interesarte. ¿Esa mierda contigo y las hembras? Debe terminar.
Phury tuvo que reírse.
—Se directo, ¿por qué no lo haces?
—Mira, necesitas vivir un poco.
Phury señaló a la rubia con la cabeza.
—¿Y crees que comprar sexo forma parte de vivir un poco?
—Con la forma en que te está mirando, no tendrías que pagar —dijo Butch secamente.
Phury forzó a su cerebro para que tratara de imaginar el escenario. Se imaginó a si mismo levantándose y caminando hacia la mujer. Tomándola por el brazo y guiándola hacia uno de los aseos privados. Tal vez le hiciera una mamada. Tal vez la colocara sobre el lavabo, le separara las piernas y bombeara en ella hasta terminar. ¿Tiempo total transcurrido? Quince minutos, como máximo. Después de todo podría ser virgen, pero la mecánica del sexo era bastante simple. Todo lo que su cuerpo necesitaría sería un fuerte apretón, algo de fricción y estaría listo para correrse.
Bueno, en teoría. En ese momento estaba flojo dentro de los pantalones. Así que aunque tuviera la intención de romper con su virginidad esta noche, no iba a suceder. Al menos, no con ella.
—Estoy bien —dijo cuando llegó su nuevo Martini. Después de hacer girar la aceituna con el dedo, se la metió en la boca—. En serio. Estoy bien.
Ambos volvieron a la rutina de guardar silencio, sin ningún sonido entre ellos a excepción del tenue latido de la música que llegaba del otro lado de la pared que tenía la catarata. Phury estaba a punto de sacar el tema de los deportes porque no podía tolerar el silencio cuando Butch se puso rígido.
Una hembra que estaba al otro lado del área VIP estaba mirando en su dirección. Era la jefa de seguridad, la que estaba constituida como un macho y tenía el corte de cabello igual al de un macho. Hablando de tipos duros. Phury la había visto golpear a hombres humanos borrachos como si estuviera azotando perros con un periódico.
Pero espera, no estaba mirando a Phury. Estaba absolutamente concentrada en Butch.
—Whoa, lo has hecho con ella —dijo Phury—. ¿A que si?
Butch se encogió de hombros y tragó el Lag que tenía en el vaso.
—Sólo una vez. Y fue antes de que estuviera con Marissa.
Phury volvió a mirar a la hembra, y tuvo que preguntarse como había sido ese encuentro sexual. Parecía el tipo de mujer que haría ver las estrellas a un hombre. Y no necesariamente de una forma placentera.
—¿Es bueno el sexo anónimo? —preguntó, sintiendo como si tuviera doce años.
La sonrisa de Butch fue lenta. Secreta.
—Solía pensar que lo era. Pero cuando eso es todo lo que conoces, seguro que piensas que la pizza fría es fantástica.
Phury tomo un sorbo de Martini. Pizza fría, huh. Así que eso era lo que le esperaba allí afuera. Que estimulante.
—Mierda, no quiero ser un aguafiestas. Es sólo que es mejor con la persona adecuada. —Butch terminó el Lag de un trago. Cuando la camarera se acercó a levantar el vaso para volver a llenarlo, dijo—. Nah, ahora me detengo en dos. Gracias.
—¡Espera! —dijo Phury, antes de que la mujer se fuera—. Tomaré otro. Gracias.

Vishous supo que estaba dormido, porque estaba contento. La pesadilla siempre comenzaba con él en un estado de gloria. En un principio, siempre estaba enteramente feliz, absolutamente completo, como un cubo de Rubik resuelto.
Luego el arma se disparó. Y una brillante mancha roja brotó de su camisa. Y un grito rasgó el aire que parecía denso como un sólido.
El dolor le golpeó como si hubiera sido desgarrado por fragmentos de metralla, como si hubiera sido rociado con gasolina y encendido, como si le hubieran arrancado la piel en tiras.
Oh, Dios, se estaba muriendo. Nadie sobrevivía esta clase de agonía.
Cayó de rodillas y…
V saltó de la cama como si le hubieran pegado una patada en la cabeza.
En la jaula del ático con paredes negras y vidrios recubiertos por la noche, su respiración sonó como una sierra atravesando madera dura. Mierda, su corazón estaba latiendo tan rápido que sentía como si debiera ponerle las manos encima para mantenerlo en su lugar.
Necesitaba un trago… ahora.
Con piernas temblorosas caminó hacia el bar, agarró un vaso limpio, y se sirvió unos cuatro dedos de Grey Goose. Casi tenía el largo vaso sobre los labios cuando se dio cuenta de que no estaba solo.
Desenvainó una daga negra de la cintura y se giró rápidamente.
—Soy yo, guerrero.
Jesús Bendito. La Virgen Escriba estaba de pie ante él envuelta en una túnica negra de la cabeza a los pies, el rostro cubierto, su pequeña forma dominando el ático. De debajo de su dobladillo se derramaba un resplandor sobre el suelo de mármol, brillante como el sol del mediodía.
Oh, una audiencia, justo lo que deseaba en ese momento. Yup, yup.
Hizo una reverencia y se quedo así. Tratando de imaginar como podía seguir bebiendo en esa posición.
—Me siento honrado.
—Como mientes —dijo secamente—. Levántate, guerrero. Veré tu rostro.
V hizo lo que pudo para apartar un hola-como-estás de su boca, con la esperanza de camuflar el oh-demonios que estaba allí. Maldita fuera. Wrath había amenazado con entregarlo a la Virgen Escriba si no se comportaba. Era de suponer que ya había dejado caer esa moneda.
Mientras se enderezaba, supuso que sorber algo de Goose sería percibido como un insulto.
—Sí, lo sería —dijo ella—. Pero haz lo que tengas que hacer.
Tragó el vodka como si fuera agua y dejó el vaso en el bar. Quería más, pero tenía esperanzas que no se quedara mucho tiempo.
—El propósito de mi visita no tiene nada que ver con tu Rey. —La Virgen Escriba flotó hacia delante, deteniéndose cuando estaba a un solo pie de distancia. V luchó contra el impulso de dar un paso atrás, especialmente cuando extendió la brillante mano y le rozó la mejilla. Su poder era como el de un relámpago: mortal y preciso. No querías ser su blanco—. Es la hora.
¿La hora de qué? Pero se contuvo a si mismo. No le hacías preguntas a la Virgen Escriba. No a menos que desearas añadir ser utilizado para encerar el suelo en tu currículo.
—Se acerca tu cumpleaños.
Era cierto, pronto cumpliría los trescientos tres años, pero no se le ocurría porque eso justificaría una visita privada de su parte. Si deseaba dirigirle unas felicitaciones de cumpleaños, algo rápido en el correo electrónico serviría igual. Joder, podía enviar una e-card de Hallmark y darse por satisfecha.
—Y tengo un regalo para ti.
—Me siento honrado. —Y confundido.
—Tu hembra está lista.
A Vishous se le estremeció todo el cuerpo, como si alguien le hubiera clavado un pincho en el culo.
—Lo siento, ¿que…? —sin preguntas, maldito tonto—. Ah… con todo el debido respeto, no tengo hembra.
—Si la tienes —bajó el brillante brazo—. La he escogido entre todas las Elegidas para ser tu primera compañera. Es la de sangre más pura, la más bella —cuando V abrió la boca, la Virgen Escriba le pasó por encima como una apisonadora—. Ciertamente te emparejarás, y ambos engendrareis, y también engendrarás con las otras. Tus hijas llenarán las filas de las Elegidas. Tus hijos se convertirán en miembros de la Hermandad. Este es tu destino. Convertirte en el Primale de las Elegidas.
La palabra Primale cayó como una bomba atómica.
—Disculpe, Virgen Escriba… ah… —se aclaró la garganta y se recordó a si mismo que si cabreabas a Su Santidad, se necesitarían pinzas de barbacoa para recoger tus humeantes pedazos—. No pretendo ofenderla, pero no tomaré ninguna mujer como propia…
—Lo harás. Y yacerás con ella con el ritual apropiado y engendrará a tus hijos. Como lo harán las demás.
Visiones de ser atrapado al Otro Lado, rodeado de hembras, incapaz de luchar, incapaz de ver a sus hermanos… o… Dios, Butch… arrebataron la mordaza de su boca.
—Mi destino es como guerrero. Con mis hermanos. Estoy donde debo estar.
Además, con lo que le habían hecho, ¿podría siquiera engendrar hijos?
Esperaba que le sacudiera por la insubordinación. En vez de ello dijo:
—Que osadía la tuya negar tu lugar. Eres tan parecido a tu padre.
Error. Él y el Bloodletter no tenían nada en común.
—Su Santidad…
—Debes hacer esto. Y debes someterte por voluntad propia.
Su respuesta salió disparada, dura y fría.
—Necesito un condenado buen motivo.
—Eres mi hijo.
V dejó de respirar, su pecho se había vuelto de hormigón. Seguro que lo había dicho en el más amplio sentido de la palabra.
—Hace trescientos tres años naciste de mi cuerpo. —La capucha de la Virgen Escriba se alzó por propia voluntad, revelando una fantasmal y etérea belleza—. Levanta esa maldita palma y conoce nuestra verdad.
Con el corazón en la garganta, V levantó la mano enguantada, luego se arrancó el cuero con torpes tirones. Con horror miró fijamente lo que había detrás de su piel tatuada. El brillo en él era igual al de ella.
Jesús Bendito… ¿Por qué demonios no había visto la semejanza antes?
—Tu ceguera —dijo— fue producto de tu negación. No deseabas saberlo.
V se tambaleó alejándose de ella. Cuando golpeó el colchón, se dejó caer de culo y se dijo a si mismo que este no era el momento de perder la cabeza…
Oh, espera… ya la había perdido. Buen negocio, de lo contrario en ese momento estaría absolutamente aterrado.
—¿Cómo… es eso posible? —seguro que eso era una pregunta, pero a estas alturas, ¿a quien mierda le importaba?
—Sí, creo que por esta vez te perdonaré el interrogatorio. —La Virgen Escriba flotó alrededor de la habitación, moviéndose sin caminar, su ropa no se veía afectada por el movimiento, como si estuviera esculpida en piedra. En el silencio pensó en ella como en una pieza de ajedrez. La reina, la única entre todas las demás en el tablero que podía moverse en todas direcciones.
Cuando finalmente habló, su voz era profunda. Autoritaria.
—Deseaba conocer la concepción y el nacimiento en forma física, así que asumí una forma adecuada para realizar el acto sexual y fui al Antiguo País en mi época fecunda —hizo una pausa ante las puertas de vidrio que daban a la terraza—. Escogí el macho basándome en lo que creía eran los atributos masculinos más deseables para la supervivencia de la especie. Fuerza e ingenio, poder, agresividad.
V visualizó a su padre y trató de imaginar a la Virgen Escriba teniendo sexo con el macho. Mierda, esa debía haber sido una experiencia brutal.
—Lo fue —dijo—. Recibí exactamente lo que en gran medida había ido a buscar. No había vuelta atrás una vez que comenzó el celo, y él fue fiel a su naturaleza. Aunque al final, se contuvo. De alguna forma supo que era lo que buscaba y quién era.
Si, su padre había sobresalido en encontrar y explotar las motivaciones de los demás.
—Tal vez fue tonto por mi parte pensar que podría pretender ser algo que no era ante un macho como él. Verdaderamente inteligente —miró a V a través de la habitación—. Me dijo que me daría su semilla sólo si un hijo macho le era entregado. Nunca había logrado ser padre de un hijo que sobreviviera, y su virilidad de guerrero quería esa satisfacción.
—Yo, sin embargo, deseaba a mi hijo para las Elegidas. Tu padre podía entender de tácticas, pero no era el único. Sabía bien cuál era su debilidad y tenía el poder de garantizar el sexo del bebé. Acordamos que te tendría tres años después del nacimiento y durante tres siglos, y que podía guiarte para luchar a su lado. De ahí en adelante servirías a mis propósitos.
¿Sus propósitos? ¿Los propósitos de su padre? Mierda, ¿es que acaso él no tenía voto?
La voz de la Virgen Escriba se hizo más baja.
—Habiendo llegado a un acuerdo, me forzó debajo de él durante horas, hasta que la forma que había adquirido casi muere por ello. Estaba poseído por la necesidad de concebir, y yo lo soporté porque me pasaba lo mismo.
Soportar era el término adecuado. V, como el resto de los machos del campamento guerrero, había sido forzado a observar a su padre tener sexo. El Bloodletter no distinguía entre luchar y fornicar y no había hecho concesiones al tamaño de las hembras ni a su debilidad.
La Virgen Escriba comenzó nuevamente a moverse alrededor de la habitación.
—Te dejé en el campamento en tu tercer cumpleaños.
V fue levemente consciente de un zumbido en la cabeza, como un tren que estuviera cobrando velocidad. Gracias al pequeño trato de sus padres, había estado viviendo una ruina de vida, atrapado, lidiando con las secuelas de la crueldad de su padre así como también con las malignas lecciones del campamento.
Su voz se hizo un gruñido.
—¿Sabes lo que me hizo? ¿Lo que me hicieron allí?
—Si.
Enviando todas las reglas de etiqueta al carajo, dijo:
—Entonces por qué mierda dejaste que me quedara allí.
—Había dado mi palabra.
V se levantó estallando, llevándose la mano a los genitales.
—Me alegra saber que tu honor permaneció intacto, incluso si yo no. Sip, es un intercambio jodidamente justo.
—Puedo entender tu enfado…
—¿Puedes, madre? Eso me hace sentir mucho mejor. Pasé veinte años de mi vida luchando por sobrevivir en ese pozo negro. ¿Qué obtuve a cambio? Una mente confusa y un cuerpo jodido. ¿Y ahora quieres que engendre para ti? —sonrió fríamente—. ¿Qué sucede si no puedo fecundarlas? Sabiendo lo que me pasó, ¿no se te ocurrió pensar en eso?
—Eres capaz.
—¿Cómo lo sabes?
—¿Piensas que hay alguna parte de mi hijo que no pueda ver?
—Tú… perra… —susurró.
Una ráfaga de calor salió del cuerpo de ella, lo suficientemente caliente para chamuscarle las cejas, y su voz estalló en todo el ático.
No te olvides de quien soy, guerrero. Elegí a tu padre imprudentemente, y ambos sufrimos por mi error. ¿Piensas que permanecí indemne mientras veía que curso había tomado tu vida? ¿Piensas que te observé de lejos sin verme afectada? Muero cada día por ti.
—Bueno, mira si no eres la maldita Madre Teresa —gritó, consciente de que su propio cuerpo había comenzado a calentarse—. Se supone que eres todopoderosa. Si te hubiera importado una mierda, podrías haber intervenido…
—Los destinos no son elegidos, son otorgados…
—¿Por quién? ¿Por ti? Entonces, ¿es a ti a la que debo odiar por toda la mierda que me han hecho? —ahora estaba brillando por todos lados, ni siquiera tenía que mirar hacia abajo a sus antebrazos para saber que lo que estaba en su mano se había extendido por todo su cuerpo. Justo. Como. Ella—. Dios… te maldiga.
—Hijo mío…
Enseñó los colmillos.
—No me llames así. Nunca. Madre e hijo… no lo somos. Mi madre hubiera hecho algo. Cuando estaba desamparado, mi madre hubiera estado allí…
—Quería estar…
—Cuando estaba sangrando, desgarrado y aterrorizado, mi madre hubiera estado allí. Así que no me vengas con esas gilipolleces de hijito mío.
Hubo un largo silencio. Luego su voz salió clara y fuerte.
—Te presentarás ante mí después de mi retiro, que comienza esta noche. Se te presentará a tu compañera como una formalidad. Regresarás cuando esté adecuadamente preparada para que la uses, y harás lo que estas destinado a hacer desde tu nacimiento. Y lo harás por propia voluntad.
—Y un infierno que lo haré. Y jódete.
—Vishous hijo del Bloodletter, lo harás porque si no lo haces, la raza no sobrevivirá. Para poder conservar la esperanza de resistir los asaltos de la Sociedad Lessening, se necesitan más hermanos. Vosotros los de la Hermandad no sois más que un puñado en este momento. En épocas pasadas erais veinte o treinta. ¿Donde podríamos conseguir más sin ser engendrándolos selectivamente?
—Dejaste que Butch entrara en la Hermandad, y no era…
—Fue una dispensa especial ante una profecía cumplida. No es lo mismo, y bien lo sabes. Su cuerpo nunca será tan fuerte como el tuyo. Si no fuera por su poder innato, nunca podría funcionar como un hermano.
V apartó la vista.
La supervivencia de la especie. La supervivencia de la Hermandad.
Mierda.
 Paseó por el lugar y terminó junto a la mesa de tortura y su pared de juguetes.
—Soy el tipo equivocado para esta clase de cosas. No soy del tipo heroico. No estoy interesado en salvar al mundo.
—La lógica está en la biología y no puede ser evitada.
Vishous levantó la brillante mano, pensando la cantidad de veces que la había usado para incendiar cosas. Casas. Coches.
—¿Que hay acerca de esto? ¿Quieres una generación entera maldita como yo? ¿Qué pasa si le transfiero esto a mi descendencia?
—Es un arma excelente.
—También lo es una daga, pero no incinera a tus amigos.
—Estás bendito, no maldito.
—¿Ah, si? Trata de vivir con esta cosa.
—El poder requiere sacrificios.
Se rió con una dura carcajada.
—Bueno, entonces, renunciaría a esta porquería al instante para ser normal
—A pesar de todo, tienes una responsabilidad con la raza.
—Uh-huh, claro. Igual que tú tenías una con el hijo que habías dado a luz. Mejor reza para que yo sea más escrupuloso con mi responsabilidad.
Miró fijamente hacia la ciudad, pensando en los civiles que había visto caer, golpeados, muertos a manos de los lessers del Omega. Había sido siglos de inocentes asesinados por esos bastardos, y la vida ya era lo suficientemente dura sin ser cazado. Él debería saberlo.
Hombre, odiaba que tuviera algo de razón en lo que se refería a la lógica. Ahora sólo había cinco miembros en la Hermandad, aún con la asociación de Butch. Por ley, Wrath no podía luchar debido a que era Rey. Tohrment había desaparecido. Darius había muerto el último verano. Así que eran cinco contra un enemigo que continuamente se multiplicaba. Para empeorar las cosas, los lessers tenían un interminable suministro de humanos para arrastrar a sus filas, donde los hermanos debían nacer y criarse y sobrevivir a sus transiciones. Seguro, la clase de alumnos que estaba siendo entrenada en el Complejo eventualmente saldrían como soldados. Pero esos muchachos nunca poseerían la clase de fuerza, resistencia o capacidades curativas que los machos de la línea de sangre de la Hermandad tenían.
Y acerca de hacer más hermanos… era un charco pequeño del cual se podía elegir progenitores. Por ley, Wrath como Rey podía yacer con cualquier hembra de la especie, pero estaba plenamente vinculado a Beth. Como lo estaban Rhage y Z con sus hembras. Tohr, asumiendo que aún estuviera con vida y volviera en algún momento, no iba a tener el estado de ánimo adecuado como para embarazar a ninguna de las Elegidas. Phury era la única otra posibilidad, pero era célibe y tenía el corazón malditamente roto. No era material de prostitución masculina.
—Mierda. —Mientras rumiaba la situación, la Virgen Escriba permaneció en silencio. Como si supiera que si decía una palabra dejaría todo el asunto de lado y que la raza se fuera al infierno.
Se giró para enfrentarla.
—Lo haré con una condición.
—Cual es.
—Viviré aquí con mis hermanos. Lucharé junto a mis hermanos. Iré al Otro Lado y… —Santa mierda. Oh, Dios…— yaceré con quien sea. Pero mi hogar está aquí.
—Los Primales viven…
—Este no, así que tómame o déjame —la miró enfurecido—. Y que te quede claro. Soy un bastardo lo suficientemente egoísta como para seguir mi camino si no estás de acuerdo, y entonces ¿qué harás? Después de todo, no puedes obligarme a joder con mujeres por el resto de mi vida, no a menos que desees trabajar sobre mi polla tú misma —sonrió fríamente—. ¿Qué dice la biología acerca de eso?
Ahora era el turno de ella de recorrer la habitación. Mientras la observaba y aguardaba, odiaba el hecho de que parecía que se concentraban de la misma manera… con movimiento.
Se detuvo frente a la mesa de tortura y estiró la mano brillante, haciéndola flotar sobre la tabla de madera dura. Los remanentes del sexo que había tenido se desvanecieron en el aire, la suciedad fue limpiada, como si no lo aprobara.
—Pensé que tal vez te gustaría una vida tranquila. Una vida donde fueras protegido y no tuvieras que luchar.
—¿Y perder todo ese cuidadoso entrenamiento que tuve con los puños de mi padre? Ya, eso sería una gran perdida. En cuanto a la protección pude haberla necesitado hace unos trescientos años. Ahora no.
—Pensé que tal vez… te gustaría tener una compañera de tu elección. La que yo escogí para ti, es la mejor de todos los linajes de sangre. Una sangre pura elegante y hermosa.
—Y fuiste tú la que escogió a mi padre, ¿verdad? Así que disculpa si no me entusiasmo mucho.
Su mirada vagó hacia su equipo.
—Prefieres estos… duros apareamientos.
—Soy hijo de mi padre. Tu misma lo dijiste.
—No puedes participar de estos… juegos sexuales con tu compañera. Sería vergonzoso y aterrador para ella. Y no podrás estar con nadie más que no sea una Elegida. Sería un escándalo.
V trató de imaginarse dejando de lado sus aficiones.
—Mi monstruo necesita salir. Especialmente ahora.
—¿Ahora?
—Vamos, mamá. Lo sabes todo acerca de mí, ¿no es así? Así que sabes que mis visiones se han agotado y que estoy casi psicótico por falta de sueño. Demonios, debes saber que salté desde este edificio la semana pasada. Cuanto más se alargue esto, peor me voy a poner, especialmente si no puedo tener …un poco de ejercicio.
Ondeó la mano, desestimándolo.
—No ves nada porque estás ante una encrucijada en tu propio camino. El libre albedrío no puede ser ejercitado si estás enterado del resultado final, por lo tanto tu parte precognitiva se reprime naturalmente. Regresará.
Por alguna loca razón eso lo tranquilizó, aunque había luchado contra la intromisión de los destinos de otras personas desde que habían comenzado a aparecérsele siglos antes.
Luego se dio cuenta de algo.
—Tú no sabes lo que va a pasarme, ¿no es así?. No sabes lo que voy a hacer.
—Me darás tu palabra de que cumplirás con tus deberes en el Otro Lado. Que te harás cargo de lo que se debe hacer. Y me la darás ahora.
—Dilo. Di que no sabes lo que ves. Si quieres mi promesa, dime esto.
—¿Por qué?
—Quiero saber que estás impotente ante algo —escupió—. Para que sepas como me siento yo.
El calor en ella se elevó hasta que el ático estuvo como una sauna. Pero entonces dijo:
—Tu destino es el mío. No conozco tu camino.
V cruzó los brazos sobre el pecho, sintiéndose como si tuviera un nudo corredizo alrededor de la garganta y estuviera parado sobre una desvencijada silla. Joderse.
—Tienes mi palabra vinculante.
—Toma esto y acepta tu designación como Primale —le tendió un pesado medallón de oro con un cordón de seda negro. Cuando tomo el objeto, ella asintió una vez, como sellando el pacto—. Me adelantaré e informaré a las Elegidas. Mi retiro termina dentro de varios días. Vendrás a mí en ese momento y serás instaurado como Primale.
Su capucha negra se alzó, sin que utilizara las manos. Justo antes de que ésta bajara sobre el brillante rostro dijo:
—Hasta que nos volvamos a ver. Que estés bien.
Desapareció sin un sonido de movimiento, como una luz extinguiéndose.
V fue hacia la cama antes de que le cedieran las rodillas. Cuando el culo golpeó contra el colchón, miró fijamente el largo y delgado colgante. El oro era antiguo y estaba marcado con caracteres en la Antigua Lengua.
No deseaba hijos. Nunca lo había hecho. Aunque suponía que bajo este escenario, no era más que un donante de esperma. No tendría que ser un padre para ninguno de ellos, lo que era un alivio. No sería bueno con esa mierda.
Metiéndose el medallón en el bolsillo trasero de los pantalones de cuero, puso la cabeza entre las manos. Le llegaron imágenes de lo que había sido crecer en el campamento guerrero, los recuerdos eran claros como el agua y afilados como el cristal. Con una grosera maldición en la Antigua Lengua, tendió la mano hacia la chaqueta, sacó el teléfono, y le dio a una de las teclas de marcado rápido. Cuando en la línea apareció la voz de Wrath, se oía un vibrante sonido de fondo.
—¿Tienes un minuto? —dijo V.
—Sip, ¿qué pasa? —cuando V no continuo hablando, la voz de Wrath se hizo más fuerte—. ¿Vishous? ¿Estás bien?
—No.
Hubo un crujido luego se oyó la voz de Wrath a lo lejos.
—Fritz, ¿puedes venir más tarde a aspirar? Gracias, hombre. —El sonido vibrante se detuvo y una puerta se cerró—. Dime.
—Recuerdas… ah, ¿recuerdas la última vez que te emborrachaste? ¿Pero realmente borracho?
—Mierda… ah… —durante la pausa, V se imaginó las negras cejas del Rey frunciéndose hasta hundirse detrás de sus gafas envolventes—. Dios, creo que fue contigo. Allá, a principios del año 1900, ¿verdad? Siete botellas de whisky entre los dos.
—En realidad, fueron nueve.
Wrath se echó a reír.
—Empezamos a las cuatro de la tarde y nos tomó, qué, ¿unas catorce horas? Estuve vomitando todo un día después de eso. Han pasado cien años y creo que aún tengo resaca.
V cerró los ojos.
—¿Recuerdas, justo cuando estaba llegando el amanecer, que yo, ah… te dije que nunca había conocido a mi madre? ¿Qué no tenía idea de quién era o que había pasado con ella?
—La mayor parte está confusa, pero sip, eso lo recuerdo.
Dios, ambos habían estado tan contaminados esa noche. Borrachos hasta el culo. Y esa había sido la única razón por la que V había cotorreado un poco acerca de lo que le corroía la mente las veinticuatro horas de los siete días de la semana.
—¿V? ¿Qué pasa? ¿Esto tiene algo que ver con tu mahmen?
V se dejó caer hacia atrás sobre la cama. Mientras aterrizaba, el colgante que tenía en el bolsillo trasero le pellizcó el culo.
—Sip… acabo de conocerla.

 


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